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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

10
Sep
2019

Por el interés te quiero...

1 comentarios

Uno de los debates más interesantes que se han dado en la teología (y por analogía, en la estética) es el del desinterés: si en el amor a Dios se puede mezclar interés alguno (por la salvación, para evitar la condenación, etc.), si la obra de arte puede apreciarse en cuanto tal movidos por interés de cualquier tipo… El interés, tan mala prensa que tiene. En español decimos “por interés te quiero Andrés”. ¿Es malo eso? ¿Por qué tiene tan buena prensa el amor puro?

Ya en el medievo, laboratorio de magníficos pensamientos, Hugo de San Víctor criticaba el amor desinteresado. A aquellos que decían amar a Dios con amor puro y gratuito sin esperar ni desear nada de Dios los llamaba stulti, pues sostenía que el amor desinteresado equivale a indiferencia. (De sacr. II.13.8): “Como hombre no querría ser amado así por ti. Si me amases de modo que no te preocupas por mí, yo no me preocuparía por tu amor. Deberías ver si merece la pena que ofrezcas a Dios lo que el hombre dignamente rechazaría”. Vivimos en una época, aunque parezca lo contrario, dominada por la valoración de la pureza. Acusaciones de “apropiación cultural” (que es una denominación chic para la impureza), amenazas heideggerianas de ”inautenticidad” en la vida (que no deja de ser otro nombre para la impureza vital), recuerdos de cómo hasta el mismo pensamiento debe estar libre de cualquier sombra (pureza de pensamiento a la que obligan los moralizadores que escriben en los periódicos, según las normas que ellos dictan, claro)… Lo cierto es que el interés supone marcar una diferencia en el cúmulo de todas las cosas que hay, elegir poner la alma, vida y corazón en unas cosas en vez de en otras. Y eso es muy interesado, vaya que sí. A mi modo de ver, es bueno que por el interés te quiera Andrés, o dicho más claro, me interesas, y por eso te quiero. Mancharse las manos en algo supone interés. Y si alguien sigue pensando que esto arroja una sombra en cualquier tipo de amor, recuerde aquello que señala Halik, en su obra Paciencia para con Dios: “sólo en la oscuridad absoluta no hay ninguna sombra, solo el diablo ‒según las antiguas tradiciones‒ no tiene sombra alguna, porque es él mismo sombra”. La sombra del interés permite que pase la luz. 

 

 

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Mayor Thompson
11 de septiembre de 2019 a las 16:15

Todo en la vida no es ni blanco ni negro. Gracias poel blog fray sixto

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