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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor


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5
Mar
2016
El Bosco
1 comentarios

Con motivo del año Bosco, que ha traído consigo le esperada polémica respecto a la autoría real de algunas de sus obras (lo interesante es que no hay manera apodíctica de asegurar esa autoría, solo de falsarla: hay un elemento de confianza ineludible), el comentarista de un periódico señala algo que no por sabido deja de ser importantes: “las visiones diabólicas de El Bosco siguen siendo seductoras y más populares que nunca. Puede que pocos tiemblen con sus advertencias de la cólera de Dios, pero muchos buscarán en google las imaginaciones de un hombre extremadamente singular”. Esto es lo que algunos filósofos, ya desde hace un par de siglos, proclamaban cuando hablaban de la “muerte del arte”. El modo moderno y contemporáneo de asistir al “arte” es eso, moderno, como si la "obra de arte" fuese una cosa contemplada para decir: oye, qué cosa tan bonita (o tan fea, o tan conmovedora). Mírame y no me toques. Y añadirán: puedes prescindir por completo de la visión del mundo y del modo de vida en el que nací. Ah, y no te olvides de considerar al artista, ante todo, como un revolucionario que pretende cambiar con cada gesto suyo el statu quo de cada momento. Es otro paradigma, si podemos llamarlo así. La cuestión es: ¿y si uno quiere habitar en cierto modo el mundo de El Bosco (o de Fra Angélico, o de Bach, si me apuras) en tanto que parte de vivir una vida “religiosa”? A veces, ciertas formas de arte contemporáneo están más cerca de esa vida de la que el “arte” forma parte que de aquella de la que se segrega como un espacio ajeno.

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27
Feb
2016
Agustín, Edipo y Dominique
1 comentarios

Según nos cuenta el reseñista, parece que a la autora de este libro no solo no puede comprender que haya gente creyente, sino que la cosa le enfada. Le pone de mal humor hasta que nuestra amada monja del “Dominique” compusiese en su día esa canción, que no logra sacarse de su cabeza. Que ya son ganas de enfadarse.
Pensaba hacerme con el libro, pero es cierto que tengo demasiados sobre mi mesa, y he de elegir, pero si acaso alguien quiere hacerlo y luego nos cuenta su opinión, adjunto el enlace. Advierto que, según la reseña, la conversión de San Agustín es un Edipo de libro: Agustín se convirtió para librarse de su adicción al sexo, y lo que le hizo caer en ella fue ese Edipo, supongo que mal resuelto, ya que su madre era su objeto de deseo inalcanzable en la carne, pero no en su fe. Y así, en esa línea, parece que todas las demás conversiones famosas narradas tienen una causa perfectamente comprensible y sostenible dentro de nuestra concepción dominante del mundo (en la que curiosamente se acepta el Edipo, que no acabo yo de ver cómo encaja con ese naturalismo ramplón que hace que San Pablo que convierta por un porrazo contra una piedra o Chesterton lo haga para escapar de la confusión que le provocaba el mundo secular moderno). ¿No existe la menor posibilidad, por pequeña que sea, de que Dios…? No, ya no hay sitio en la posada. Pues hala. Siga usted con su Edipo superpoderoso y omniexplicativo.
Por cierto, invito a quien lo desee a leer un blog naciente y de mucha enjundia: Misericordia veritatis. Que sea por muchos años.
 

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24
Feb
2016
(El) más allá
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Estaba leyendo un artículo sobre “Transhumanismo” que me ha enviado una buena amiga, donde se detallan todas las promesas que este movimiento hace no de ser como Dios, que eso se ha quedado corto, sino algo más. Tampoco sabemos muy bien qué puede ser ese algo más, pero se está en ello.  Ya irá saliendo la cosa. Mientras esto hacía, escuchaba música en youtube. No sé qué algoritmo usa este chisme para ir presentando una pieza tras otra, pero había empezado con unas cantatas de Buxtheude y el programa me estaba haciendo escuchar, mientras leía el artículo de marras, un madrigal de Scarlatti titulado “O morte”, con la imagen de fondo de una calavera de esas que dice Eduardo Mendoza que tienen una risa totalmente fuera de lugar. En fin, que los astros se concitaron para poner sobre el tapete esas dos fuerzas que constituyen al ser humano, el ir más allá y el ir al más allá. Ya tengo alimento filosófico para pasar el día.

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17
Feb
2016
Las implicaturas de Wojtyla
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He seguido un poco el asunto de las cartas que el Papa Juan Pablo II y una amiga filósofa se escribieron durante años, del que se hacen eco unos cuantos periódicos. Y digo un poco porque ha sido eso: un poco, ya que la cosa da de sí lo que da de sí. Dentro de algunos años podrán utilizarse estos reportajes en las universidades para estudiar y ejemplificar aquello que los filósofos llaman “implicaturas conversacionales”, es decir, lo que se dice sin decirlo expresamente.

No veo el interés periodístico, para el gran público, que puede tener que Wojtyla se escribiese cartas con nadie.. Mmmm, el Papa escribía cartas, ajá. Interesante. Si acaso para un biógrafo tales cartas pueden ser material de estudio, pero eso no da para que todos los rotativos del mundo mundial le dediquen espacios, salvo por las implicaturas conversacionales. Ah, mira tú a ver... Siempre hay algún redactor que faltó aquel día a clase, se carga la implicatura y lo pone en román paladino, no vaya a ser que haya alguien venido del espacio exterior y que no se haya enterado de lo que se está realmente hablando. Y así se dice lo que no se dice, o no se dice lo que se dice, y tenemos panem et circenses para un par de semanas. Si no saben de que estoy hablando, tampoco pasa nada. No me habrá funcionado la implicatura.

