Logo dominicosdominicos

Blog Bitácora Véritas

Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


Filtrando por: 2006 quitar filtro

26
Dic
2006
Sentidos para 2007
4 comentarios

En estos días hacemos el recuento de los que se han ido y los que se han quedado, recordamos a los que ya no están, por eso a veces las navidades son un tanto melancólicas. Pero al mismo tiempo, celebramos a los que han venido al mundo en este año. Cada una de esas personas es una encarnación de sentido. Los medievales, haciendo sus hermenéuticas, decían que las Escrituras tenían varios sentidos: literal (los hechos), moral (las consecuencias de los hechos para la acción), alegórico (lo que toca a la fe) y anagógico (lo que hace referencia a lo que nos cabe esperar). Y sin embargo, no faltan los columnistas de periódico que, anclados supongo que en esa fase que los psicoanalistas llaman oral (quizá algunos hayan llegado a la anal) leen la Biblia desde una sola óptica (lo cual no sé exactamente a qué fase del desarrollo religioso responde, quizá a la infancia, en el sentido de infans, es decir, de carente de habla, pues en cuanto uno empieza a hablar, el sentido se multiplica). Uno se pone estos días a hacer recuento y el sentido de los hechos y de las personas exuda por los poros de la realidad. Cada uno de los acontecimientos que hemos vivido este año que se va es puro sentido encarnado. Y los cristianos hacemos esa lectura desde nuestra óptica, que es una y es múltiple al mismo tiempo. No caben dogmatismos, sólo caben la fe, la esperanza y la caridad. Desde ahí es desde donde yo saludo la entrada del nuevo año. Feliz 2007 a todos. Y gracias a todos los que han leído este blog, que sólo adquiere sentido (de nuevo el término clave) por los recipientes. Hasta la vuelta de vacaciones.

Ir al artículo

25
Dic
2006
¡Qué bello es vivir!
1 comentarios

Hoy, día de nochebuena, he podido cumplir todo mi ritual de esta fecha, que comienza por las vísperas comunitarias, con admonición prioral incluida, cena conjunta de las comunidades de San Pablo y San Gregorio, misa del gallo (y para solemnizarla he sacado del armario mi capa dominicana, para que viese luz y me diese algo de calor) y luego algo que no puede faltar ningún año: ¡Qué bello es vivir!, la maravillosa, excelente película de Frank Capra que se suele reducir al epíteto de película que encarna el humanismo cristiano. Es cierto, sin duda, pero es mucho más. He pensado mucho sobre esa película, porque la he visto unas 20 veces, en español, en inglés, y porque no he tenido ocasión de verla en otra lengua, que no por desconocida para mí hubiera sido óbice, tan enamorado estoy de esa película. Los primerísimos planos de George Bailey y de su mujer, delatando el horror que se abate y se abatirá sobre ellos: la no existencia, el no haber sido, son de maestro de cine (fotografía y dirección de actores).  “Soy un hombre al límite de mis fuerzas, Dios mío, ayúdame” dice George Bailey, y recibe de entrada un puñetazo (el cual, en su momento le sirve para comprender que ha vuelto a la vida). La vida de todos aquellos que le conocieron es infinitamente peor si él no ha existido (algún tonto del haba dice que es mejor porque hay más cabarets, clubs y cosas para sacarle el dinero al personal, pero olvida que hay más gente abandonada a su suerte). No me voy a enrollar, porque podría estar hablando de esta película años. Si la ponen el día de nochevieja en otra cadena, la volveré a ver, sin duda alguna, porque siempre capto algo nuevo. Si alguien no la ha visto, le ruego, le imploro que la vea. Nadie puede pasar por este mundo sin ver esa joya. Y con los ojos muy abiertos, fijándose en cada detalle de la vida de George, que somos cada uno de nosotros. Que no nos falten nunca Georges Bailey.

