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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

27
Jun
2017

El vuelo y la plegaria

6 comentarios
avion

He visto en las noticias que un piloto, ante una situación que se preveía complicada, pidió a los viajeros que rezasen lo que supieran. Supongo que la mayoría de los medios da esta noticia por lo poco habitual que es (hombre muerde perro). No faltarán quienes pongan a caldo al piloto por haber permitido que sus convicciones religiosas invadiesen un espacio secular y no dudo de que habrá quienes se hayan sentido ofendidos, aunque no fuesen en ese avión. Maiora videbitis. Yo agradezco al piloto que me haya recordado que, en ocasiones, la realidad está por encima de las propias posibilidades y poderes y que en la propia mano está hacer lo que se debe y se puede hacer. No más. Si el buen hombre hubiese salido de la cabina, se hubiese sentado en un asiento entre los pasajeros y hubiese dicho: esto es demasiado. Que lo arregle Dios, que es cosa suya… la cosa habría sido distinta. Pero no, agarró los controles y dijo: échenme un cable desde ahí. ¿Y qué se puede hacer desde el asiento de turista?

Hace años, en un viaje en avión, el aparato, de la edad de Matusalén, se metió en una tormenta de granizo y empezó a menearse como la barca de San Pedro el día que gritó aquello de “sálvanos, señor, que nos hundimos”. El piloto trataba de sacar el aparato de aquella lavadora atmosférica. Los motores iban a reventar y el gradiente de ascenso indicaba que el hombre tiraba de los mandos con fuerza. El ruido del granizo golpeando la estructura del cacharro imponía respeto. En el vuelo íbamos varios lectores de filosofía, puesto que nos dirigíamos a un congreso. De entre todos, el grupo más numeroso eran los nietzscheanos, que cuando la cosa se puso complicada se pusieron a chillar como alma que lleva el diablo. El resto supongo que callaba o rezaba. Me faltó tiempo, superado el percance, para acercarme a mis colegas y preguntarles dónde había quedado el “amor fati” que predica Nietzsche. No sé si las plegarías silenciosas ayudarían (sé que sí; el “sé” aquel se refiere a conocimiento empíricamente verificable, que no es todo el conocimiento), pero era todo lo que se podía hacer entonces. También gritar, claro, y tirar todas las poses filosóficas por la ventana en cuestión de segundos. Pero el episodio del piloto rezador me ha hecho recordar que lo religioso es ante todo una dimensión que se lleva puesta, y uno no se la quita cuando sube al avión.

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JM Valderas
27 de junio de 2017 a las 21:37

Caro Sixto,
Una experiencia similar nos ocurrió a un grupo de responsables de las distintas ediciones de Scientific American en un vuelo de avioneta desde la isla de Cozumel hasta el santuario de Chinchenitzá. La avioneta había perdido la radio por un ataque de la cercana Cuba. Entramos en lo que llaman la "cortina" en el Golfo de México, una auténtica sábana de agua caída a plomo. Le faltaba una uña para que cayéramos al mar. Junto al piloto iba un norteamericano de la revista que había luchado en aviación en la guerra de Corea. El japonés, más blanco que la montaña nívea sagrada de su país, le comentó: "John tú has pilotado en Corea, ¿no? A lo que éste respondió, sí, pero con una diferencia. ¿Cuál? prosiguió el nipón. Tashiro, allí tenía yo paracaidas.
El ruso, presidente de la Academia de Ciencias de Leningrado, se tornó lívido. A mí para relajar el ambiente o por miedo, le dijo: Serguei saca el icono. Pese a ser prototipo de científico marxista y ateo, me pareció entender que lo echaba de menos.

Un abrazo

José Javier
11 de julio de 2017 a las 20:05

Hace poco, en un viaje con las líneas aéreas de Qatar me llamó la atención que en los anuncios que periódicamente salían en las pantallitas ("Beba agua en abundancia, el ambiente del avión es muy seco" o "Utilice crema hidratante con frecuencia"), uno de ellos decía "Rece por su seguridad", ilustrado, claro, con la foto de un musulmán orando. Curioso.

ninariosmendoza@gmail.com
15 de julio de 2017 a las 23:13

Siempre digo a la gente q rece, cuando rie, cuando llora, cuando va, cuando viene. Quiero enseñarles lo mejor, lo q aporta más felicidad y eso es rezar.

