Ago
Listos y tontos
4 comentariosAntes de que caigan las lágrimas de San Lorenzo, el cielo se ha vuelto gris y el bochornazo preludia una tormenta mientras en la red, a cuenta de la visita del Papa, se cuenta de todo, todito. Alguien el otro día, no recuerdo en qué periódico o foro, decía algo así como que “la ciencia” (sic, esto sí es literal) ha demostrado que los ateos son más inteligentes que los creyentes. Vuelve por otra, si quieres. “La ciencia” es oráculo de Delfos (o de Matrix) que es como una señora vieja que vive en el segundo izquierda, rodeada de gatos, y que habla de vez en cuando. No sé a qué se refería el “comentador”, si a la neurología, al cálculo, a la teoría de cuerdas, a la química orgánica o al encaje de bolillos, aunque sospecho (en su favor) que habría leído algún estudio de estos que establecen correlaciones entre cosas y, normalmente, no pasan de ahí. De hecho, por estudios que no quede. Desde Comte en adelante se ha asociado pensamiento religioso con pensamiento “primitivo”. Aunque este término está cada vez más en desuso, los antropólogos no han abandonado, en general, la creencia de que la religión es básicamente irracional, por anticientífica, idea que han abonado las corrientes marxistas, psicoanalíticas, etc. (que, independientemente de la verdad que proporcionen tienen los mismos méritos para llamarse “ciencia” que Grecia para mantenerse en el Euro, según dicen). La idea es que una persona culta, que viva en un mundo en el que la ciencia tiene la última palabra, no puede ser religiosa, salvo dolo, engaño o incapacidad transitoria (por lo que habría, seguramente, que prohibirle conducir, me imagino).
Frente a esta afirmación, los datos empíricos (en sentido tan lato como se quiera) van en otra dirección (cf. L. Iannaccone, R. Stark and R. Finke, “Rationality and the ‘religious mind’”, Economic Inquiry XXXVI (1998) 373-389) : si bien los científicos y los profesores norteamericanos son menos religiosos que la población en general, la proporción es semejante a la que se asocia con otros rasgos demográficos, como el sexo o la raza (y no se suele hacer un gran caso de que los semitas sean más o menos religiosos que los caucásicos o los etíopes). Pero lo curioso ?y quizá el dato realmente significativo? es que los profesionales de las ciencias “duras” son más religiosos por término medio que los profesionales de las humanidades o las ciencias sociales (sobre todo psicólogos y antropólogos, es decir, los que están más en relación con la tesis de la “mente primitiva”), cuyas disciplinas se apoyan mucho más en datos no comprobables empíricamente (en cierto modo en “competición” con las afirmaciones religiosas).
En realidad, a mí me convence más la autoridad de los sabios. Preguntado por la compatibilidad entre la teoría de la evolución y la creencia religiosa, Stephen Jay Gould respondió: “o bien la mitad de mis colegas son enormemente estúpidos, o la ciencia del darwinismo es totalmente compatible con las creencias religiosas convencionales, e igualmente compatible con el ateísmo, lo que prueba que los dos grandes reinos de la factualidad de la naturaleza y de la fuente de la moralidad humana no se solapan”. O Thomas Nagel: “quiero que el ateísmo sea verdadero y me inquieta el hecho de que algunas de las personas más inteligentes y bien informadas que conozco sean creyentes religiosos”. Como se ve, listos, tontos y de media talla hay en todas partes… y no es la creencia religiosa lo que nos distingue (como sucede en muchos otros ámbitos de la vida).
Oh, qué largo me ha salido esto. No se volverá a repetir.