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9
Feb
2016
Lutero el optimista un poquitín iconoclasta
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No sé cómo se ha colado en mi ordenador un comentario que aparece en un periódico gallego. Dado que comenzaba “el mundo que conocemos nació de la mano de un pequeño fraile que ocasionó un demoledor terremoto en la Europa del siglo XVI”, me dije: vamos a leerlo. Y lo leí (o lo leímos, por seguir con el plural este). El primer párrafo (no sé cómo sigue el texto). Y me dije a mí mismo (o nos dijimos): con estos mimbres no me extraña nada los cestos que queremos hacer. (Ya no pongo más plurales, que cansa). No sé muy bien de qué requiebro historiográfico ha salido este buen Lutero. Y pensé también: algo, algo, alguito que tenga que ver con la religión (historia, semántica, liturgia, escatología, historia de los Papas, lo que sea…) tiene que haber en la educación general, para tener un poquito de cuidado al escribir, para no decir todo lo que se piensa, pensar un poco lo que se dice... Nada más que eso. Vamos, digo yo. Y seguramente el optimista Lutero diría algo parecido si se reconociese en este textillo.

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7
Feb
2016
La Razón mayúsucula
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Cayó en mis manos un suplemento de esos dominicales, atrasado, por supuesto, que contenía una breve entrada sobre la incompatibilidad de rezar y razonar. A los que rezamos, o nos gustaría, o nos parece que deberíamos rezar, se nos mira no ya con condescendencia (que es relativamente habitual), sino como si fuésemos una especie de amenaza para la Razón. Si, con mayúsculas..., y dios, claro, con minúsculas. Este articulista no se había enterado de que, con su contentura de matar a Dios convirtiéndolo en dios no le quedaba lubricante intelectual para pasar de la razón a la Razón. La razón es una facultad humana. Y si queremos llamarla Logos, Nous o algo así estamos en nuestro perfecto derecho, pero nos metemos en un sendero con muchas estribaciones platónicas, gnósticas, religiosas en general (nuestra razón lo es en tanto que participa de la Razón) que imagino que no se le habían presentado a dicho articulista.
La tesis implícita del texticulo del dominical es que la “Razón” hace que todos lleguemos a una unidad de pensamiento (o algo por el estilo), que creará un mundo donde los intereses universales triunfarán y se impondrán, por su propio peso, por ser racionales. La religión y el rezo, por el contrario, son ese territorio confuso, oscuro, interesado, vanidoso (nada más y nada menos que pretender que el cosmos me escuche, dice el sagaz escribano) y -de su peso cae- divisor y violento. La cosa es que la filosofía lleva un par de milenios dando vueltas a los límites de la razón, que, por si sola, decía el Aquinate, puede mostrar que el universo tiene un origen en el tiempo y que no lo tiene. Por eso hilaron tan fino los pensadores ilustrados (de los que supongo que este hombre se llamará heredero) para pensar los límites y las capacidades de la razón, que no de la Razón, que es un monstruito (o los produce en sus sueños).
En fin, se ve que vivir a base de consignas twitter empobrece bastante la vida. Y la razón (o la Razón fuese lo que fuese ello). No nos quiten la filosofía del bachillerato, por Dios. O por la razón, si tiene más efecto.
 

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12
Ene
2016
El futuro perfecto es Pocoyó
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Después del lío de las cabalgatas en diversas ciudades de España, algunos internautas ingeniosos se han dedicado a enviar imágenes de cómo serán las próximas procesiones de semana Santa: unos penitentes portando espadas láser en vez de cirios, o un paso que, en lugar de portar al Cristo o a la Virgen lleva a Pocoyó que, por lo visto es un personaje que nos une a todos y que nos va a salvar de tanta cosa.
Las polémicas que se dan cuando hay elementos religiosos en el espacio público son análogas a las que se dan en el debate  más general sobre el papel de la religión en la esfera publica. En todo este fárrago se parte, en muchas ocasiones, de la idea no siempre meditada de que hay una situación intelectual, una constitución humana o algo de eso, que puede tomarse, como dirían los angloparlantes, como default, es decir, como la configuración que el electrodoméstico trae de fábrica. Si usted no toca el reproductor de DVD, de fábrica vienen estas características. Luego usted verá cómo se complica la vida, si lo quiere, como se dice ahora horriblemente “customizar”. (Perdón por tanto anglicismo, pero el inglés también es el lenguaje de los electrodomésticos con los que, por lo visto, algunos nos confunden). En fin, el hecho es que, tras esa inocencia, late una tesis filosófica fuerte: que el default, el punto de partida antes de toda manipulación, es la filosofía kantiana (Habermas), una suerte de religión “natural” que, curiosamente nunca ha existido (Hume) –será por eso que es natural, ya que en el discurso contemporáneo se equipara natural a ficticio- o, vista la hondura filosófica de parte de nuestros intelectuales y políticos, Pocoyó. Luego vendría la religión a destruirlo todo, a desunirnos y a no sé qué. No acabo de ver por qué es más natural o más neutral ser kantiano que cristiano. Como si hubiese siempre que elegir en falsos dilemas. Al final, la solución va a ser Pocoyó (ya lo indica el nombre, sí).
 

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