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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

23
Ago
2011

La cosa pública

4 comentarios

Estos días (y desde ya hace unos cuantos) se han venido sucediendo en los periódicos (y en las manifestaciones) multitud de debates sobre la relación entre la religión y la esfera pública. Seguramente quien más haya colaborado a este empresa sea Habermas, que ha pasado de no prestar demasiada atención a la religión a comprender que vivimos en un mundo “postsecular” que tiene que integrar los contenidos éticos de la religión en la filosofía postmetafísca. Habermas sostiene que el "potencial capital semántico de las tradiciones religiosas" ha de traducirse a un lenguaje universalmente accesible a todos los implicados en el uso público de la razón. Y es que el uso público de la razón no es territorio propio de los no creyentes. La plaza (pública) es de unos y de otros, si bien Habermas defiende que los contenidos creyentes han de traducirse a esa racionalidad común (cosa que también deberán hacer los no creyentes). Charles Taylor, con más razón que un santo, aún da un paso más: la ruptura epistémica entre la razón secular y el pensamiento religioso es insostenible, puesto que la neutralidad estatal que postula el secularismo es una respuesta no sólo a la diversidad de posturas religiosas, sino también a las no religiosas, de modo que si el Estado es neutro, es neutro, es decir, no puede defender que hay algo así como una razón secular que sea la koiné. A Martin Luther King le entendieron perfectamente sus coetáneos, aunque su lenguaje era eminentemente cristiano. Por tanto, no se puede defender como punto de partida que la razón religiosa o bien llega a las mismas conclusiones que la" secular" (suponiendo que sea una), lo que la hace aceptable, o bien llega a otras, con lo que habría que mantenerla al margen. No hay razones de peso para mantener esa actitud pragmático a lo religioso. No hay, sostiene Taylor, más legitimidad en el kantismo o en el utilitarismo que en el cristianismo para contribuir al debate público.
El mismo Habermas afirma que una sociedad postsecular, en la que una democracia constitucional, autoriza explícitamente a sus ciudadanos a llevar una vida religiosa, no puede al mismo tiempo discriminar a esos mismos ciudadanos en su papel de legisladores democráticos.
Todo esto no es más que una breve glosa a la obra El poder de la religión en la esfera pública, recientemente publicada por Trotta, que me vino a la mente cuando el otro día, alguien leía un manifiesto en que apelaba al carácter esencialmente privado de la religión, por ser tierra de creencias o algo así. Falso. Tan falso como decir que las creencias con respecto al estatuto moral del otro han de quedar reducidas al ámbito particular y personal: con ello nunca se habría de practicar la caridad (solidaridad, justicia social) en la medida en que no es más que una creencia.
Ufff, la cosa se complica. Y todo esto no cabe en un manifiesto de cinco minutos. Habrá que estudiarlo con detalle y ver que, en el fondo, todos somos privados y públicos al mismo tiempo. Y eso es fantástico.
 

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sinergias y cortocircuitos
26 de agosto de 2011 a las 13:33

Las sinergias que en lo público confluyen para el bien, son variadas. Ong's de caracter humanitario realizan el mismo bien a la humanidad que otra de caracter religioso. El religioso lo analizará de una forma. El secular de otra : el resultado por ejemplo es que se movilizan recursos para hacer frente a la hambruna en Somalia. Estamos llamados hoy en la plaza pública a trabajar todos juntos, codo con cado. Somo una misma humanidad. Y es necesario no perderlo de vista para no caer en un juego de egos hinchados.

I have a dream,el sueño de Luther King, era el de una generación, uno a uno. Hay derechos humanos que se respetan en la sociedad secular. En el mundo religioso, de estructura piramidal, es manifiestamente mejorable, o directamente no se respetan.Lo cual dificulta el dialogo y el trabajo de lo religioso con lo secular. La declaración de Derechos Humanos no ha sido firmada por el Estado Vaticano. Dificulta un diálogo de mínimos con el mundo secular. Hay trenes que se están perdiendo. Y son de alta velocidad. No se cogen en marcha.