Ir al artículo

21
Dic
2006
Una firma sin carta
3 comentarios

Nos dice Shelley que los poetas son los legisladores no reconocidos del mundo. Los poetas son profetas, no en el sentido de predecir cosas, sino en el de generar poderosas visiones del mundo, de la realidad. Lo que preside la vivencia íntima y común de la navidad son formas poéticas a las que no se debe interrogar más allá de lo que quieren decir, porque la poesía sugiere, acecha por los flancos y nos alcanza si nos dejamos alcanzar. Por supuesto que uno es muy dueño de decir ¡vaya bobada!, pero, curiosamente, con eso la poesía emite su juicio y resulta que el juzgado es el juzgador. ¿Qué quiero decir con esto? Pues algo tan sencillo como que, si alguien, con no sé qué criterios, responde a ese bellísimo poema de Quevedo que termina con "Su cuerpo dejará, no su cuidado/ Serán ceniza, mas tendrá sentido/ Polvo serán, mas polvo enamorado", con un "¡qué estupidez!" no está juzgando el poema, sino está emitiendo un juicio sobre su propia condición. Algo así sucede con la navidad. No somos nosotros quien la juzgamos, sino que es esta fecha iluminada en el calendario la que nos juzga. Es cada quien el que se pone en evidencia según el veredicto que emita. Y ojo con esto, porque lo que es una constante histórica es que los dioses son más fáciles de eliminar que los demonios, de manera que a fuerza de expulsarlos, vamos dejando espacio para las miserias personales y colectivas que luego se plasman en nuestros juicios. Esto me recuerda una anécdota que no recuerdo dónde leí ni quién protagonizaba. Se trataba de un escritor que recibía muchas cartas de halago o de escarnio. Un día le llegó una, totalmente en blanco, salvo la palabra “idiota” escrita en el medio del folio. A lo que el buen señor respondió: “¡Qué raro! Había recibido muchas cartas sin firma, pero nunca antes una firma sin carta”. Así obra la navidad.

 

Ir al artículo

19
Dic
2006
No hay bastantes belenes para tantos tontos
4 comentarios

Si se hace una búsqueda por las obras completas del Aquinate, uno se encuentra con que el número de los tontos no solo es infinito, sino que se distribuye en diversas categorías: asyneti, cataplex, credulus, fatuus, grossus, hebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuus y vecors. Cada uno de ellos tiene unas características determinadas. No es lo mismo un cataplex que un turpis, pero ambos, al igual que los demás, se alzan sobre la idea genérica de ser imbécil. Parece que en estos días previos a las navidades han resucitado todos estos y han salido, como zombis, del subsuelo en el que se ocultaban el resto del año, para lanzarse a destruir belenes, nacimientos y cosas por el estilo. Y resulta que quien quiere defender los belenes, tiene que acudir a la idea de que es una tradición, es cultural, no es propiamente religioso. Y un cuerno. Es una manifestación religiosa simpliciter, y secundum quid un elemento cultural. Que tengamos que volver a los escolásticos para explicar cosas tan obvias es signo de que eran bastante más listos que los que hoy dirigen los colegios. Aristóteles decía aquello tan políticamente incorrecto de que “contra principa negantes fustibus est arguendum”, o sea, a quien niega los principios sólo se le puede argumentar con un palo, graciosillo que era el Estagirita. Vamos a ver, yo no sé quién se puede sentir herido por un belén, pero en último término me tiene que dar igual, porque es él el que no tiene derecho a sentirse herido. Y me explico, no crean que soy un intolerante autoritario. A mí me molesta el número 6. Sí. Resulta que no sale demasiado bien parado en la Biblia, de modo que cuando veo un 6 siento que quien lo usa está atacando mis más profundas convicciones. Es más, me he formado una concepción del mundo en la que el 6 es símbolo de imperfección, de modo que si alguien usa el 6, en cualquier situación, me hiere. ¿Qué diría usted? Pues que estoy como una cabra y que ni tengo derecho ni puedo imponer mis paranoias personales al resto del universo. Pues eso. Y si esta razón no les convence, que hable Aristóteles.
 

