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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

14
Dic
2015
Luces colganderas, incluso cónicas
2 comentarios

Según cuenta Oliver Sacks, en su fascinante obra “Musicolfilia”, cuando a Ralph Waldo Emerson, que padecía una grave demencia, le preguntaban cómo se encontraba, respondía: "Bastante bien; he perdido mis facultades mentales, pero me encuentro perfectamente".
Ayer pude ver la decoración navideña que han puesto en la ciudad. Un árbol de luz que no es un árbol, sino un cono; una serie de luces colganderas que, como viene siendo habitual, se han reducido a formas geométricas que, en tanto que realidades puramente matemáticas, se suponen neutrales y sin capacidad natural de ofender a nadie.
Viendo esas cosas me acordaba del increíble número de asociaciones místicas que, por ejemplo, para los creadores de la ciencia nueva tenían los sólidos platónicos, o las resonancias que, para buena parte de los maestros de la música antigua, tiene el ritmo ternario, porque el 3 es el número de la Trinidad, por no hablar del carácter divino del círculo o la idea del número como constituyente de la intención divina al crear (el mundo está escrito con caracteres matemáticos). Alguien me dirá: pero eso es algo que imputamos a los números, los círculos o al tetraedro que, en realidad, no poseen ninguna de esas propiedades. Esa afirmación tan simple supone que los números, los círculos y los tetraedros existen en algún “lugar” o son de algún modo, antes de que los pensemos y los mancillemos con nuestras asociaciones. De repente el alguien que me dice esas cosas se ha manifestado como un realista matemático, y, si se pone a serlo de verdad, tendrá que elaborar unos cuantos argumentos para defender su posición e impedir que alguien se sienta ofendido por los números o los cuadrados.

Dudo que quien decide la decoración navideña se haya sentado a reflexionar sobre el "tercer reino" de Frege o mundos semejantes. Y sin embargo, nos dicen que estamos en un territorio neutral cuando miramos geometrías. Y así, con todas estas cosas que me venían mientras caminaba, pensaba: qué fácil es, si uno quiere, sentirse molesto por los triángulos luminosos colganderos. Se ve que he perdido más facultades que Emerson, porque del todo bien no me encuentro con los conos arbóreos. (Esto es puramente un divertimento, no lo tomen en serio).

 

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6
Dic
2015
¿Sabría María eso?
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Hoy me he encontrado con este bonito villancico, de buena música y buena letra… En una página web he encontrado esta traducción de la letra:

María, ¿sabías que tu bebé caminaría un día sobre el agua?
María, ¿sabías que tu bebé salvaría a nuestros hijos e hijas?
¿Sabías que tu bebé vino para hacerte nueva?
Que ese niño que tú diste a luz, pronto te traería a la Luz
María, ¿sabías que tu bebé dará la vista a un hombre ciego?
María, ¿sabías que tu bebé calmará una tormenta con su mano?
¿Sabías que tu bebé ha caminado por donde los ángeles pisaron?
Que cuando besabas a tu pequeño niño besabas el rostro de Dios.
¿María, sabías? ¿María, sabías?
Los ciegos verán, los sordos oirán
Los muertos volverán a vivir
Los paralíticos saltarán,
Los mudos hablarán las alabanzas del Cordero.
María, ¿sabías que tu bebé es el Señor de toda la creación?
María, ¿sabías que tu bebé gobernará un día las naciones?
¿Sabías que tu bebé es el Cordero Perfecto del cielo?
Que el Niño dormido que sostienes es el gran “yo soy”.

Supongo que para mucha gente todo esto sonará a chino mandarín, una vez que los referentes básicos se han perdido. Pero esa es una batalla pendiente. Me llamó la atención la frase: “¿Sabías que cuando besabas a tu pequeño niño besabas el rostro de Dios?”. Supongo que habrá mucha gente que piense que eso es falso. Cuando besas el rostro de tu hijo besas el rostro de tu hijo. Tautología. Nada más se puede decir. Pobre gente, pienso yo. Son, como decía Jonathan Swift, arañitas encerradas en la esquina de una seguridad que pueden proteger, esperando que caigan las moscas y con miedo de adentrarse en lo un territorio que les parece desconocido… Otros dirán: bueno, sí, pero es una metáfora y las metáforas ya se sabe, si se las toma muy en serio, uno acaba perdiendo contacto con lo real. Porque todos sabemos que las metáforas no dicen nada cierto de la realidad. Para eso ya tiene la sociedad sabios que decretan que el rostro del niño es una bonita interfaz que sus egoístas genes usan para perpetuarse. Y esto no es metáfora, sino verdad de la buena (la única posible). En fin...

