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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


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17
Oct
2009
Una ciudad firme
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En Sobre la norma del gusto, donde Hume se dedica a cuestiones que hoy llamamos de estética, nos encontramos con una afirmación bien interesante: aunque todo el mundo aprueba la justicia, nadie está de acuerdo en qué actos son justos. Por eso cualquier periódico que se coja estos días, en el que se nos narran los “eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” se verá que todo el mundo clama por la justicia, los que defienden X y los que defienden todo lo contrario. Y vemos que al final, el poder judicial (el ministerio de justicia, qué cosa, ¿por qué no un ministerio de fraternidad, o de libertad? Mejor no, que ya tenemos el de igualdad y, por lo que he oído, es un agujero negro que invade el puro terreno de la sociedad civil de un modo terrible) decide lo que es justo (aunque cualquiera se da cuenta de que la cosa no acaba ahí). La corte de justicia de esta ciudad, me sorprendió, tiene una representación de la justicia que no es a la que estamos acostumbrados, ciega y con la balanza, sino que es una especie de coloso, un poco repanchingado, que apoya su mano sobre una columna, alegoría que nos recuerda la idea de fundamento firme. Y yo siempre me pregunto que dónde está ese fundamento firme de la justicia (de la verdad, de la bondad…). La postmodernidad, básicamente, es la respuesta a esa pregunta: no existe (se ve en la última película de Woody Allen, Whatever Works, que es un tanto más de lo mismo, pero al menos es algo divertida, aunque no pasará a la historia de sus grandes obras). ¿No existe? Está por ver si funciona o no aquello del “suelo del ser”.

 

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14
Oct
2009
Free test
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Hoy llevo todo el día recordando a un hombre con un cartel que estaba en la universidad. El cartel rezaba (y nunca mejor dicho): “Are you going to heaven? Free test”. Y la verdad es que lo he estado recordando con una sonrisa en los labios, porque me recordaba a un chiste gráfico (una foto, para ser más exactos) que rula por Internet, en donde aparece un individuo con un artefacto hecho con cuatro cacharros que tendría por la cocina y que se ha colocado la altura de su cabeza y dice: “se hacen mamografías gratis”. Habrá sido por lo del “free test”. La verdad es que estuve tentado a ver en qué consistía el test y si no me presté (con todo el respeto, faltaría más) fue porque ya había un par de chicas allí hablando con el buen señor. ¿En qué consistirá ese test para saber si uno va al cielo? Puedo imaginarlo (ya he recogido bastante más propaganda de diversas iglesias), pero no lo he hecho, como dije, mas la curiosidad sigue ahí. Por otra parte, he de decir una cosa en descargo (si esto fuese necesario) de quien quiera que fuese que me dio un cómic sobre quién era Jesucristo (que ya no tengo), y es que, a pesar de no presentar un Cristo demasiado halagüeño (al menos tal como yo lo entiendo), una vez que el autor del cómic pensaba que había logrado la conversión del lector, le invitaba a vivir su nueva vida cristiana en una iglesia, sin especificar en cuál, no sé si por despiste o dejando abierta la puerta a la elección de cada cual. Vaya país éste para hacer ecumenismo. No creo que haya otro igual.  

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14
Oct
2009
Progres de garrafón
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Esta mañana, al hojear las noticias en El País, me encontré con la chorrada de su crítico de cine, que decía que las dos cosas que más grima de daban en el mundo (cito de memoria, no voy a perder más tiempo releyendo bobadas) eran los curas y los retrasos de Iberia. ¿Se podrá ser más cretino, pensé yo? ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Ah, sí, claro, en la Biblia del “progre” ambas cosas encajan. Puedo permitirme ser zaherido porque mi avión llega tarde (préstese atención a “mi” avión, que es algo así como “mí” médico, “mi” psiquiatra o “mi” albañil, cosa que nunca se usó en castellano hasta que tradujimos mal a los gringos. Porque toda la vida en España se llamó al médico, se fue al psiquiatra o se cogió el avión). Pero, aparte de eso, en la entrevista nos cuenta a cuántos festivales ha asistido (seguro que sin cenar en el McDonalds de la esquina por 6€), qué carísima comida le gusta y cuál es su no sé qué preferido, todo muy de la biblia progre. Porque ¿quién en su sano juicio, viviendo en el mundo en el que vivimos, con todo lo que tienen encima y debajo, puede encontrar que los retrasos y las pérdidas de equipaje de Iberia (y los curas) sean lo que más le saca de sus casillas? Si se retrasa el avión o se te pierde la maleta, te aguantas, que es lo que hace todo el mundo, y al cabreo inicial sigue la sobreposición adulta, es decir, no pasa nada, que más se perdió en Cuba. De verdad, que esta progresía de salón, que odia a los curas porque le pierden las maletas (ah, ¿no era por eso? ¿No pillé la ironía?) ha reducido la ideología a lo más elemental y más penoso. Y luego se quejan de que los talibanes anden a palos con ellos. Si son de la misma raíz: sólo cambian las ramas y los frutos.De todos modos, me doy cuenta de que nunca podré ser progre: no tengo ni tendré bastante pasta.