Ir al artículo

17
Dic
2006
Et in Sion habitatio eius
1 comentarios

“Toda la desdicha de los hombres se debe a una sola cosa, la de no saber permanecer en reposo en su habitación”, afirmó Pascal. ¡Qué gran verdad! San Agustín decía algo por el estilo: homo est bestia cupidissma rerum novarum, que traducido al román paladino viene a ser algo así como que el hombre siempre está tras las novedades (aunque sean novedades Eloína, la tienda esa de Oviedo a la que se refiere con frecuencia fr. Salus Mateos, OP). A los que cultivamos el sanísimo arte de gastar la silla y las culeras nos hace mucha gracia el “festivaleo” y la el afán de novedades que marcan nuestra época: todo es nuevo (aunque sea lo mismo de siempre) y debemos cambiar lo “viejo” por lo nuevo en cuanto esto aparece. Salir de la habitación, en sentido pascaliano, es algo que acontece de vez en cuando, pero no es el objetivo de la vida, ni mucho menos. Es más, cuando llegan las crisis sólo queremos volver a nuestro espacio propio, encerrarnos en la habitación y, quizá, llorar en soledad. Cuando a San Agustín se le murió aquel amigo de la infancia, la mitad de su alma, nos dice en las Confesiones,: factus eram ipse mihi magna quaestio, o sea, yo mismo me convertí para mí mismo en una gran pregunta, o también, en la gran pregunta. Y para responderla, hay que volver a la habitación, al lugar donde se habita, que no deja de ser uno mismo, porque nadie ni nada nos responde a las preguntas. En el fondo, cuando Heidegger hablaba de la “existencia auténtica”, la que no se distrae ni se pierde en berenjenales impropios y distrayentes, seguro que hablaba de esto. Distraerse, etimológicamente, significa separarse. Y esta época nuestra es la época de la distracción, siempre buscando lo nuevo que llene ese horrible vacío que nos deja la habitación, que colme el vacío que es uno mismo. Creo que empiezo a entender eso de que Dios habita en el corazón de cada quien. Dicho sea de paso, ayer, en El Mundo, se publicó una entrevista a Daniel Denett, en la que el eminente científico decía que la teoría de la evolución podía explicar la noción de Dios. Puede que sí o puede que no. Aun así, más allá de la noción está lo intimior intimo meo. Hoy tenía cuerpo de San Agustín, por lo que se ve.

Ir al artículo

15
Dic
2006
10 millones
3 comentarios

Acabo de leer en un periódico que en los últimos veinte años han muerto en la India  (y no de muerte natural) 10 millones de niñas. 10 millones de personas concentrados en unas líneas de periódico, pocas, menos de las que se dedica a un cantante que va a parecer en una serie de televisión, menos de las dedicadas a la reina de Inglaterra, que parece que se ha caído o se ha levantado, que tanto da. Me ha horrorizado. Ayer hablaba del sustrato cristiano de los derechos humanos. La prueba es que sería impensable que ese hecho se diese en un ámbito de influencia cultural cristiana. Impensable. Imposible. 10 millones de personas son la cuarta parte de España. Son la centésima parte de la India, el equivalente a 400.000 españoles. ¿Alguien puede imaginar que por razones culturales, económicas, costumbristas, sociológicas, filosóficas, teóricas, erótico-festivas se liquidase a 400.000 españoles en veinte años (20.000 al año)? ¿Alguien puede creer que eso no generaría una portada de un diario? Orson Welles, en Ciudadano Kane, hace decir a Charles Foster Kane que es el número de columnas que se dedican en un periódico a una noticia lo que la convierte en gran noticia, es decir, la importancia de la noticia no es algo “en-sí”, sino algo que viene construido. Pero además del pequeño espacio concedido a este drama (del que no tengo ni idea de quién responsable, pero estoy seguro de que el responsable, por muy repartida que esté la responsabilidad, existe), me sorprende (y no lo sé, quizá los medios de comunicación no se hayan hecho eco de ello, y por eso no “exista”) que no haya habido una respuesta descomunal, especialmente entre las feministas. Andamos perdiendo el tiempo y justificando salarios en bobadas (como si las mujeres europeas no fuesen lo suficientemente adultas y hubiese que mantenerlas en una minoría de edad que justificase la necesidad de intermediarios para defender sus derechos) y una causa que realmente lo merece pasa desapercibida. No hace falta ser feminista para defender que una mujer debe cobrar lo mismo que un hombre por el mismo trabajo. Para eso sólo hace falta sentido común. O no ser un cretino. Tampoco hace falta ser feminista para clamar al cielo ante tamaño asesinato de mujeres. Pero me sorprende no haber leído nada al respecto. En cualquier caso, más allá de etiquetas, pienso hacer todo lo que esté en mi mano para protestar contra lo que, en virtud de “diferencias culturales” (relativismos y cosas por el estilo), algunos consideran que no admite injerencias extranjeras y extrañas. Vaya si lo admite. Lo está pidiendo a gritos.

