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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

5
Nov
2006

Religiones unitivas

5 comentarios
Andan a vueltas con eso de que la religión separa a las gentes. Quisiera que me alguien me diese una razón más de peso que la de los exaltados chillando y portando armas en nombre de Alá (que suele ser lo que aparece en los medios, aunque no tengo la menor duda de que lo mismo se hace en nombre de Yahvé, Dios o algunos otros. Y mira que de nominibus non est disputandum. Pues nada, como no hemos aprendido la lección, estamos condenados a repetirla por los siglos de los siglos, como cuando en el colegio nos mandaban copiarla veinte veces, y tontos de nosotros, lo hacíamos, sin comernos ni una coma, no fuera a ser que el que había impuesto el castigo comprobase las diez copias de cada uno de los treinta alumnos). Qué exordio tan largo. Como todos hablan de la fiesta como les va o les fue en ella (que si les metieron miedo los curas de su colegio con las penas del infierno, o con que se quedaban ciegos si se tocaban vaya usted a saber que partes. O lo malos que fueron algunos prelados hace cincuenta años, o yo qué sé y a mí qué me importa), contaré una experiencia que me aconteció hace poco tiempo. Y tiene ese valor, el de experiencia personal, no universalizable (soy bien consciente de eso), aunque sí punto de arranque para una serie de inferencias.
Visitaba un templo hinduista, enterándome muy poco de lo que allí pasaba. Gente aquí y allá, con preciosos vestidos, rodeada de todo tipo de olores. Tras un rato de mirar todo lo mirable, dejándome impactar por los colores y las formas del templo me acerqué a un sitio en el que estaban ofrendando alimentos ante una estatua bigotuda y muy colorida (descripción de turista). Súbitamente, caí en la cuenta de que todos a mi alrededor estaban rezando, sumidos en la plegaria. Y comprendí. Y di un paso atrás y salí de ese grupo. No debía estar allí de mirón. Estaba aconteciendo algo serio. Puede que en la percepción de la religión se dé algo semejante a los estadios morales de Kohlberg. Quien está en uno no puede comprender las decisiones ni las conductas de los que están en otros, si no es usando esa misma medida kohlbergiana. El problema es que los que supuestamente rigen nuestras vidas están habitualmente en la fase una o dos de desarrollo religioso, y no hay para ellos más allá que lo que su propia miopía les permite otear. Yo estuve allí. Era religión. Y no pegué a nadie. Nadie me pegó.
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lola
5 de noviembre de 2006 a las 10:29

Según leemos en un texo, no se cual, del Concilio Vaticano II, en todas las religiones hay semillas del Espiritu Santo, y pienso que sea donde sea si uno busca la verdad, si uno busca a Dios....jamas engendrara violencia, ¿como es nuestro Dios?, un crucificado que no se defendio,¿quien soy yo para hacer algo diferente?

Makarioteros
6 de noviembre de 2006 a las 11:31

Cierto, Fr. Sixto. Las dos ideas que encuentro en el planteamiento: “la religión separa a las gente” y la experiencia “no universalizable” que tal vez si lo sea, parecen darse en nuestro mundo. Pero, también tal vez, la cuestión es que la religión separa no por ella misma, sino porque algunos hombres (sustantivo que contiene y conviene a varones y mujeres), hacemos de la religión un arma al servicio de nuestras ideas, no siempre santas. Decimos creer en un solo Dios, pero nos irrita que otros le den nombres diferentes. Somos estúpidos y contradictorios porque, si Dios es único, ¿qué importa el nombre que le demos? ¿Dejará, por razón de recibir un nombre diferente, de ser EL ÚNICO?
La visita al templo hindú pude tener muchas lecturas, pero las más frecuentes son las que se quedan en el colorido, el tipismo, lo folklórico, más o menos como sucede con nuestras procesiones de Semana Santa, y otra, más íntima, más de dentro, que solo se puede dar cuando la luz de Dios te hace ver que Él es uno y escucha las plegarias de los hombres, sea cual sea el idioma, sea cual sea la forma y sin tener en cuenta el nombre que sirva para hablar con Él.
El demonio, siempre enredando, hace que veamos contrario lo que es simplemente diferente y declaremos enemigo a cualquier idea, acción o caso que no esté uniformada con las particulares nuestras. Se acaba el espacio.A nadie pego; nadie me pegó,gracias a Dios. Un abrazo.

JMValderas
6 de noviembre de 2006 a las 12:10

Querido Sixto Hay tortas y tortas. Poner la otra mejilla no nos exime de saber quién me ha pegado, ni de exigir la verdad. Así nos lo indicó el Señor en su procesamiento. Con escasa diferencia de semanas, un teólogo de una asociación que se ampara bajo el nombre de un papa bendito y hoy en los altares y Savater abundan en el mismo ataque contra la Iglesia. Según el primero, el Pontífice se oponía a la evolución.´Al remitirle a un texto contemporáneo de Nature que llevaba por título "When Science and Religion Meet", que presentaba con objetividad la actividad de Benedicto XVI al respecto, respondió como suelen hacerlo con un ataque ad hominem. En el Babelia del sábado último, Savater dogmatiza con entera falsedad: "Se recupera a Darwin y se desmonta por medio de la evolución el providencialismo teleológico del que parten todos los clérigos." Es falso que se recupere a Darwin: nunca se le ha desterrado. Ni la evolución desmonta el providencialismo; es otra mentira. La acción divina, sabido es, opera a través de las causas segundas. Pero miente con rotundidad en ciertos medios y nadie osará contradecirte. Hay tortas y tortas.

FF
6 de noviembre de 2006 a las 15:27

Todas las tortas que quiera, pero todo el evangelio también: ...."si te abofetean en la mejilla derecha, pon la izquierda"

neferet
7 de noviembre de 2006 a las 11:40

El anhelo de tracendencia que desde siempre ha sentido el hombre no nos separa sino que nos une. El problema creo,son las verdades absolutas excluyentes, que utilizamos desde nuestras limitaciones para intentar acotar un ser ilimitado e incomprensible al que llamamos Dios.
Creamos diferencias para poder identificarnos con ellas y obtener cierta seguridad de la que por nuestra naturaleza propia carecemos.
Dios es uno, y debemos aprender a verle desde cualquier punto de vista y desde cualquier manifestación cultural, porque en el fondo estamos viendo lo mismo pero con diferentes ojos. Los ojos de otra cultura y de otras vivencias, tan válidas como las nuestras.
Me remito a ese dominico que decía que hay que saber recibir la verdad venga de donde venga.

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