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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


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25
Dic
2010
Gracias a Bailey
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Para mí, como ya he contado, no hay película navideña semejante. “¡Qué bello es vivir!!” es filosofía y teología narrativa, como sólo puede hacerlo el cine. Primeros planos de rostros desencajados que retratan perfectamente la preocupación de una mujer por su marido, la desesperación del padre de familia que se ve abocado al desastre, la incredulidad del que comprende que no existe. Y éste es George Bailey, el tipo al que se le aparece un ángel y es absolutamente incapaz de creerlo (como en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro: aunque un muerto se les presente…): George Bailey busca todo tipo de explicaciones, por extravagantes que sean, antes que aceptar que en su vida se ha obrado un milagro. Y en esas llevamos 2000 y pico años, dejándonos medio convencer por interpretaciones más o menos científicas, históricas, mágicas o de la “new age”, antes que aceptar que la Navidad es de verdad lo que es. Por eso estoy tan agradecido a Frank Capra y a su George Bailey, porque cada navidad ponen el recuerdo que actualiza la importancia de cada vida humana, como uno de los elementos centrales del misterio de la Navidad (porque Dios no se hace fuerza cósmica o libro, sino que se hace persona). Y encima, por no sé qué historias legales, sin derechos de autor. Gratis et amore. ¿Será casualidad? Lo dudo.

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25
Dic
2010
O che bel stare è stare in Paradiso
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Y para felicitar la navidad, nada mejor que una magnífica y bellísima pieza de música, compuesta cuando en el mundo no se creía que las cosas tenían que ser necesariamente difíciles, raras o ajenas a nuestras expectativas para ser verdaderas, es decir, antes de que la modernidad nos hubiese puesto un canon y un peaje bastante caro, seguramente liberador, pero también, un fardo bastante pesado, como han mostrado los hechos. Se trata de una obra anónima (¿por qué me gustará tanto esta idea?) que nos cuenta lo bien que se está en el paraíso, donde siempre se vive en fiesta y risa, viendo el rostro divino, donde se tendrá lo que se quiera y lo que no se quiera, pues no se tendrá… mientras que en el infierno a uno le acontece todo lo contrario, además de una serie de inclemencias meteorológicas bastante simpáticas. Algunos dicen que esta imagen es infantil. Quizá sí, pero sólo en el sentido en que infantil indica la incapacidad de nuestro lenguaje para hablar de muchas cosas, y por eso hay que cantarlas, reírlas o relatarlas de ese modo que se sabe que está más allá del lenguaje. Y así, esta chacona es performativa: da vida y cuerpo a lo que relata, porque si el paraíso es fiesta y risa, escuchar chaconas seguro que es parte de esa idea, de esa suerte de navidad perpetua, rostro frente a rostro.

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23
Dic
2010
Feliz navidad 2010
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Y casi llega la navidad, así, sin darnos cuenta, como todos los años. Como punto focal del decurso temporal que es, nos toca en estas fechas hacer recuento del pasado y promover los planes de futuro. Pero para eso no hace falta que sea navidad. Simplemente basta que estemos en el solsticio, que, además de afectar al ánimo, tiene un enorme significado cultural. La navidad no deja de ser una fecha religiosa (como su nombre indica) que se puede vivir sin gastar un duro, aunque el carácter de don de la vida y de las cosas buenas que la constituyen se muestra donando. En fin, deseo que todos los que de vez en cuando se dejan caer por aquí tengan una muy feliz navidad, porque, como dice este hermosísimo villancico, si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