Ir al artículo

14
Dic
2006
Böll y el teorema de Bayes
1 comentarios

El otro día, leyendo no sé qué, me encontré con esta cita de H. Böll, que apunté con fruición de neófito esenio: “Yo antepondría el peor de los mundos cristianos al mejor de los paganos, porque en el mundo cristiano hay lugar para quienes no tienen lugar en un mundo pagano: los mutilados, los enfermos, los ancianos y los débiles. Y porque hay algo más que lugar: hay amor para aquellos que resultan inútiles para un mundo pagano y ateo”. Desde luego, a esta aseveración no se le pueden aplicar las condiciones de verdad que se exigen para un teorema lógico o para una prueba científica. Se trata de una verdad vivencial, que son las que mueven nuestra vida cotidiana. Sí, es verdadera la ley de la gravedad, y aunque esa ley tiene una incidencia básica en nuestro vivir cotidiano (pues no salimos volando, entre otras cosas, y se nos caen las carnes a media que pasa el tiempo) no nos lleva a optar, ni a elegir, ni a hacer. Lo que Böll nos dice no es que el mundo no cristiano no sea bueno, sino que el cristianismo tiene razones constitutivas. Hasta los más recalcitrantes reconocen la influencia del cristianismo en la génesis de determinados sentimientos y consideraciones que están en la base de los derechos humanos. No se trata de que los derechos humanos sean derechos cristianos. Pero sí nos da que pensar por qué se han gestado precisamente en el seno de una cultura de raigambre cristiana y resulta difícil que se implanten en otras. La cuestión no es sólo política o “cultural” (como es “cultural”, en el sentido de que siempre se ha hecho acríticamente, tirar cabras desde el campanario). Es cultural, sí, en el sentido de cultura como tradición, aquello que Hegel llamaba el Espíritu Objetivo, a saber, las instituciones y las costumbres de una sociedad. La tradición cristiana nos dice que la medida del hombre no es la utilidad, y eso es consustancial. No creo que haya otra tradición u otra cultura para la que también eso sea constitutivo. Y eso me da que pensar. Hace años, se hablaba mucho de que el criterio de verificación de la ortodoxia cristiana era la ortopraxis. A lo mejor si aplicamos el teorema de Bayes (que viene a decir, con un ejemplo –y perdón por la simplificación–, que si hay tiza, la probabilidad de mancharme de blanco aumenta; luego si me he manchado de blanco, ello aumenta a su vez la probabilidad de que haya tiza) y somos ortopráxicos, o sea, llevamos a cabo lo que dice Böll, podemos inferir que estamos siendo ortodoxos.

Ir al artículo

11
Dic
2006
No perdonan ni olvidan
4 comentarios

Acabo de pasar por delante de un cartel en el que un autodenominado “grupo antifascista” convoca a no sé qué en virtud de que ellos “ni perdonan ni olvidan”. Está claro que vivimos en un mundo en que uno puede ser lo que quiera, salvo fascista (que es un término de aquellos trascendentales que ya comentamos en otra ocasión: no tienen contenido ninguno, sólo llenan un lugar negativo en una frase). Si uno es pederasta, pues a lo mejor puede encontrarse justificación psicoanalítica en un padre que lo maltrató de niño, sobre todo si pertenece a las élites de opinión (el otro día, en una mesa redonda a la que asistí, a uno de los contertulios le faltó medio suspiro para equiparar a los pederastas con las mujeres de hace treinta años, que no tenía derecho a sacar dinero del banco). Lo dicho, que uno puede ser cualquier cosa menos fascista. Pero yo sigo sin saber en qué se diferencia un fascista de un político o de un prelado que, porque le sale de sus reales pechos, designa a éste o aquél para este puesto o esta candidatura, sin importarle lo que piense el resto del mundo. Pero bueno, la historia será benévola con ellos. Al fin y al cabo, el juicio de la historia les importa a los presentes. A los pasados tanto les da que les da lo mismo. Lo que me inquieta es eso de “ni perdón ni olvido”. Hace un cierto tiempo, reseñé para la revista Estudios Filosóficos la obra de un “pensador” (entre comillas, porque pensaba muy poco y tengo que confesarlo, puse la obra a escurrir, porque era francamente mala, pero eso sí, un éxito de ventas) que pedía la llegada de una época postcristiana (sin aclarar lo más mínimo qué demonios era eso, para ver si colaba el epíteto y en cien años le izaban a los altares de la nueva cultura). Pues a lo mejor ha llegado. Antes del cristianismo el perdón no era la virtud por antonomasia (no significa que los anteriores no perdonasen, pero era más virtuoso cepillarse a los enemigos, y si no, a la épica homérica me remito) y creo que después del mismo, si llega ese después, tampoco lo será. A lo mejor estos antifascistas anuncian la llegada de una nueva era y yo no me he enterado. Iré pidiendo plaza en algún sitio donde alguien tenga aún la capacidad de perdonarme cuando meta la pata, quizá en la cartuja esa de “El gran silencio” (que aún no he visto). O en casa de mi madre.

