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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

21
Dic
2006

Una firma sin carta

3 comentarios

Nos dice Shelley que los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo. Los poetas son profetas, no en el sentido de predecir cosas, sino en el de generar poderosas visiones del mundo, de la realidad. Lo que preside la vivencia íntima y común de la navidad son formas poéticas a las que no se debe interrogar más allá de lo que quieren decir, porque la poesía sugiere, acecha por los flancos y nos alcanza si nos dejamos alcanzar. Por supuesto que uno es muy dueño de decir ¡vaya bobada!, pero, curiosamente, con eso la poesía emite su juicio y resulta que el juzgado es el juzgador. ¿Qué quiero decir con esto? Pues algo tan sencillo como que, si alguien, con no sé qué criterios, responde a ese bellísimo poema de Quevedo que termina con "Su cuerpo dejará, no su cuidado/ Serán ceniza, mas tendrá sentido/ Polvo serán, mas polvo enamorado", con un "¡qué estupidez!" no está juzgando el poema, sino está emitiendo un juicio sobre su propia condición. Algo así sucede con la navidad. No somos nosotros quien la juzgamos, sino que es esta fecha iluminada en el calendario la que nos juzga. Es cada quien el que se pone en evidencia según el veredicto que emita. Y ojo con esto, porque lo que es una constante histórica es que los dioses son más fáciles de eliminar que los demonios, de manera que a fuerza de expulsarlos, vamos dejando espacio para las miserias personales y colectivas que luego se plasman en nuestros juicios. Esto me recuerda una anécdota que no recuerdo dónde leí ni quién protagonizaba. Se trataba de un escritor que recibía muchas cartas de halago o de escarnio. Un día le llegó una, totalmente en blanco, salvo la palabra “idiota” escrita en el medio del folio. A lo que el buen señor respondió: “¡Qué raro! Había recibido muchas cartas sin firma, pero nunca antes una firma sin carta”. Así obra la navidad.

 

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el marinero de los monegros
22 de diciembre de 2006 a las 10:44

Quizás por eso, porque la Navidad nos interpela, nos interroga, tratémos de dispersarla entre tanto envoltorio, lucecitas, prisas, etc. Por favor, esta Navidad que no nos quedemos con el envoltorio, que tengamos la valentía de dejarnos interpelar por el Niño que viene.
Sixto !Feliz Navidad!

Makarioteros
22 de diciembre de 2006 a las 13:14

Querido Fr. Sixto: tu buen humor hace agradable leerte cada vez que escribes. Hoy tienes más razon: La Navidad no es entendible del todo sin la poesía. No es Navida si no hay un pequeño tono simil-cursi, sensible.
Me gusta el comentario del marinero de secano.
El que Dios quisiera mandarnos asu Hijo, que se le devolvieramos hecho unos zorros el viernes santo y que aún nos deje respirar tiene que hacer que sintamos moverse las lágrimas ante un relato navideño, ante un belén, o viendo la carita de mi nieto cuando señala con sus manitas a todos los personajes y, señalando al portal, dice "ahí'ta nené".
Nada más. FELIZ NAVIDAD a todos y que Dios os / nos bendiga.

JMValderas
24 de diciembre de 2006 a las 12:10

Querido Sixto La asociación que haces de la muerte, en el poema quevediano, con la vida, con la navidad, tiene hoy especial resonancia para la Iglesia. Acaba de morir para la Tierra y nacer para la vida eterna Mariano Artigas, uno de los hombres más valiosos para la Iglesia del siglo XX. Discípulo directo de Escrivá de Balaguer, fue doctor en físicas, en filosofía y licenciado en Teología. Ocupó cargos directivos en la Universidad de Navarra y en otras. Hombre de profunda fe y amor mariano, empeñó toda su vida en la frontera de la defensa de la Iglesia, en las relaciones de la ciencia y la teología. Su obra con William R. Shea, "Galileo in Rome" ha significado una visión equilibrada del famoso juicio. Ha tenido su prolongación en "Galileo Observed", todavía con la tinta fesca. Tras Galileo se empeñó en restablecer la dignidad de la Iglesia tan aseteada con las visiones sesgadas del evolucionismo. Siempre abierto al diálogo. Siempre estudioso profundo de la ciencia y la teología, como buen tomista formado con dominicos romanos. Recio y tierno, amó a la Iglesia mientras se reía del cáncer diseminado que le desmenuzaba. Tuve el enorme privilegio de que me tomara por amigo. El que fue mi hermano mayor, propagador de la fe opportune et importune. Su paso por el mundo ha sido un regalo para fieles y no creyentes.

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