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12
Dic
2010
El Bach de Harnoncourt
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Me ha encantado la entrevista a Harnoncourt que se publicó en el Babelia de hace una semana. Este músico es uno de los que ha recuperado una forma hermosa de interpretar la música barroca (y a partir de ahí, casi podemos decir, toda la música antigua, ya que algunos llaman así a toda la música que se crea hasta J. S. Bach, éste incluido). Y es que este espléndido músico puede decir que la música bachiana está consagrada a la gloria de Dios. Y uno dirá que vaya cosa, que eso lo sabe cualquiera. Bueno, no era la moda hace unos años, es decir, la historiografía revisionista se basaba en diversos pasajes de la vida de Bach (su enfrentamiento con sus superiores eclesiásticos en alguno de sus oficios, su utilización de recursos profanos o la composición de una enorme cantidad de obras no religiosas) para aventurar la imagen de un Bach casi postmoderno, que toma lo que le parece de la tradición luterana y va a lo suyo, a su “arte”, que es fin en sí mismo. Aparte de ser una concepción anacrónica del arte, los textos autógrafos de Bach no pueden ser más claros. Una de sus obras magnas, de obligada interpretación para cualquiera que se inicie en el arte de tañer el órgano, es el Pequeño libro de órgano, cuyo incipit reza: "Pequeño libro para órgano, en el que se imparte al organista principiante enseñanza sobre toda suerte de maneras de desarrollar un coral, así como para mejorar su técnica del pedal, puesto que en estos corales el pedal está tratado por completo en obbligato. Para honrar al solo Dios altísimo y para enseñanza de mis semejantes". Y así podemos recorrer encontrar casi confesiones de fe en varias de sus obras. Por supuesto que uno no tiene por qué convertirse en Bach para disfrutar de su música. Pero de ahí a trasladar las propias convicciones al mismo proceso creativo de Bach media un abismo (hermenéutico e historiográfico). A veces, para decir cosas obvias hace falta ser un tipo grande, como es Harnoncourt, quien afirma que "entender que el arte es lo que nos hace humanos puede ser una especie de bendición relativa a un sentimiento religioso. No existe pueblo en la tierra, entre Siberia o África, que no consagre su creatividad a un sentido elevado. Siempre nos enfrentamos a un gran misterio sobre lo sagrado".

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8
Dic
2010
Se juntan un nombre y una idea
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Hace tiempo, un periodista, no recuerdo en qué medio, hablaba de la fiesta que celebramos hoy como la conmemoración del nacimiento virginal de Cristo. Tal cosa sólo indica que lo que era una cultura compartida hace tiempo va dejando de serlo. No seré yo quien hable de esta fiesta desde el punto de vista teológico, que es bien complicado, aunque la devoción sobrepuja las elaboraciones abstrusas.
Esta mañana, tratando de buscar algo para tocar en la misa relacionado con la Virgen, pasaba una larga serie de corales, sólo para darme cuenta de que la tradición luterana, que tanto ha hecho por la música, no me ofrecía nada para hoy. La música española, en cambio, es un despliegue constante de glosas, variaciones y otra serie de piezas que tienen por tema melodías marianas. No sé si la cristiandad está dividida por esta cuestión mariológica (creo que cada vez menos, a pesar de las diferencias en superficie), pero seguro que se podría aplicar a la fiesta que celebramos hoy lo que C.S. Lewis enunció con motivo de la muerte de su amigo Charles Williams (quizá haya traído ya a colación esta frase que me impactó tanto) : “ningún acontecimiento ha corroborado tanto mi creencia en la próxima vida como lo hizo Charles Williams simplemente muriéndose. Porque cuando la muerte y la idea de Williams se unieron así en mi mente, lo que cambió fue la idea de la muerte”. Algo así, seguramente, es lo que sucede con la fiesta de la Inmaculada. Cuando el nombre de María y la idea de aparecer en el mundo coinciden, lo que cambia es nuestra concepción de entrar en el mundo y de empezar a existir.

