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Blog Bitácora Véritas

Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
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30
Dic
2007
Feliz y razonante año
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No sé exactamente cómo se hace política en otros países, pero parece que en España es a golpe de manifestaciones masivas. Cada quien interprete esto como quiera, pero creo que así no se hacen las cosas, salvo en caso de guerra, cuando uno, antes de iniciar la batalla, debe mostrar a su oponente la propia superioridad. En España llevamos un año 2007 lleno de manifestaciones de todo tipo, como si el número fuese equivalente de verdad. La democracia es el sistema que mejor funciona, o el menos malo de los regímenes políticos, pero de ahí a inferir que lo que la mayoría decida es la verdad hay un paso muy largo, que no todos estamos dispuestos a dar. Hace años que no oigo aquella frase tan socorrida de “baja la voz y refuerza los argumentos”. A medida que pasa el tiempo, me voy convenciendo cada vez más de que no hay nada escrito en roca: en roca sólo quedará lo que se vaya escribiendo, lo in fieri, lo que va abriendo un claro en el bosque de las voces que se apelotonan por gritar más alto. No soy persona a la que le gusten los actos masivos y si me dicen que a un acto van a ir un millón de personas, pueden tener por seguro que yo no estaré allá (quizá por ese toque de agorafobia que de vez en cuando me sale). Dios quiera que en el año entrante todos hagamos las cosas mejor, no al modo del elefante en la cacharrería, sino buscando arrojar verdad, hacer la justicia y crear paz. Y a tortazos no se consigue nada de esto. Feliz 2008.

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25
Dic
2007
Feliz navidad con Bailey y Berger
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Por supuesto que sí. Ayer, día de nochebuena (en realidad ya el día de navidad) me puse a ver, como cada año por estas fechas, ¡Qué bello es vivir! No suelo dar muchos consejos, pero este es uno de los que me veo obligado a dar. Si no la han visto, véanla. En ella se resume perfectamente el mensaje cristiano de salvación: tu vida influye mucho en otras vidas, no sabes cuánto y no sabes hasta qué punto. Cuanto más se ve, más se aprende de esta fantástica película, cuyo estreno, según dicen, no fue precisamente un éxito, ya que la gente la consideraba demasiado desasosegante para las fechas navideñas. Quizá por eso en las Navidades de nuestros días estrenan películas de Santa Claus, que ni es santa ni santo ni nada, o de temáticas familiares empalagosas. No hay nada de empalagoso en ¡Qué bello es vivir!, nada en absoluto, ni siquiera el hermosísimo final, que surge graciosamente de esos primeros planos del rostro desencajado de George Bailey, cuando se da cuenta de que no es, de que no existe, de que lo que más quiere en el mundo no le reconoce, de que el mundo es completamente indiferente a su presencia ausente.
Además de ver la película, leía una obra de Peter Berger, “Risa redentora”. Nada mejor para celebrar la navidad que leer sobre la risa, signo de salvación. Cuando Fray Angélico pinta el paraíso, los salvados aparecen bailando y riendo. Los cristianos de cara de palo (salvo cuando tengan un motivo serio para llevar esa cara, que a veces también los hay) me hacen albergar sospechas de poco creyentes en su redención. En cualquier caso, y a lo que iba, cuando Berger habla de la confianza básica que la madre genera en el niño, a través de su voz cálida, del contacto de su piel y del calor que le proporciona (y que es fundamental para todo lo que verdaderamente importa en la vida adulta, como la risa o la fe, que están bastante relacionadas), de la calma que le trasmite cuando llora, cuanto tiene miedo, dice lo siguiente: “La madre desempeña lo que podríamos describir como un papel sacerdotal. Sus palabras de consuelo reiteran la promesa divina de redención: al final, todo se arreglará”. Esto sí que es mensaje navideño, y no el de los politicastros. Feliz navidad.

