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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

19
May
2013

Cómo entender a las monjas

2 comentarios

Acabo de pasar por delante de su convento. El de las Catalinas, las monjas dominicas de un monasterio vallisoletano que se ha cerrado, no por falta de vocaciones, sino porque las termitas se lo estaban y estarán (supongo) comiendo. Y eso me ha traído la mente lo que me comentaba no hace mucho una señora, de muy buena fe y bien católica: “no entiendo a las monjas de clausura”. Supongo que a los monjes tampoco, pero ese no fue el tema. Y no sé si a los frailes, a las hermanas, etc. Quizá es que las monjas de clausura constituyen una especie de epítome de las cosas que no se entienden. La verdad es que cuando me dicen eso me quedo un poco sorprendido: ¿qué significa que “no se entiende”? No sé muy bien. Puede que yo no entienda un teorema, una fórmula química o un libro escrito en ruso, ah, y ya quisiera, vaya que sí. Pero eso es relativamente fácil de solucionar (aunque pueda costar 20 años, que no son nada). Se va uno a Rusia o a una escuela, se apunta uno a la facultad de matemáticas o de química o sigue el procedimiento que le conducirá a entender lo que no entiende. Pero una vocación, el sentido de una vida o la decisión de tener un hijo, pongamos por caso, no hay que entenderlas. Aunque se “entendiesen” las razones que uno esgrime para hacer eso, esas razones no son “eso” y crean una especie de costra o de baño maría que rodea el “eso” y que nos impide o nos permite acceder parcialmente al asunto. Cuando los medievales, así en términos generales, sin meternos en mayores berenjenales, hablaban de intellectus siempre lo ligaban con la voluntad, el deseo y el amor, y el Aquinate llega a decir que lo compartimos con los ángeles. Captar razones (la ratio, la razón discursiva), en el caso citado de las monjas, no sé si tiene la menor importancia. A ellas les dará igual, y a los que no las entienden, o a los que sí captan la secuencia argumentativa, seguramente también. Ah, pero “intelligere” es otra cosa. Hasta el misterio de la Trinidad (anda, qué bien traído, hoy, en Pentecostés) cae en lo que se puede intelligere. Mira qué hemos ganado cosas desde el medievo. Y mira que se nos han quedado piezas por el camino…

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No se puede entender si no se tiene...
20 de mayo de 2013 a las 18:02

Si no se tiene fe no se entiende, claro que no. Vamos a ver, coges a una chica, de la media, joven, de 15-17 años, pongamos. Y le dices: Mira, te voy a presentar a un chico increíble, el mejor novio, olvídate de los demás, este es el más bello, atento, cariñoso, todo, lo tiene todo. Y la llevas delante del Sagrario. Bien, Santa Catalina de Siena, novia de Jesucristo decía eso de quien era su novio, y de quien se hizo esposa. Esto es un don. Y lo decía con la naturalidad que lo dicen o al menos lo sueñan todas las chicas. Bien, pues esto no se entiende, es de locos, pero quien lo entiende, toda ciencia trasciende, como decía el carmelita Juan de la +.

Sens
21 de mayo de 2013 a las 02:29

El sentido de una vida. Supongo que es mucho más fácil ver el baño maría del otro que el propio. Sin embargo, cuando uno ve el baño en un cazo diferente al que tiene en su casa se pregunta el porqué. Ahí viene el "no entender". En cualquier caso, más allá de la fe y del no entender, no puedo evitar sentir cierta envidia. ¿Qué se hace cuando no entiendes el porqué de los demás, pero al mismo tiempo ese porqué es un espejo de lo que tú no tienes? ¿Qué se hace cuando se ha evaporado todo y tienes todos los cacharros sucios?.

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