Habrá, sin duda, quienes hayan tenido la experiencia de lo que relata esa frase y habrán visto en el rostro de su hijo una revelación del rostro de Dios. Literalmente. Porque el mundo está lleno de signos, ninguno de los cuales es tan convincente y claro como para que a nadie le quede más remedio que aceptar la realidad de la que son signos, pero que, al mismo tiempo, son lo suficientemente explícitos como para que quien quiera (y la fe es también un acto de la voluntad, como decía el Aquinate) se abra a esa epifanía. Algo nos dice la Navidad sobre eso.

 

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23
Nov
2015
Reza (salvo en el cine)
2 comentarios

Ciertamente, entre las múltiples noticias que caen en nuestras manos, algunas sorprenden por…, no sé por qué. Un periódico alemán informa de que un breve “anuncio” de la Iglesia de Inglaterra, que dice que “la oración es para todos”, y en el que diferentes personas, en diversas situaciones, van rezando el Padrenuestro, no puede ser exhibido en las salas de varias de las principales distribuidoras, por temor a que los espectadores se sientan insultados o molestos. Además, en su descargo, los propietarios dicen que no es habitual exhibir películas promocionales con contenido político o religioso. En fin, supongo que están en su derecho de exhibir en sus salas lo que les dé la gana… Pero si se hubiesen negado a exhibir otras películas promocionales con contenido, digamos así, social, erótico-festivo o vaya usted a saber qué, les hubiese caído la del pulpo. En realidad, es igual que lo exhiban o no. Con esta pequeña pataleta de los exhibidores, me ha llegado la noticia y yo, que de otra manera ni siquiera hubiese sospechado su existencia, me he deleitado con el fantástico vídeo. Helo aquí. Amén.

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19
Nov
2015
Ni necesario ni suficiente
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Suelen los filósofos contemporáneos, de orientación analítica más bien, distinguir las propiedades, los elementos, los componentes, etc. necesarios y suficientes que hacen que una cosa sea una cosa,  que explican un proceso, etc. desplegando una sabia escolástica que recuerda la que llevaba aquel nombre con mayúscula. Para licenciarse en Salamanca es necesario presentarse a los exámenes (o al menos lo fue en una época... Ahora quién sabe), pero no es suficiente. Volviendo a lo que decíamos ayer, para poner una bomba en un local atestado de gente no es necesario ser religioso. Una bomba la puede poner cualquiera por las razones que sean. ¿Es suficiente? No, por Dios. De momento, la mayoría de la humanidad profesa una religión u otra y no se dedica a poner bombas. Luego, si no es necesario ni suficiente ser religioso para poner bombas, hemos de pasar al terreno de las correlaciones. Y ahí la cosa se complica más. Y si se complica más, pues hombre, trátela con el cuidado que merece una cosa que es complicada y requiere cuidado y que es complicada y requiere cuidado y que… Supongo que por repetirlo muchas veces no se hará más verdadero. Pero tampoco lo es la relación de necesidad casi causal que nos establecen los comentaristas furibundos: A es necesaria y/o suficiente para que se dé B. No, hombre, no.

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18
Nov
2015
Homo sum, eso parece claro
2 comentarios

Uno se asoma a las “redes sociales” ?quizá se llamen así porque te atrapan, da que pensar? y ve que hay tortas para todos. Para los terroristas, cómo no, y para los franceses. Para los occidentales y para los del medio Oriente. Para los fríos y para los que se calientan. Para los que ponen la bandera para solidarizarse con Francia y para los que no. Obviamente, cómo no, para la religión. Seguramente sea uno de los fenómenos humanos más complejos, con más manifestaciones culturales, fenomenológicas, históricas y todos los adjetivos que usted quiera poner, y muchos se ven obligados a liquidarlas, a todas, en 140 caracteres. Sin duda, hay muchas razones en críticas específicas a situaciones específicas, pero el descrédito total de la religión al que parecen abonados algunos intelectuales no debería tener demasiado recorrido, valga la redundancia, intelectual. Las religiones o las no-religiones pueden, en la apariencia, producir los mismos efectos. No hace falta ser religioso para ser un asesino, como no hace falta no serlo. No hace falta ser ateo para ser el mayor humanista, ni hace falta no ser ateo. Homo sum. Y de ahí parte todo. Cuando se dice que quien no teme más que a Dios es capaz de cualquier cosa, se entiende que Dios es una “cosa”, una idea, un concepto, o lo que sea, que no tiene nada que ver con el ser humano. Y precisamente, las religiones postulan justo lo contrario, a diferencia del concepto que de ellas han forjado algunos pensadores. Pero homo sum, y cada quien recibe lo que ha de recibir según su conformación humana. Si eres un asesino, es posible que la religión te haga más de lo mismo, pero tampoco es necesario. Y si eres un santo, ídem. Ahora bien, para eso hay que creer, aceptar o postular que hay algo así como una naturaleza humana, y contemporáneamente eso está “demodé”. Hoy parece que somos una nada sometida a fuerzas externas de múltiples calibres. Me acuerdo de aquello de gratia non tollit naturam… O de aquello de quod natura non dat… Muchos latines, sí. Y mucho pensamiento en ellos…