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23
Dic
2007
Navidad, solsticio y nada
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Hemos llegado a las navidades sin demasiados tropiezos. Hubo un centollo, barbado tengo entendido, tiempo ha que le dio por celebrar el solsticio de invierno. Espero que se lo haya pasado bien, pero, ¿por qué quedarnos en el solsticio de invierno? Siempre se puede ir un poco más atrás, cuando no se celebraba nada, y así, nos convertimos en gallinas ponedoras. Recuerdo que el profesor de gallego del instituto en que me cupo la suerte estudiar, años ha, cuando le preguntaban por qué no hablábamos todos una única lengua, respondía: porque eso lo hacen los perros (dicho en gallego, claro, pero no lo transcribo porque seguro que no respecto las reglas del gallego normalizado). Y es verdad. Seguro que las golondrinas perciben que hoy empiezan a crecer los días, no me cabe duda. Pero no se les pasa por la cabeza que haya un grupo de personas que rememoren una historia de salvación, una historia que a veces se ve reducida a un comer y beber que mañana hemos de morir (lo cual no justifica que haya de hacerse así y reducirse a ello, ni que hayan de suprimirse las celebraciones que presentan la felicidad compartida). Los niños cantan villancicos en sus escuelas y se ponen belenes. Los que antaño protestaban parece que este año han permanecido callados, no sé por qué razón. Quizá se dieron cuenta de que no llevaban razón y de que sus razones no tenían mucho peso, poco más que la pluma y la paja. Aunque ya sabemos que la razón no lo es todo. Pero desde luego, el solsticio de invierno tampoco lo es. Y los seres humanos somos más culturales que naturales. Alguno dirás que el solsticio es “natural”  y la navidad es “cultural”. Gran bobada. Pregúntenle a los movimientos de rotación y traslación de nuestro planeta, que seguro que es muy consciente del solsticio. Los calendarios son más cultura que ciencia y hace falta mucha cultura para cambiarlos. Si Napoleón no pudo, no creo que un quidam barbudo vaya a poder. Hacen falta razones y quiñones.

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20
Dic
2007
Realidad y diccionario
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Ayer tuve la ocasión de salir a cenar con buenas personas. En el menú del lugar al que acudimos había una carne con reducción de anchoas a la antigua. La reducción, que más o menos, y a fuerza de preguntar, me he enterado de lo que es, en realidad, más que gatronómico, es un procedimiento lógico-matemático que suele llevar las cosas al absurdo (la reductio ad absurdum, ¿quién no la recuerda?). Me hace gracia el lenguaje técnico-científico-sofisticado que la cocina ha adoptado de un tiempo a esta parte. Hay por ahí un gag muy simpático en el que unos señores van a un restaurante y el menú del día consta de sopa de fideos y tortilla de patatas. Pero, claro, no entienden qué es y preguntan. Resulta que la sopa es algo así como jugo de ave tintado con azafrán, acompañado de un surtido de productos semolares, y la tortilla es fruto de gallinácea batido, con pomme de terre y reducción de cebolla. Parece que algo no se convierte en disciplina seria hasta que no ha encontrado un lenguaje incomprensible, y que obliga al profano a mostrarse como tal profano, es decir, a preguntar, ya que no está iniciado en los arcanos de la tontería. Y eso es lo más lejano a la comunicación, a la información, y corre el riesgo de, a fuer de pretender ser interesante, generar ruido en vez de información. Lo dije tiempo ha y lo repetiré, que en eso no me canso de insistir. Prefiero un cocidito (con esas palabras, no una sinergia de cucurbitáceas con perlas de cerdo prudencialmente vaporizadas a la luz de fotones inexactos) a nada de lo que la nueva cocina pueda darme. Y ojo, que no me cierro en banda a esas ricas viandas postmodernas, ni mucho menos. Sólo me río de la teminología. Ayer nos dieron en un ágape fraterno de la universidad “crema de hongos”, que creo que era sopa de sobre de champiñones, pero como no la probé, no puedo juzgar (mas eso fue lo que me dijeron quienes tuvieron a bien paladearla). El puré de siempre ahora es crema, el caldo (mmmm), consomé, y la misa, eucaristía; la confesión, reconciliación y la plancha, centro de planchado. Eladio Chavarri, hombre sabio, decía el otro día que hay muchos (postmodernos y alternativos, eso lo añado yo) que creen que con cambiar el diccionario cambian la realidad. Y nada más lejos de la idem.