 

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6
Dic
2010
Otro Turner
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Acabo de ver la noticia del nuevo premio Turner, un galardón que fue “rompedor” en su día y consagró infinidad de cosas bajo la categoría de arte (cosas que, dicho sea de paso, llevan 90 años siendo casi lo mismo). Ni me sorprende ni me deja de sorprender. Obviamente, el gusto no tiene nada que ver con esto y sí una gran semántica, como deja entrever la artista, que nos tiene que explicar absolutamente todo. Hubo un momento privilegiado en la historia de la estética, que fue el nacimiento de la actitud del mismo nombre, que nos permitió ver el arte como arte, completamente al margen de su contexto de creación y de su función, en virtud de sus propiedades estéticas. Pero eso, con el tiempo, supuso un abrazo mortal que si no lo ha hecho ya, acabará matando al propio arte, que se crea sólo para ser visto, para deleitar o, ya pasando el tiempo, para provocar, cambiar ideas o generar estatus. El premio Turner, con muy poca sustancia artística, genera muchos más titulares que los miles de artistas que pululan por la calle y tienen que acabar vendiendo su voz, después de varios años de estudios de conservatorio, para cantar la sintonía del anuncio de unos calzoncillos, por poner el ejemplo. Si el talento desaparece y sólo queda la promoción, llega un momento en que el público da la espalda por completo al arte. Quizá eso haya pasado ya.

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2
Dic
2010
La censura es de hoy
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Desde que el hombre es tal se ejerce la censura. Se le cambian los nombres y se la denomina "discriminación positiva", resistencia frente a la superstición, búsqueda del interés (del tipo que sea) y se cree que se ha cambiado la realidad. Es el nominalismo que nos invade, al que ya hice referencia tiempo atrás: cambiamos los términos y creemos que, con ello, se transforma la realidad que hay detrás de los términos (ah, que no hay realidad detrás, afirman. Bueno, dolor de muelas sin nombre, has de dejar de doler si ya no eres dolor). Las universidades, terreno donde se debaten las ideas, donde (supuestamente) forma críticamente a la gente, llevan infinidad de tiempo sufriendo una forma de censura que se disfraza de democracia: ciertas gentes se plantan y dicen que x o y no da una conferencia allá, porque en la universidad no se debe dar cabida a las "ideas", fatuas o supersticiones que defienden x e y. Luego, las ideas (o pseudo ideas) de x e y quedan reducidas al estado de psedodiscursos (o discursos falaces) precisamente porque no tienen cabida en la universidad. El obispo no puede hablar en la universidad, porque representa la superstición, dicen. Pero ¿por qué no le dejas hablar en la universidad y debates sus tesis? Los representantes de tal partido político, tampoco, porque tal y cual. Se parte de la tesis de que la universidad confiere “cientificidad” a un discurso y no es así: precisamente la universidad es el foro de debate donde, incluso, se discute en qué consiste la cientificidad, la veracidad, la verdad…, y la misma censura. Porque habrá que pensar que el que, por ser vos quien sois, no se os permite entrar en la universidad a contar algo es una forma de censura clara y palmaria, por mucho que le cambiemos el nombre y la llamemos protesta catafática. Da lo mismo, la rosa olerá igual aunque la llames “asor” (y ganará el estatuto de palíndromo). La cosa sigue. Sólo cambian los detentadores de la cosa.

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1
Dic
2010
Aleluya de la calle
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Muchos filósofos han reflexionado sobre la vida como obra de arte. Creo haber puesto más ejemplos en alguna ocasión de que esto no consiste, seguramente, en disfrazarse de sabe Dios qué o en hacer cosas raras por los mundos de Dios. El arte casi siempre (hasta hace bien poco) era un elemento de identificación comunitaria, de cohesión, de belleza y que, por lo mismo, cambiaba la cara de los artistas y de los auditorios. Cuando el artista y el auditorio se identifican, la cosa se acerca a lo sublime. Tal es el caso de este Aleluya de Haendel cantado en medio de una “plaza” de estas americanas en las que la gente se sienta a comer hamburguesas y otras ambrosías. John Dewey detestaba la concepción museística del arte, esa idea de que el domingo nos toca ir a ver belleza al museo del mismo modo que el lunes no toca ir a ponernos rulos a la peluquería. Para convertir la vida en obra de arte o para reconciliar arte y vida no hay que convertir los váteres en arte ni otras patochadas semejantes. Basta con ponerse a cantar a Haendel a la hora de la comida. Todos considerarán que les felicitan las Pascuas y su vida será un poquito mejor.

