Oct
Pues claro que es un misterio
2 comentariosHoy ha pasado lo que tenía que pasar según la predicción de Emilio G. Estébanez: si pones una clase de teología no aparece ni el tato, pero si sale el tema de Dios en cualquier otro ámbito… todo el mundo tiene algo que decir. En fin, salió, cómo no. E imbricados en estas cuestiones, un alumno se me quejaba de lo que por otra parte es verdad: en cuanto hay algo que nos desconcierta, hala, decimos: es que es un misterio. Y como punto de partida no es una respuesta muy acertada. Ah, pero como punto de llegada la cosa cambia. Uno puede partir de que la realidad es misteriosa (y la de Dios ni te cuento), meterse las manos en la sotana y decidir que no merece la pena darle vueltas a la cabeza (una postura, por otra parte, bien encomiable, al menos según el Eclesiastés) o puede darle vueltas, agarrarla (o creer que la tiene cogida por el gaznate) y comprender, al final, que se le escapó, es decir, el misterio acaba refulgiendo..., pero después (aunque la conciencia siempre haya estado rondando por ahí). Eso le pasó al Aquinate (aquel mihi videtur ut palea que a mí me pone la carne de gallina) y a tantos otros que acaban en una fase biblioclasta. Si tal alumno me respondiese al examen de la asignatura (la que fuese) con un “es un misterio”, dejando el resto del examen en blanco, tendría que objetarle: tienes toda la razón, pero, ah, tienes un uno (por aquello de la intolerancia al cero). Pero si me dijese eso mismo después de contarme todo lo que sabe sobre la asignatura, seguramente la cosa sería bien distinta.