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12
Oct
2009
La mirada
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Una de las cosas que más llaman la atención de este país es que cada quien va como le da la gana y nadie mira (bueno, no es cierto del todo: bastantes miran de reojo, que yo lo he visto ha ciendo un experimento de garrafón, es decir, prestando más atención a los observadores que al observado). Uno puede vestir como le dé la gana, ir hablando solo, gritando, gesticulando, etc., que aparentemente nadie va a entrometerse en su espacio íntimo de gesticulación, charla o apariencia. Pero el que nadie le mire a uno tiene una consecuencia, que tiene, en parte, una explicación lingüística (eso pensaba yo en mis vagabundeos por la ciudad). Como todo el mundo sabe mirar es look, buscar es look for, cuidar es look after… Todo tiene que ver con la mirada, y si uno obtiene el bien de que nadie le mire cuando viste como le da la gana o habla con sus fantasmas, también recibe el mal de que, cuando necesita que le busquen, le miren o le cuiden, más difícilmente va a recabar estas cosas. Porque uno se vuelve invisible, para bien y para mal. Como buena sociedad liberal que es, ésta premia el éxito y el esfuerzo individual (ayer lo leía en los escritos de un padre de la patria, tal como están expuestos en una exposición de aquí al lado), pero no perdona el fracaso. Y quizá todo eso tenga, en parte, que ver con la mirada.

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7
Oct
2009
El fin del mundo
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En los dos desplazamientos que hice ayer recibí ya, como bienvenida, dos objetos de índole religiosa. Por la mañana, en la universidad, un Nuevo Testamento, al que se han añadido los salmos y los proverbios, y una lista aneja de citas para cada ocasión: si te sientes triste, lee tal, si desesperanzado, cual. Por la tarde, una chica me entregó un tríptico en el que se detallaba con precisión alarmante la fecha del fin del mundo. Por supuesto, lo leí con gusto. Quería ver las argucias hermenéuticas para penetrar en la mente de Dios, ya que si sólo el Padre sabe cuándo se va a cerrar este kiosco, me sorprendía ver datos tan exactos al respecto. Y así, el escritor, cogiendo una cita de acá, tirando de los 7 días de la creación (y para Dios mil años son como un día), de Noé, de la primera de Pedro y de no sé cuántas citas más, concluía que el año que viene, más o menos por marzo (por ahí tengo la fecha exacta, pero un día arriba o abajo poco va a cambiar) se acabó la crisis y el virus H1N1 pasará a ser historia. Efectivamente, haciendo un fino encaje de bolillos de la Biblia, considerada como un todo único y unitario y forzando un poquillo los términos, se llega a esa fecha, del mismo modo que, si se fuerzan en otra dirección, se llega a cualquier otra. Pero no me extraña tanto: los best-sellers van en esa línea, de códigos encriptados en cuadros, libros y cosas por el estilo. ¿Por qué no en la Biblia? ¿Por qué Dios no habría querido revelarnos esas cosas, pero bien escondiditas, como en una sopa de letras? Bueno, realmente Dios tendrá cosas más importantes que hacer, pero este caso me ha mostrado que la hermenéutica tiene que cuidarse y que, evidentemente, no cualquier juego cabe en la cancha. Porque aunque parezca muy arcaico este ejercicio de lectura fundamentalista de la Biblia, en realidad es sumamente postmoderno: jugamos con el texto, que no “dice”, sino que le hacemos que diga. A ver qué me regalan hoy, que yo cojo todo.