JM Valderas
27 de agosto de 2011 a las 13:26

Sixrto carísimo. No es la Escuela de Frankfurt conglomerado ideológico de mi devoción. Parece que ni siquiera de los integrantes. Recuerdas la "wvolución" de Habermas. Los hechos, como la caída del muro, tienen eficacia inesperada en las ideas. El marxismo militante se debilitó para aumentar el peso de los utilitaristas. La razón deber ser propia de los no creyentes, aunque no exclusiva. Es propia de todo ser humano. Y también la razón religiosa. En cuanto genuinamente humana no puede confinarse a lo privado. A las explicaciones de ley natural, la ciencia aporta hoy un respado experimental valiosísimo con los descubrimientos de la evolución cerebral del fenómeno religioso, un fenómeno benefactor. Ahí reside, en mi opinión, la fuerza de la defensa de la incorporación de la religión en la res publica. No se pierde tiempo leyendo, a este respecto, "How God changes your brain", de Andrew Nwberg-Mark Robert Waldman.

Anónimo
1 de septiembre de 2011 a las 05:39

Hermano y muy carísimo Sixto, pudiera ser que según nos recuerda Helmut Peukert, "el Aquinate incorporó el aristotelismo emergente de su tiempo", y hoy en día ,la teología debería definirse en relación a determinada noción post-positivista, post-ilustrada o hermeneútica de racionalidad científica. Y esto, al menos me parece a mi, empalmaría muy bien con la denominada teoría de la verdad consensual de Habermas. Teoría que iría a contrapelo de los muy cacareados irracionalismos del también nombrado "desmadre"(Roger Bartra)de la dismodernidad/dismothernity. Porque, estimo, hay que dejar bien claro: si la teología ha decir y hacer algo hoy día, tiene por obligación y deber que acogerse y someterse a las reglas del legítimo discurso público, dominado por las condiciones que impone una noción de racionalidad bien temperada (F. Fernández Buey). Con este breve comentario me despido, no sin antes agradecerte la gran caridad que nos haces compartiendo tus pensamientos y creando una red global/mundial/católica/universal de dialogantes. Bonita manera de predicar la Buena Nueva a todas las naciones. Ciertamente que contribuyes a que me sienta verdadera y genuinamente católico. Si no te molesta, me gustaría, poder seguir compartiendo contigo mis muy aficionadas reflexiones sobre este tema.
Carlitos, el de Puerto Rico

O sea
11 de septiembre de 2011 a las 14:00

Habermas: como recoges, se queda con la parte ética de las religiones. Es decir, coge el rábano por las hojas. El cristianismo no es un ética, sino que lo ético nace del encuentro con Cristo, de la fe en su Resurrección, en quien es la Vida, la Felicidad, y de su obra salvífica. Pero si uno no entiende de esto, pues como Habermas, que aunque hable de "potencial semántico", hay que recordarle que aún no se ha enterado de la verdadera semántica del cristianismo. De ahí que sólo sea capaz de hablar de contenido de racionalidad de la religión, o sea, bastante perdido. Cuando uno lee sus reflexiones con Ratzinger (luego BXVI), le nota desnortado.

Taylor: parece mentira que aún se crea que hay Estado neutro. Bueno, cada cual vive en el mundo de colores que más le guste. Y lo de la legitimidad del kantismo, el utilitarismo (como encima sea el de Bentham, ya la carcajada me va a ser muy sonora), con el cristianismo, como iguales, pues va a ser que no, es suficiente leer la vida de los mártires, o.... la vida de I. Kant, J. Bentham, o J. de Nazaret.

Lo privado y lo público: en definitiva, hay gente que le molesta que un cristiano lleve una cruz al cuello (como hemos podido ver por estos pagos, hace nada). Porque como dice aquel: "No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo, siempre que no seas cristiano". (François Marie Arouet, más conocido como Voltaire).

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