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18
Dic
2007
Escoto
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Hace un ratillo que acabo de salir de una jornada intensiva sobre Escoto Eriúgena que hemos tenido en la facultad. ¿A quién demonios le interesa Escoto Eriúgena? Pues a un número nada despreciable de gente, a tenor del público asistente. Bien es cierto que no hablamos de masas y que cualquier cantamañanas con poco que decir cuenta con más público. Pero Escoto, un tipo del siglo IX que andaba por las cortes de Carlomagno pegándose con el concepto de naturaleza, con la Trinidad y los eikones, es de una actualidad que deja perplejo. Lo que nos constituye, lo que forma esa red de ideas que constituyen nuestra civilización, y que están como larvadas en el submundo, sin que sean perceptibles a primera vista, está presente en Escoto. Siempre hay un listo (nótese la ironía) que dice que la Trinidad es cosa de curas. Nada más lejos de la realidad. Los idealistas alemanes son más trinitarios que el clero de andar por casa. Pero no se trata de defender la Trinidad a capa y espada, como hacía nuestro profesor de Dios Uno y Trino, el trinitario de feliz memoria Nereo Silanes, que no decía una frase sobre el Padre, sin meter también al Hijo y al Espíritu (y lo mismo con las otras dos personas. Seguro que ahora, en su beatitud, le estará explicando a la Trinidad cosas que ella misma desconocía de sí). Más bien, se trata de que esa estructura ternaria y unitaria nos constituye en nuestro pensamiento del mismo modo que, como decía Kant, el aire que sirve de sustento a la paloma es condición imprescindible para que pueda remontar el vuelo. Hay cosas que, por constitutivas, nos pasan desapercibidas hasta que hacemos un alto y nos ponemos a pensar sobre ellas. ¿Nunca se ha parado usted a pensar una palabra hasta que le suene rara y desconocida? Yo sí, y garantizo que la familiaridad con que uno trataba el vocablo hasta ese momento desaparece. Eso mismo es lo que hace Escoto por nosotros. Le leemos y tomamos conciencia de lo que somos y de dónde venimos (y, en cierto modo, hacia dónde vamos, que es cosa semejante).

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12
Dic
2007
La censura no ilustrada
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No sé muy bien quién o quiénes son FACUA, pero han aprovechado el tirón del calendario de Ryanair para darse a conocer. Quizá así aumenten su número de socios. Pero, aunque no sea políticamente correcto, creo que no tienen razón ni razones de peso para denunciar el tal calendario en el que aparecen unas presuntas azafatas (y digo presuntas porque no sé si lo son) en bikini, que representan, según ellos, “imágenes estereotipadas de estas profesionales”. ¿Estereotipadas? ¿Desde cuándo andan las azafatas en bikini por el avión? La denuncia es tan ridícula que aunque no merezca comentarios sí merece ser comentada. Veamos, parece ser que las tripulantes se ofrecieron ellas mismas, en libre uso de sus derechos, de sus facultades y de su libertad para posar y recaudar fondos para una asociación benéfica. Ni siquiera lo de la solidaridad ha calmado a estas fieras de lo políticamente correcto, fíjense hasta dónde llegamos. El otro día pusieron en la Sexta un reportaje sobre la censura donde la comentarista, con una voz que daba miedo, ponía a los censores (mayormente eclesiásticos) a caer de un burro por si tapaban un seno aquí, una nalga allá, si cortaban una escena de beso o si hacían pasar a dos amantes por hermanos (cometiendo un pecado aún más nefando, pero son cosas de la censura). ¡Dios, qué malos! Y qué torpes. Pero, cuando parecía que cada quien podía filmar lo que le diese la gana, resulta que no, que la censura sigue existiendo. Pues claro que sigue existiendo. Lo que me extraña es que se censuren las mismas cosas. Yo pensé que ahora sólo se censuraban ideas. Pero no, para eso hace falta leer de vez en cuando. Y cuesta.

Hace poco salieron amas de casa en cueros. No problemo (que diría Terminator); poco después, los bomberos de no sé qué sitio enseñaban las cachas: menos problema aún, al contrario, todo el mundo encantado, glosando tal hazaña. Y ahora salen las azafatas de Ryanair y las asociaciones ponen el grito en el cielo. Pues, mientras no se demuestre coacción por parte de los responsables de la compañía, yo apoyo ese calendario, que es bien chulo. Y ¿de dónde han sacado esa estupidez de que denigra a la mujer? No lo entiendo. El calendario se dirige a un público medio, y la mayoría sabemos distinguir lo ámbitos, sabemos que las azafatas no se convierten en exhibicionistas en su rutina habitual, al igual que estos que denuncian sabían que los bomberos no iban a ir en pelotas a apagar un fuego. Por supuesto que habrá algún demente que confunda las cosas. Pero dennos un crédito a la gente "normal" (pongan todas las comillas que quieran), un margen de confianza. Si por mí fuera, es decir, si mereciese la pena, también yo saldría enseñando patilla para darles en el morro a estos tiranos que nos impelen a pensar como ellos quieren. La pena que es que aquí no hay nada que ver, como dicen los policías de las pelis americanas. Al menos a los censores de antaño se les suponía algo de ilustración, cosa de la que parecen carecer estos hodiernos, que ven demonios por todas partes. Lo siento, pero me horrorizan.

