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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

26
Sep
2011

En Patmos

1 comentarios

Hay en depósito, en la Iglesia de San Pablo un precioso cuadro, procedente del Monasterio de Santa Catalina, titulado San Juan en Patmos. Es un óleo sobre tabla del siglo XVI artísticamente espectacular, a mi modo de ver. Representa a San Juan, sentado, escribiendo el Apocalipsis. Frente a él está el monstruo de siete cabezas, bien bonito y coloreado, y la Virgen con el niño que concebirá. Lo que me ha llamado la atención es que es un ángel el que con un dedo toca al evangelista, y le hace notar lo que tiene delante, que le señala con el otro dedo. El ángel es “otro que yo”, al igual que lo es el otro de la comunidad (cristiana, religiosa, política) o el mediador (que los terapeutas creo que llaman “facilitador”, lo que elimina ese elemento de control y poder que supuestamente tiene). Hay ciertas confesiones cristianas que se han cepillado estas idea y en las que prima lo individual, el individuo solo enfrentado a Dios, la vida, la interpretación o la salvación. Recuerdo que el Aquinate dice, por alguna parte, que hay infinidad de cosas con las que uno no tiene que confrontarse individualmente, sino que le vienen dadas por la comunidad en la que vive. Eso, que suena tan wittgensteiniano, es algo que funciona siempre que no se absolutiza esa “absurda” obsesión por el yo, que se convierte, entonces, en medida de todas las cosas. Si se pone en su justo lugar, ah, entonces caben otra vez los ángeles, los otros y hasta, si me apuras, la comunión de los santos. Y todo eso, ya en Patmos.

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Moisés
26 de septiembre de 2011 a las 13:19

Afortunadamente la falacia absolutista del yo es eso, una falacia. ¡Qué sería de nosotros sin los ángeles, sin esos "otros que yo" que nos acompañan, nos señalan caminos, nos abren a regiones nuevas del ser, del sentido, nos ayudan a hacer de la vida algo mucho más rico e interesante que un mero idiotismo, un mero estar encerrado para siempre en nosotros mismos, condenados a no salir más nunca del "porque yo...", "porque yo...", "porque yo..." Y es verdad, todo eso ya en Patmos.

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