Ir al artículo

7
Dic
2006
Al pez le dio un ictus
2 comentarios

Estaba leyendo un dominical de esos llenos de fotos y de cosas que, como a Sócrates, me hacen exclamar: cuántas cosas que no necesito. El dominical en cuestión, dedicado a moda de esa que está al alcance de cuatro (¿para qué demonios quiero yo un coche de más de un millón de euros?) dedicaba un artículo a los logos, antes llamados logotipos, que a mí personalmente me encantan. Y creo que son, o al menos fueron, una manifestación artística bien genuina, al menos lo fueron durante un período del arte pop, antes de que este mismo movimiento replegase velas hacia lo esotérico. Pero bueno, la cuestión es que la periodista que elaboró tal escrito nos dice que uno de los primeros logos fue el pez “y la palabra griega ictus (sic), que significa pez”.Vamos a ver, alma de cántaro. Ictus es una palabra latina que significa golpe, estocada, como la que el gladiador le metía a su adversario si le pillaba desprevenido. La palabra griega es ichthús, o, con otra transcripción menos popular, ijzús. Entonces sí, entonces coinciden las letras del pez griego con aquello de Jesús Cristo Dios Hijo Salvador. Pero no, mujer, el ictus, aunque en el diccionario de la RAE aparece como segunda entrada, se ha popularizado como ese ataque cerebral que le deja a uno patitieso. Seguro que en el juego de significantes puede encontrar usted alguna relación entre el pez, Cristo y el ictus, pero bueno. Lo que me da que pensar es que si en aquello de lo que uno sabe algo le complican la vida de mala manera, con errores que no se tolerarían a un alumno de primero de carrera, ¿qué será de la información que nos proporcionan sobre aquello de lo que no tenemos mayor idea, como las opas hostiles o el conflicto albano-kosovar? Ay, ay, en qué manos estamos. Y luego nos quejamos de las manos de Dios.

Ir al artículo

6
Dic
2006
ITV VIP
1 comentarios

Hoy he ido a pasar la ITV de nuestra pobre furgoneta, que va perdiendo aceite por todos los poros mecánicos. Siempre voy temiendo que esta vez no la va a pasar, porque ronronea el motor, aunque a veces me parece que muge, o fallan las bombillas sin saber cómo ni por qué. La cosa es que la señora que daba los papeles, o mejor dicho, concedía, porque parecía que uno estaba solicitando un aplazamiento de la ejecución de una sentencia, se daba tanto pote para acá y para allá, tanto tiempo robaba a los pobres clientes que allí hacíamos cola, contando dinero, moviendo papeles, supongo para no quedarse ni un minuto más en su trabajo, no fuera a ser que tuviese que hacer horas extras impagadas, que supongo que lo hacía para que el público fijase su mirada en ella, digo yo, porque si no no me lo puedo explicar. En todo caso, allí estaba yo. Ella no se dignaba a mirarme, para no establecer contacto visual (que es la primera forma de contacto) y yo le respondía con la misma moneda, como diciendo que me lo estaba pasando bomba viendo cómo entraban y salían probos operarios. Así están las gallinas metidas en jaulas: no se miran para no establecer contacto, porque puede ser interpretado por la compañera, según nos dicen los etólogos, como una invasión del espacio ajeno. En mi caso no era por imitación gallinácea, sino por no regalarle mi tiempo mirando el bobo despliegue de importancia que iba derrochando por donde pasaba. Así que me dije: mi tiempo es mío y hago con él lo que quiero, aunque usted me obligue a esperar. Así que, por asociación de ideas, andaba pensaba en eso de los VIP. Hay VIP por todas partes. Los revolucionarios franceses y americanos creyeron haber acabado con la aristocracia, jaja, ilusos. Lo que hicieron fue crear una nueva. Esa diferencia que establece ir en primera en el avión, o entrar en las salas reservadas a la gente bien, tener una puerta de atrás o un pequeño palco reservado. Y todo ya no por nacimiento (jaja, vaya que no), sino por mérito (ya me dirán cuál, salvo en muy contados casos). Para mí los VIP son las personas a las que quiero. Y no entiendo por qué socialmente se acepta, sin mayor crítica, ese tipo de separaciones. Si usted es VIP, la sociedad le sonreirá. Si no lo es, ah, lo siento mucho. Y no soy de los que anhelan la igualación por debajo. Al contrario: todos VIP.

Ir al artículo

Posteriores


Suscripción

Suscribirse por RSS

últimos artículos

Archivo

Logo dominicos dominicos