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10
Dic
2007
Regalar socráticamente
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Diógenes Laercio nos cuenta que, paseando por un mercado, Sócrates exclamó: “¡Cuántas cosas que no necesito!” Hace mucho que me apropié de esa frase y, aun cuando no la diga en voz alta, la llevo siempre prendida en el ojal, como un clavel de boda. Durante estos días de puente, de relax, y por tanto de cambio de los ritmos cotidianos, he tragado algo más de publicidad de lo normal. Así que me he enterado de que hay una cantidad de cosas no sólo que no necesito, sino que no deseo y que es probable que no desease en cien vidas que viviese. Algunas de ellas vienen envueltas bajo mantos encantadores o políticamente correctísimos. Pero como tampoco soy políticamente correcto, pues más a mi favor para no desearlos. La cuestión es, probablemente, que la economía se reactive (dirá el ministro de no sé qué). Y no sé qué será eso, pero esa reactivación nos deja a la mayoría de los de a pie con los bolsillos temblando. En cualquier caso, dejando de lado esa eterna pugna entre la macroeconomía, que crece como loca, y la microeconomía, que es un desastre, lo interesante es que conviene investigar qué es aquello que, aunque no se necesite ahora mismo, puede servir en cualquier momento. Y ese es un buen regalo, un excelente regalo. Por ejemplo, un libro. No hay libro tan malo que no contenga al menos una idea aprovechable. A mí me encanta regalar libros. Sé que es una manera que compartir algo de la felicidad que a mí me provocaron, de modo que nunca es algo que no necesite (salvo los de algunos/as que no se tienen de pie, y por tanto son más bien panfletos). Como Sócrates, en esta época de circulación del don –que todas las sociedades la practican, no nos consideremos tan pecadores– trataré de regalar sólo las cosas que yo necesite.

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5
Dic
2007
Bastillas eclesiales
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Ayer por la noche escuchaba un programa de radio de esos en los que la gente da su opinión sobre un tema propuesto por los presentadores. Creo que ayer tocaba la educación para la ciudadanía (EC), porque alcancé a escuchar a un chaval que estaba absolutamente en contra (me perdí su comienzo, sólo escuché parte de su soflama) y a un señor que, después, le acusaba poco menos que de cura. El chaval venía a decir que los contenidos básicos de la EC ya se daban en otras materias, como la ética o la filosofía (democracia, igualdad, derechos, etc.) y que los profesores acababan perdiéndose en cuestiones de género, afectividad, relaciones y cosas por el estilo, que son bien importantes pero, nos decía él, que, en principio, hablar del condón o de la píldora del día después parece que no tiene mucho que ver con la ciudadanía, aunque todo puede relacionarse, poniéndose a pensar un poco. El otro señor, que había tenido, según él, una educación laica, veía detrás de todo la mano de la Iglesia, que no aceptaba el laicismo y que no quería perder el monopolio del control de las conciencias. Y me puse a pensar, y por más que lo hacía, no podía siquiera imaginar que hoy la Iglesia monopolizase el control de las conciencias. Si acaso, el País, la Cope, la Ser o el Mundo, la Sexta, la Quinta… Esos sí controlan lo que se debe pensar, filtrando la información, retorciéndola, creándola, al fin y al cabo, pero ¿la Iglesia hoy? Puede ser que peque de miopía, que, dicho sea de paso, la padezco en los ojos, pero creo que en la visión que corresponde al intelecto aún no. Cuando se crean monstruos que no existen en realidad se desvía la atención de los verdaderos responsables. La historia es muy vieja, pero se deja retratar bien en la historia de la Bastilla. La Bastilla era la cárcel más temida en París en la época prerrevolucionaria. Tomarla era algo necesario. Cuando entraron los revolucionarios encontraron allí a cuatro gatos y un tambor. Pero fue la toma de la Bastilla, de enorme poder simbólico, mas, repito, habitáculo de cuatro gatos y un tambor. Acepto el valor simbólico de tirar basura contra la Iglesia, pero hombre de Dios, ¿de verdad se cree usted lo que dice? Voy a empezar a imaginar que haría yo con tanto poder manipulador y colonizador, como si fuese una vaina de esas de la película La invasión de los ultracuerpos, a ver qué sale.