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27
Nov
2010
I want to believe
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Habitualmente traemos a nuestra conversación a pensadores atormentados que, sin creer en Dios, quieren creer, quieren que exista, necesitan que haya un Dios que dé sentido o cosas por el estilo. Y nos maravilla, nos parece sensato, a veces hasta lógico que haya buscadores de Dios. Hay un número grande de personas aparentemente indiferentes a la cuestión, parece ser, que buscan sentido en otra serie de cosas y se conforman, según dicen, con lo dado en el presente (¿podrá haber sido el presente si no hay futuro en "alguna parte" en el que haya sido?, se preguntan algunos). Hay quienes no encuentran razones para creer en Dios (lo que Nicholas Rescher llama ateísmo doxástico), por lo que sostienen la opinión (doxa) de que Dios no existe. Y hay aún un último grupo (los ateos axiológicos) que no quieren simplemente que Dios exista, no pueden tolerar un mundo con Dios. Si aquello nos parece normal (los que no creen pero quisieran) esto último parece cada vez más patente (no creen –o quizá sí– y no quieren un mundo en el que esté Dios). Al final llegamos a ver aquello que subrayaba Tomás de Aquino, la importancia de la voluntad en la creencia. Si le citamos literalmente parece que estamos repitiendo algo del pasado que nos suena a chino, pero más o menos su idea es que se cree racionalmente (e insisto en esto hasta la saciedad si hace falta) porque se quiere creer racionalmente (Suma Teológica II-II, q. 2., a. 9.). Si no se quiere, sin voluntad, no hay nada que hacer. A veces no se puede, es cierto; otras, pudiendo, no se quiere. Sucede así en todos los ámbitos de la vida.

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25
Nov
2010
De gracias gratis
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Esta semana ha aparecido en el Wall Street Journal un artículo bien interesante sobre los efectos beneficiosos para la salud del dar gracias, del ser agradecidos en la vida cotidiana. Hablan en él del “efecto George Bailey”: cómo, cuando pensamos en ciertos eventos clave de nuestra vida, damos gracias por que hayan sucedido. Recuerdo que George Bailey el es protagonista de “Qué bello es vivir”, la película que enseguida toca ver, al menos a mí.
Así pues, esta investigación (el artículo dice que “muchas de estas cosas las aprendimos en el jardín de infancia o nos las dijeron nuestras abuelas, pero ahora tenemos evidencia científica que la prueba” –¿hacía falta? Para muchos sí. Bienvenida–) nos cuenta algo que ya sabíamos, no sólo que “es de bien nacidos ser agradecidos” (que algunos, desde planteamientos teóricos críticos confunden con una imposición o sabe Dios qué), sino que la gente que agradece lo que le sucede vive más graciosamente. Y es que aquí confluyen todos los usos de esa magnífica palabra que es “gracia” y todo su campo semántico: gratis, gracias, agraciado. Uno da gracias por la bondad de lo que le acontece y porque, en cierto modo, comprende que no hay manera de convertir un acto en una obligación. Una obligación nace como tal (no pasar de 120 en autovía) y en muchas ocasiones se hace tabla rasa de la misma. Pero el hecho de que alguien ayude, sea amable, me acompañe, juegue conmigo o atienda a mis explicaciones no puede (ni debe) exigirse. Hay un salto enorme que no sé cómo damos entre lo obligado y lo gratuito, y por esto es por lo que damos gracias. Los estadounidenses tienen ese día. Ojalá nosotros lo tengamos siempre.
 

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