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6
Oct
2009
Philly
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Acabo de llegar a esta ciudad, Filadelfia, en la que estuve por última vez hace dos años. Desde que aterricé he tenido una extraña sensación, muy extraña, teniendo en cuenta que para pasar los controles de inmigración uno debe someterse a una batería de tests que para sí quisiera Rorschach. Y esa sensación es la de no haber abandonado esta ciudad. Esta mañana, cuando caminaba por ella, en dirección a la universidad, me parecía que no había pasado ni un solo día desde que me marché. Todo parece igual, las calles, el ritmo… Sólo me he perdido un poco en el metro, pero casi tengo que decir que no fue culpa mía, pues recordaba casi con exactitud los pasos que tenía que dar para moverme por esa red tan poco poblada de información (todo el mundo anda por allí preguntando), pero yo tenía casi mi rutina aprendida. En pocos sitios he sentido esa sensación de no haberme ido, quizá porque sí me voy, de hecho. ¿Qué tendrá esta ciudad, cuyo nombre, etimológicamente, significa tanto? Seguramente se trata de una mezcla entre lo que en cierto modo hay y cómo se abre al ojo que lo mira. Voy a ver si, en medio de esta sensación de estar en casa, puedo comprarme unos pantalones baratos.

 

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3
Oct
2009
Paine anti-estado
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Estaba leyendo un texto de Thomas Paine que me ha sorprendido, especialmente en esta época de omnipresencia gubernamental en nuestras vidas, en la que hasta las necesidades más básicas y las acciones más cotidianas vienen supervisadas (que no protegidas) por los múltiples gobiernos que nos asuelan. Dice así: “Algunos escritores han confundido tanto la sociedad con el gobierno, que han dejado muy poca distinción, o incluso ninguna, entre ellos; pero no sólo son diferentes, sino que tienen orígenes diferentes. La sociedad la producen nuestros deseos y el gobierno nuestra maldad; aquella promueva nuestra felicidad positivamente, uniendo nuestros afectos, y éste negativamente, restringiendo nuestros vicios. Una anima el intercambio y el otro crea distinciones. La primera patrocina; el último, castiga. La sociedad, en cualquier estado, es una bendición, pero el gobierno, incluso en su mejor estado no es sino un mal necesario”. Efectivamente, Paine es un liberal, no hace falta pensar mucho para darse cuenta de eso. Pero, en esta época terrible de estatalismoy burocracia exacerbados, en la que el estado no sólo trata de promover toda las virtudes (mejor, lo que el estado considera virtudes) y de erradicar todos los vicios (mejor, lo que el estado considera vicios), ¿no merece la pena recordar que hasta el mismo Aquinate afirmaba que, en ningún caso era ese el papel del estado ni del gobernante? Que cada quien cultive sus virtudes y sufra (o disfrute) sus vicios, sin que ni unas ni los otros les vengan impuestos por la tiranía de correcciones basadas en vacuos argumentos.

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1
Oct
2009
Fin episcopal
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Y sí, efectivamente, el fin de semana largo (casi 6 días) con los obispos y la Curia ha resultado una experiencia excelente. Allí nos juntamos antes que nada y sobre todo frailes. Cierto es que cada uno anda en su sitio y también lo es, como alguno decía, que para llegar a ser obispo (si uno quiere hacer “carrera eclesiástica”, por así decir), el último sitio en el que ingresa es en el convento, y más en un convento dominicano, pues, como bien es sabido, ya Umberto de Romans le dijo a San Alberto algo parecido a “antes muerta que sencilla”, a saber, “antes en una caja de pino que obispo”. Y eso siempre ha estado presente en nuestra tradición, hasta el punto de que algún obispo pedía que se aclarase la relación de los obispos dominicos con la Orden. Bueno, ya se hará. Lo importante es que nos vimos y convivimos en pura relación de iguales, con el maestro de la Orden como prius inter pares. Así es. Hasta nos reímos a base de bien cuando a uno de los obispos, en medio de la misa en latín, cantada, se le coló la rúbrica de “conuigare le mani” (que había perdido su original tinte rojo), provocando la carcajada general (con toda normalidad) o cuando otro obispo coló en el memento de difuntos latino al papa Benedicto y al arzobispo de Burgos. Si el ambiente era distendido incluso en los momentos serios, uno puede imaginarse el clima fraterno de todo el encuentro. Lo decía: ¿puede pensarse mejor plan para un fin de semana que los hermanos unidos, como dice el salmo? Seguramente no.

