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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

20
Sep
2011

Martin Luther King

5 comentarios

Sin prisa, de nuevo por aquí. Cuesta ponerse a escribir, pero la vida cotidiana siempre ofrece temas y cosas. De hecho, por una suerte de “serendipia”, que dicen los que saben, me he encontrado de bruces, recientemente, con la vida y obra de Martin Luther King. No es que la desconociese del todo. Es que, por circunstancias de la vida, me ha salido al paso y me ha impactado hasta la conmoción. Resulta que (¿casualidad?) parece ser que, según unos papeles que acabarán saliendo, su vida no era la vida ejemplar que parecía. ¿No lo era? Creo que sí. Es pesada la manía que tiene el personal de contar las intimidades (quizá su percepción de las mismas) de la vida de los demás, y es un tanto falaz la intentona constante de mezclar la militancia con la vida privada de cada quien. A mí me importa bien poco cuáles fuesen las faltas, reales o imaginarias, de este hombre. Creo que ese nivel de discusión no me compete, sino que pertenece a otros ámbitos de su parcela particular. Basta con leer sus discursos, con conocer algo de su vida pública y de su labor gigantesca para que los menudeos de prensa rosa queden a un lado. Pero nuestra época es también la de estos, trompeteados por teles y periódicos. A ese respecto me da igual. Nada de lo que Martin Luther King haya hecho podrá cambiar lo que Martin Luther King ha hecho.

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Andrés
20 de septiembre de 2011 a las 16:55

No sé muy bien qué cosas son esas, me imagino que ya me enterare.

De todas formas, somos muy hipócritas. Exigimos a los demás lo que no nos exigimos a nosotros. La Ley del Embudo.

Un abrazo.

los mitos destiñen
20 de septiembre de 2011 a las 17:16

Con calma don Sixto, que el otoño viene revuelto. De unos lo que hagan y no lo que dicen. De otros lo contrario. Lo sublime no suele resistir un primer plano. Los que saben hablan del ideal del yo y del yo ideal. A veces quien es sublime en un area en otra no resiste un primer plano. Ni siquiera quienes se dedican a actividades en las que lo dicho, lo hecho y lo vivido debieran ser coincidentes. Luther King era infiel a su mujer. Como Kennedy lo fué a Jakie,autora de las confidencias sobre la vida privada de MLK. Solidaridad entre esposas engañadas. Y a Gandhi le gustaba rodearse de jovencitas. Los mitos acaban destiñendo. Lo oculto tarde o pronto sale a la luz. Instantaneamente con internet. Quien se dedique a lo público ya puede tomar nota.

entós susurrante
21 de septiembre de 2011 a las 16:35

Me parece muy importante apoyar tus palabras sobre la reflexión que haces acerca de ese “contraste” entre la grandeza “pública” de una vida como la de Martin Luther King y la supuesta incoherencia de algún aspecto en su vida privada. En general, a la gente nos gusta mucho descubrir flaquezas en los otros porque no soportamos los modelos imponentes que nos están mostrando que una vida puede ser muy fecunda de verdad, y que esto solo es posible si con ella estamos entregando algo grande a los demás (¿o es suficiente el “vivir bien” que consiste en no meterse con nadie y disfrutar lo que se pueda?). De algo muy viejo estoy hablando, claro, del vivir sin pararnos a pensar lo que es de verdad eso, y que, sin embargo, las sabidurías de todas las culturas nos recuerdan (¿lo que nos dice el mensaje cristiano, podrá quedar “superado” alguna vez?).
¿Basándonos en qué autoridad nos convertimos en jueces de nuestro hermano? ¿Para justificar todas nuestras debilidades que tanto daño nos hacen a nosotros mismos, los primeros? Yo no sé qué cosas haría en su vida privada Martin Luther King, pero sabemos lo que dio en ese ámbito común en el que todos hemos salido beneficiados. ¿Puede tal o cual detalle disminuir la grandeza que dio al mundo esta persona? Desengañémonos, cuando uno ha sido capaz de dar tanto al mundo, pocos descubrimientos “privados” van a poder oscurecerlo porque solo desde un convencimiento ético y moral muy sólido se tiene que haber podido actuar así. La vida privada de las personas, por mucho que nos atraiga (no es a la parte más noble de nosotros a la que atrae), no es incumbencia nuestra, ¿o es que tenemos absolutamente todos los datos para “saber” cómo tenía que haberse comportado el otro en esas circunstancias? O, dicho con una antigua sentencia que la mayoría habrán oído, ¿hemos caminado 50 lunas con los mismos mocasines de nuestro hermano antes de juzgarlo?
No nos perjudiquemos queriendo quitar brillo a las personas que nos han mostrado una vida ejemplar, porque bien sabemos que caminar en tinieblas nunca será mejor que avanzar por un camino lleno de luz donde difícilmente tendremos la sensación de estar perdidos o de habernos equivocado. Compartir la grandeza nos hace grandes, pero compartir la miseria nos empequeñece y nos hace olvidar que la vida (por lo tanto, cada uno de nosotros) tiene de verdad un sentido.

quien no te conozca....
21 de septiembre de 2011 a las 18:12

Bueno en la plaza, malo en la casa. Los grande pro-hombres no suelen ser buenos compañeros de pareja. Ya se sabe que cuando un hombre es infiel es muy varonil. Y eso el resto de la camada lo defiende. La doble moral de vida pública defectos privados.Se respira un cierto corporativismo varonil, como de reunión de amigos para hablar " de sus cosas". Mientras los cuernos no se los pongan a uno...

javier langarita
22 de septiembre de 2011 a las 16:16

No era Santo Tomás el que decía que no había que fijarse en quién decía un argumento sino en el argumento en sí. Pues eso. Totalmente de acuerdo Profesor.
Y con muchas ganas de volver a leerle. Bienvenido.

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