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3
Dic
2007
Toscani y los nepotes
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Hace un ratito quería escribir el blog hodierno sobre un artículo que aparece en el NY Times, en el que Stanley Fish reflexiona sobre las relaciones entre religión y ley, que no les vendría mal leer ni a los purpurados ni a las ministras/os de nuestro gobierno. Pero pensé que sería un tanto pelma y alguno podría pensar que soy un pedante por citar ese periódico todos los días. Quién sabe, puede ser. Mas nadie me dirá, entonces, que no soy progre, porque se sabe que ese periódico es adalid de la libertad y de los progres yankis, aunque dicen los que saben que en este país hay que leer el idem. Bueno, ya que lo dicen, caeré. Y caí. Y me encuentro con nuestro amigo Olivero Toscani, con su camiseta de 60 € que reza: “Es navidad, ¿follamos?” Vamos por pasos. Me parece una idea excelente la del ayuntamiento de Milán no imponer censura sobre ese eslogan. Es tan bueno como cualquier otro y además es una espléndida economía de medios. Una frase y todo el mundo habla del ayuntamiento de Milán. Consecuencias de la camiseta:

1)      Hay que ser bobo para pagar 60 € por esa camiseta cuando por el mismo eslogan, o el que usted quiera, en una tienda de todo a cien le van a cobrar un eurillo.
2)      ¿Y si le digo que sí a la mujer guapísima y turgente que lleve esa camiseta? ¿Me acusarán de acoso sexual? Bueno, ella parece que preguntaba, ¿no?
3)      ¿Y si le digo que no a la camisetera que no me parezca atractiva? ¿Me acusaran de superficial por no fijarme en la belleza interior? (Desde luego, la pregunta en la camiseta no parece querer decir algo así como “me gustaría entablar una relación profunda, en la que ambos discutamos sobre los constituyentes de nuestro Sitz-im-Leben, de cara a un posible encuentro sexual si concluimos que puede darse un fructífero encuentro mutuo”).
4)      Y si no me siento aludido por un hombre que lleve esa camiseta que, quizá, aunque lo dudo, se dirigiese a mí, ¿me acusaran de no respetar la sana diversidad genérico-sexual?
 
A mí, el resultado de la pregunta, como se ve, ni me va ni me viene, entre otras cosas porque se supone que no soy sujeto para tal pregunta (voto de castidad obliga). Y además, algún obispo está más preocupado por eso que por el nepotismo, aunque en la historia de la Iglesia se hayan dado ambas cosas, siendo peor vista ésta última, dicho sea de paso, que está bien fresquita. Prefiero, de verdad, a Toscani con sus bobadas que la cantidad de insignes teólogos (dice la prensa) que están accediendo a la dignidad del episcopado. Perdón por la mordacidad, pero en este caso, estoy un poco buñueliano: si hay que elegir, prefiero el nicolaitismo al nepotismo. Así que propongo un eslogan para otra camiseta: “Viva el nicolaitismo y abajo el nepotismo”.

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1
Dic
2007
Judas, Judas..., me suena
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¿Te acuerdas del Evangelio de Judas? No, ni tú ni casi nadie. Fue portada de todos los periódicos, supongo que la Nacional Geographic Society se forraría con la exclusiva, y un montón de gente se llevó las manos a la cabeza cuando se nos contaba que en ese evangelio aparecía Judas como un héroe. Las prisas, las prisas, oh cúan malas consejeras son: aparece un documento (o una piedra, un hueso o un chimpancé parlante) y hay que darle salida, contarlo bien pronto, porque si no deja de ser noticia. ¡Fíjate que si se nos adelanta otra agencia u otro grupo generador de opinión! ¿Por qué me he acordado de él yo ahora mismo? Por nada especial, sólo porque el NY Times traía un artículo al respecto. En él, el autor, un profesor de Biblia de la Universidad de Rice, nos cuenta que “el gran problema es que Nacional Geographic deseaba una exclusiva, de modo que exigió a sus expertos que firmasen una declaración de no revelación, para no discutir el texto con otros expertos antes de la publicación”. ¿Por qué? Parece ser que el problema es la traducción del término “daimon”, que tiene muchos significados (todos tenemos un daimon, y la felicidad, para Aristóteles es la eudaimonía, el tener un buen espíritu). Pero claro, parece ser que en el contexto gnóstico del evangelio el término tenía el significado de demonio, un eón maléfico (y los expertos paniaguados dieron por buena la traducción de daimon como espíritu). O sea, que según esta nueva versión, una vez que todos los expertos han tenido acceso a una versión más o menos autorizada del evangelio de Judas, éste tenía cuernos, rabo y olía a azufre del que tanto le gusta percibir a Hugo Chávez. Por eso, cuando le digan que “la ciencia demuestra que tal evangelio…”, espérese un tiempo, que la exégesis, en cuanto disciplina científica, va al pasito. Las demostraciones de golpe sólo las hacen las agencias de prensa y los políticos. Los demás, los que buscan la verdad, suelen ser más morigerados.

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