José Antonio Martínez Climent
7 de agosto de 2017 a las 06:41

De los modos de afrontar tormentas granizadas se ha escrito poco, siendo como es asunto grave. En la natural contingencia de los meteoros hay quien vió mano aciaga y muda, que fue Conrad marinero perdido en su Tifón; haberlo hay quien venía cegado por amargas tribulaciones y que en las formidables rociadas y en las altas olas encontraba el lomo avisador de la ballena; no Leviatán, que ahí en plena mar el Estado estaba de más, sino la otra y blanca; los menos mantuvieron el cálculo y el método y afrontaron la inclemencia con ánimo positivo, no porque fueran de bobos sino porque eran científicos, como quienes subieron (o bajaron) a los polos terrestres, que en ello les iba prestigio de academia.

La lectura de la nota sixtina & tormentosa abre nuevos campos no previstos en literaturas o en expediciones. Así la de un Nietzsche en pleno fragor ventoso o de turbión. ¿Apelaría primero a Wōðanaz, dueño de la poética inspiración, para de seguido encomendarse a Þunraz, dios primigenio de las tronadas germánicas, ya con el verso afilado y el adjetivo presto? ¿llamaría a grito tonante al viejo Zaratustra, le respondería éste acaso desde el fondo de su cueva que no estaba la cosa para salir y levantar el puño contra el cielo? Igual cabe en el catálogo de filósofos razonar cómo Diógenes miraría a la nube griega descargando sus medrosas gotas sobre los campos de cardos y aprovecharía la ocasión para soltar algún epigrama grosero; o en Roger Scruton bajo británico aguacero, ajustando el tweed, disponiendo el paraguas y musitando un verso prerrafaelita de tan delicado y melancólico. Lo que uno no acierta a imaginar es cómo fuera el modo variado de rezarle a Dios si acometidos por ciclónico ventarrón que ofreciesen Francisco Papa y Ratzinguer Recluido. ¿Sería lícito pensar que el vigente, sacudido por los vientos y mordido por los rayos el avión vaticano, acudiese a Marx en la hora decisiva, abstraído como está en su materialismo histórico y dialéctico (todo lo dialéctico que pueda ser el marxismo, que ya es nada), y que el segundo, más lírico de hechuras, entonase un verso gregoriano y dulce, de esos que dichos en supremo trance a buen seguro Dios recibe agradecido de que alguien de la Sede aún recuerde aquella Via Pulchritudinis antigua y bella?

Es ejercicio vano pensarlo, lo admito, mas admito igual que la imaginación de un Ratzinguer lírico entre latines al borde de la muerte se me hace más amable.

Reciban saludos cordiales de éste suyo affmo,
José Antonio Martínez Climent
En Alicante.

JM Valderas
24 de agosto de 2017 a las 16:36

Querido Sixto,

Como responsable que me imagino en la sombra del Congreso de Traducción, un ligero apunte sobre el sumario del mismo. Sabido es que con el cardenal Besarion llegaron al concilio de Ferrara-Florencia numerosos textos bizantinos de científicos griegos que se tradujeron al latín. Piensa, por ejemplo, en los textos de Teofrasto. En esa comitiva abundaban frailes dominicos. Hubiera sido de interés alguna incursión en ese grupo.

Otro apunte. Se está recuperando, como bien sabes, la figura de Guillermo de Moerboecke en la introducción del nuevo Aristóteles. No sólo sirvió a santo Tomás, su hermano de religión, con la repercusión en filosofía y teología que ello tuvo. No estaba solo. Tesalónica era un enclave dominicano para evangelizar la poderosa colonia judia.

Me hubiera gustado disponer de tiempo y poder participar en un acontecimiento tan caro para mí.

Maria Jesus Gullón
4 de septiembre de 2017 a las 22:55

Muy bueno Sixto, estamos en las Manos de Dios.
Un abrazo!

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