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Dic2016La tecnología incorporable a no sé qué
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Dic
Acabo de leer que un director de orquesta echó del auditorio nacional a un señor al que le sonó el móvil. Si viniese a una iglesia… El agente y “general manager” (sea lo que sea eso) del director afirma en el período una cosa tan mágica como esta: situaciones como la de este miércoles establecen "un debate sobre cómo podemos incorporar nuevos lenguajes al mundo de la música clásica, al mismo tiempo que se produce un respeto máximo a los artistas que están sobre el escenario". No sé qué querrá decir con eso de aplicar los nuevos lenguajes al mundo de la música, como no sea cómo podemos integrar la musiquilla ratonera del móvil ‒hay algunas extraordinariamente desagradables, supongo que para que el afectado coja el teléfono lo antes posible… Pero el hecho es que, casi como una ley de Murphy, cuanto más fea es la música más tarda el buen hombre en cogerlo‒ dentro del alma de Haendel. Más allá de la respuesta muy deficiente de este manager, hay un hecho que ya los teóricos de la tecnología anunciaron hace casi un siglo: la tecnología cambia todos nuestros conceptos. Suele decirse que la tecnología es neutral y que todo depende de lo que se haga con ella. Es mentira. La tecnología cambia radicalmente nuestra idea de qué es arte, qué es vida, qué es salud, qué es un espacio y un tiempo para uno mismo, qué es lo civilizado, qué es la democracia... Cada vez que uno echa mano a un artefacto de estos está afirmando que pertenece a un mundo muy particular, en el que un despiste o la falta de educación interrumpen un concierto, un oficio religioso o la amena conversación con un amigo. La tecnología, lejos de ser neutral, nos cambia en la misma raíz. Está bien ser consciente de ello. Ahora vamos a ver qué inventamos para poder ir a rezar sin horrores musicales.