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27
Sep
2009
Obispos y curia en Caleruega
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Aquí andamos, en Caleruega, con toda la curia general y 17 obispos dominicos. Seguro que, desde fuera, unos pensarán que es lo más aburrido que uno puede imaginar para pasar el fin de semana. Desde luego, a mí se me ocurren alternativas, aunque tampoco sé si mejores. Conocer a toda esta gente, que viene de partes tan distintas del mundo, con oficios y encomiendas tan diversos y modos de pensar tan variopintos (demostración de que “los obispos” no identifica un universal), que reflexiona sobre su pertenencia a la Orden en esa circunstancia episcopal, y comparten sus modos de entender los pilares de la Orden es una experiencia sumamente enriquecedora. Y sobre todo cuando uno ha seguido algo de la trayectoria de alguno de los obispos que concurren en este encuentro. Junto a ellos están los curiales que, desde Roma, tienen esa visión panóptica de la Orden, de sus ascensos y descensos, sus éxitos y sus fracasos, y de todo eso se habla con naturalidad total (¿cómo si no?). Con todo este despliegue, ¿alguien puede imaginarse un fin de semana mejor? Aunque ningún fraile en sus cabales ansía estas responsabilidades y cargos (y los frailes me darán la razón), cuando a uno le toca cargar con algo de esto, venga de dónde viniere, lo mejor que se puede hacer, supongo, es llevarlo con la mayor naturalidad y alegría posible, porque de otro modo la experiencia del cargo puede convertirse en un infierno, aunque, como fr. Moisés y Terrence Malick saben, incluso ahí se manifiesta la gloria. Pero, por si acaso, los que pasen por Caleruega en estos días, dejen clara cuál es su vocación, no vaya a ser que al Espíritu Santo se le ocurra alguna locura...

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23
Sep
2009
El gel-persona
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Acabo de coger un gel de baño que tiene, para mi sorpresa “una fuerte personalidad”, según reza en la etiqueta. Si el lenguaje no estuviese tan amañado –y no nos hubiésemos acostumbrado a tamaño apaño– me echaría la manos a la cabeza. ¿Cómo puede tener personalidad un gel? ¿Acaso es una persona? Adela Cortina, en su último libro, trata de trazar, en lo posible, los límites de ese concepto, que podemos extender más o menos,… pero creo que ella acordará conmigo que nunca hasta llegar a un gel.FernandoSoria, que en gloria andará, nos explicaba aquello del prósopon, la máscara de los actores griegos, el resonare… pero también cómo la nociónde persona encuentra su origen filosófico en la aplicación que Agustín hace a la Trinidad (luego vendrá Boecio, con la definición que todos aprendimos al estudiar filosofía). Y hoy ya casi no quedan personas (por no aludir a aquella hermosa sinécdoque de “almas”: hay tantas almas en una población). Sólo hay –así lo pretenden algunos– ciudadanos y ciudadanas. Donde antes se creía que “Dios ya estaba allí” (título de aquel espléndido libro publicado en colaboración años ha por unos cuantos frailes) ahora algunos nos cuentan que el Estado ya estaba allí, es decir, nuestra constitución ya no es teológica (lo cual no me preocupa demasiado, cada quien es libre de constituirse como le parezca), sino estatal (y esto sí me preocupa): el Estado nos concede graciosamente algo que no tenemos previamente. Y eso me lleva a gritar un horreur grande. Acabo de ver en la prensa cómo enFrancia (puede ser en cualquier lugar, pero ahí llama mucho la atención) se echa a personas porque no son ciudadanos. Sonará a voluntarismo (pero esto es un blog, no una clase de derecho internacional), pero los derechos estaban antes de que el Estado estuviese ahí, porque los derechos son humanos, de los seres humanos (artículo 1 de la DUDH) y de la persona (artículo 2 de la DUDH), que, insisto, no debe confundirse con un gel de baño.

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