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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

14
Ene
2014

Lo que escribí me parece paja

2 comentarios

Ayer aparecía la noticia de que se había muerto Ian Barbour, uno de los personajes que más han hecho por reconciliar algo que no tendría por qué ser reconciliado si no fuese porque en algún momento empezó una discusión, una de esas que se parecen a las que se dan en las familias por un quítame allá esas pajas… Y pasan años, nadie se acuerda exactamente de qué fue lo que la lo originó o, si se acuerda, seguramente se da cuenta de que el asunto ha perdido la fuerza inflamatoria que tuvo en su origen, pero, claro, quién se apea del burro a estas alturas. En fin, me refiero a las diputas entre ciencia y religión. Barbour, que sabía bien de qué hablaba en cada uno de los dos campos, recibió el premio Templeton hace unos años. Cuando recogió su galardón, dijo (según se nos cuenta en el obituario que publica la prensa): “si tomamos la Biblia seriamente, pero no literalmente…” Los filósofos contemporáneos llevan mucho tiempo discutiendo algo que también discutieron los clásicos, los medievales, los modernos…, es decir, la cuestión de qué es exactamente el sentido literal. Y no es siempre tan fácil de resolver, porque buena parte de lo que decimos no se puede señalar con el dedo, y aunque se pudiese, a lo mejor eso no sería el sentido literal. Pero, bueno, eso nos aparta del asunto. Lo que me llamó la atención de esta frase es que Barbour recoge algo que, por ejemplo, tanto San Agustín como Tomás de Aquino tenían muy claro. Ambos leen la Escritura con una enorme libertad alegórica, tanta que a veces cuesta reconocer el “sentido literal”. En un libro de Paul Murray que pronto aparecerá en San Esteban, en el que estudia las oraciones compuestas por Santo Tomás, sus comentarios bíblicos y demás cosas que no parecen encajar en la imagen escolástica, seria y analítica del Aquinate (¿se han fijado en la musicalidad del Adoro te devote o del Sacris solemniis?) se nos cuenta que, cuando Tomás tuvo su célebre visión, aquella que le llevó a dejar de escribir, dijo, como es sabido, que todo lo que había escrito le parecía paja. Precisamente, según se nos dice en este libro, “paja” era el término utilizado en el medievo para designar el sentido literal. En cuanto dejamos un poco la “littera” (será para que respire el espíritu) el ánimo se ensancha, se vuelve magnánimo, y no nos pegamos por las tildes.

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JM Valderas
14 de enero de 2014 a las 21:46

Ian Barbour fue el gigante que se prestó a invertir la animosidad de ciertos ámbitos de la ciencia contra la religión que habían iniciado Draper y White a finales del siglo XIX. Los socialistas españoles, con Salmerón al frente, fueron sus principales divulgadores (y traductores) en la universidad española. De entonces proviene esa reticencia contra la Iglesia en nuestro país, que hoy perdura en los mismos entornos.(Declaraciones del PSOE sobre el aborto, etcétera) Nos faltó a nosotros el nervio que el mundo anglosajón mostró ante ese envite, con Maxwell a la cabeza. Sí, el Maxwell fundador del electromagnetismo. Hubo intentos serios por `parte de la Compañía de Jesús y de algunos dominicos dispersos (Arintero, el Padre Urbano...), pero el mal había arraigado, como dirían ahora para quedarse.

Ian Barbour inaugura la pléyade de científicos teólogos que hoy encontramos lo mismo en Oxford que en California. Juan Pablo II hizo lo que pudo con ayuda de Ratzinger. Pero las fuerzas estaban ya muy mermadas.

Conocí las dificultades de la John Templeton en Estados Unidos y,sobre todo en Europa. La impresión que uno recibía de la animosidad de determinados círculos de la frontera de la ciencia ante la oferta de subvenciones de la Templeton para "no contagiarse" la sufrieron importantes científicos. La inquisición laicista nunca cesó de laborar. Recuerdo haber traído ese tema a la conversación con uno de los delegados de esa fundación en un college oxoniense. Todavía les siguen cerradas muchas puertas.

Por algo será. Mientras tanto, honor a Ian Barbour y dolora por la apatía de acá.

Martín Gelabert
15 de enero de 2014 a las 14:49

No conocía la noticia de la muerte de Ian Barbour. Tengo algunos libros suyos en mi biblioteca. Es un autor del que he aprendido mucho. Descanse en paz

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