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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

11
Oct
2010

Detención en los pasillos

4 comentarios

Me llama mucho la atención la gente que, en los pasillos móviles esos del metro, los aeropuertos, etc., se queda parada, y no encuentro una razón, por más vueltas que le doy. Me imagino, quiero creer, que es por la analogía que establecen con las escaleras mecánicas, que, sí, son para subir o bajar, lo que conlleva un cierto esfuerzo, y más si se va cargado con la maleta o la compra. Se ve que la gente joven y ligera de equipaje baja sin más aprovechando el movimiento de la escalera, que complementan con el suyo propio. Y si uno lleva prisa, y puede, incluso sube larguísimos tramos de escaleras mecánicas a toda velocidad. Así, las escaleras mecánicas facilitan el tránsito. Ahora bien, los pasillos deslizantes no, y precisamente por esa analogía mal establecida. No hay ni una sola razón para detenerse y dejarse llevar por la superficie móvil, cuya finalidad es facilitar (no sustituir) el desplazamiento personal. Pero hay tantísima gente que se espatarra allá que, en realidad, esos pasillos, en muchos casos, en vez de favorecer el desplazamiento lo obstaculizan sobremanera.
Hace un par de días iba a cambiar las sábanas de mi cama. Tenía al lado las sábanas limpias, y tener una cama nueva me ocupaba un par de minutos. Iba a estar fuera de Valladolid unos días, así que si las cambiaba en ese momento (recuerdo, poco más de un minuto me lleva hacer la cama) cuando regresase a casa, tarde, seguramente, me estarían esperando sábanas limpias y frescas. Todas las razones me decían: cambia las sábanas. Cualquier observador sensato vería que lo razonable era cambiar las sábanas: un mínimo esfuerzo que proporciona muchos réditos. Y sin embargo, me daba una pereza totalmente inexpresable. Así que tuve que hacer un acto de voluntad (ya no de razón) considerable para dedicar un par de minutos a una cosa tan nimia, y a la vista de tantos beneficios futuros… (Akrasía llamaban los clásicos a esto).
Ambos ejemplos, lejanísimos uno de otro, me hacen pensar en todas las cosas que habitualmente hacemos y que son imposibles de explicar “racionalmente”, muchas de las cuales acaban generando estructuras, dogmas, actitudes que, analizadas fríamente, ya no sirven o, lo que es peor, minan desde la raíz la intención, el carisma o el impulso original que las iluminó. A veces, paulinamente, sabemos con meridiana claridad, quizá sólo sospechamos, qué es lo que hay que hacer, pero no hay manera de que lo llevemos a cabo. Si es necesario un acto de voluntad para cambiar las sábanas o para no pararse en los pasillos móviles del metro, ¿qué será necesario con las grandes cosas que configuran nuestra forma de vida (cristiana, dominicana)? Uau, el poder de la inercia da que pensar.
 

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JM Valderas
12 de octubre de 2010 a las 00:08

Sixto Caro: No sólo las personas, también las sociedades tienen a proseguir en comportamientos inerciales. Por citar un caso muy querido de la antropología cultural, de Freud, Mauss o Levi Straus; el arrastre de fondo de la brujería y superstición en todas las sociedades. Sobre todo, en las sociedades campesinas, como sucedía en el Medievo, y contra la que ya lucharon los exempla de los dominicos (magníficamente sintetizado en el libro de Robert Fossier "Ces gens du Moyen Age"). La cinta sin fin y tus sábanas, el quiero y no puedo paulino, tienen un componente nervioso, tan denostado hace unos días por tí. No entiendo yo la teología moral sin una base sólida de neurociencia. Una neuroteología siquiera parcial. Ojo, no estoy reduciendo la moral a la sociología y etología, al estilo de Wilson, Dawkins o Dennet. Pero si santo Tomás asoció en su tiempo las virtudes, y los vicios, a hábitos, hoy daría un paso y hablaría de unos hábitos anclados en unos "pasillos" nerviosos, unas redes sinapticas que se van grabando y nos mueven casi como si fuéramos autómatas. Aunque eso sucede más con el vicio que con la virtud. El de Aquino, lo sabes muy bien, ya dio la razón de tal discrepancia.

lola
12 de octubre de 2010 a las 09:06

Asi es, siempre me llama la atencion cuando voy en el metro, como todos suben por la escalera mecanica, haciendo una cola bestial. Yo prefiero usar la que andas, asi hago ejercicio, y me siento como una tonta, porque soy la unica.
De la misma manera a mi , como soy madre me toca no solo cambiar las sabanas de una cama sino de tres, y labarlas, tenderlas...y ¿hacerlas? depende...
La cuestion para que no te de pereza es no pensar que lo has de hacer, sino hacerlo sin mas,,,es una tecnica se llama mindfulness, no sabia que la usaba, y asi era, aunque de forma inconsaciente, da resultado.
Mi hija tambien me lo decia el otro dia, ponte a estudiar, pero no pienses, he de estudiar, he de estudiar, ponte simplemente a hacerlo. Y funciona , realmente funciona.

Observadora empedernida
12 de octubre de 2010 a las 11:34

El pararse un minuto a recoger aliento o bajar el ritmo, como puede ser el caso de los pasillos deslizante, tambíen es algo nimio que da beneficios futuros, por eso la gente lo hacemos, o al menos yo, el cuerpo para pero la mente no, quizas con ese pequeño parón cogemos fuerza para luego adelantar el trayecto, cuestión de previsión.
Lo de las sábanas es otra cosa, siempre hay que disfrutar de sábanas limpias, uy! mira me acabo de dar cuenta de otra cosa nimia que puede dar beneficios:el hecho de poner o no el acento a "sábana" (supongo que todo es cuestión de gustos).
No creo que haya que parar en los pasillos móviles de la vida cristiana, pero si se hace para coger aire e impulsarse más fuerte, el minuto perdido habrá valido la pena.

javier oregonés
13 de octubre de 2010 a las 13:24

Sixto muchas de esas explicaciones que tu razonas desde la filosofía y las están dando y con profusión eso que tu en ocasiones vituperas: la neurociencia. No hay ninguna incompatibilidad, creo yo, entre la filosofía y la neurología. Así de pasada te puedo decir que algunas cosas que como enigmas citas en tu artículo son las probabilidades intuitivas que el cerebro permanente hace, la paralización ante lo que se mueve en un reflejo intuitivo del miedo, en fin. Hace tiempo que vengo reclamando que además de frailes filósofos, que está muy bien, necesitamos frailes y seglares científicos.
Un abrazo.

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