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11
Nov
2015
OT (Orden de Traductores)
2 comentarios

Hoy leía un comentario fervoroso a un editor que se había atrevido a publicar la traducción de un libro de Derrida que debe ser casi ilegible, por lo que hacía notar el reseñador, que se quedaba anonadado por el pensador francés y por la valentía del editor, al tiempo que señalaba la titánica labor de la traducción… En vano busqué el nombre del traductor, que sería, sí, un titán, pero anónimo, por lo visto.
El traductor no solo es el tipo que menos cobra de todo el proceso editorial, sino el más olvidado. De hecho, para las agencias calificadoras de la actividad investigadora de los profesores (hay agencias calificadoras para todo) no cuentan. Nada. Nada de nada. Y sin embargo todos nos damos cuenta de que una mala traducción mata el mejor texto del mundo. Da igual que seas Cervantes y Ortega. Un mal traductor acaba contigo… Un traductor que no domine las dos lenguas, los giros del original y los tropos de su propio idioma mal puede hacer su tarea.
Esto parece tener bastante que ver con la idea de la predicación, que no es sino una cierta traducción. Predicar supone tener delante el mensaje originario y conocer a quién va dirigido ese mensaje, y, al igual que el traductor encuentra una fórmula feliz en, por ejemplo, el inglés, para traducir aquel célebre “desocupado lector” cervantino de tal modo que dispare todas las resonancias del original en el hablante al que va destinado, el predicador ha de tener ojos camaleónicos, cada uno de ellos puesto en uno de los dos extremos: de quién y a quién. Como un traductor. Y, como este, que sepa que no es gran negocio en términos humanos, que son los que computan.
 

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9
Nov
2015
Octingentésimo, con simplicidad
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Aunque, por lo que veo, no suelo escribir de las cosas que pasan en el momento en que suceden, la ocasión lo merece. Se trata, cómo no, del octingentésimo aniversario de la fundación de la Orden. Eso no pasa todos los días. Sólo cada 800 años. Y solo cada 800 cosas ordenadas una detrás de otra puede uno usar esa palabra tan precisa, tan preciosa y tan cubierta de polvo por falta de uso. No hay muchas cosas que lleguen a los 800 años, y si llegan, ah, es más fácil usar el cardinal que el ordinal. Pero que sea más fácil no significa que sea más correcto.
Siempre me ha gustado esa teoría que emparenta simplicidad y verdad (simplex sigillum veri), pero también me ha hecho sospechar en ocasiones. A veces sí, es verdad. Pero a veces, no. Cuando leíamos las constituciones en el noviciado ?que es cuando se leen con más profundidad, creo yo?, sobre todo la Constitución Fundamental, se nos mostraba aquel mosaico de elementos que había que articular para conformar la vida dominicana. Y no es que sea una vida simple, precisamente.
En ocasiones parece simple lo que no lo es, porque, dado su carácter genial, uno ni siquiera se pregunta por su origen o por el esfuerzo que llevó configurarlo. Parece que siempre ha estado ahí. Pero cuando se mira con detalle y se admira la perfección de la obra, esa sencillez de la apariencia revela la titánica tarea de la misma. La idea de la Orden dominicana parece una idea simple y evidente. Como la Suma Teológica. Simple. Como una catedral gótica. Evidente. No voy a decir 800 aniversario, ni a referirme a los 800 años de la fundación. Voy a hablar del octingentésimo aniversario. Así tendré presente esa maravilla de simplicidad vivida, ahora sí, como sigillum veri.


 

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21
Oct
2015
Pesadilla por indigestión de garbanzos
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Entre las cosas que nos trae la cotidianidad, hay una que, a mi modo de ver, destaca sobremanera. Es la traída y llevada asignatura de religión y demás cosas que la rodean (“pavor en torno”, como dice el salmo). Que si la quito, que si la pongo. Parece que el personal se sirve del quito-pongo, como de la yenka, para definirse a sí mismo. Ya no es, me parece: soy esto y por tanto quito la religión (o la pongo), sino quito la religión (o la pongo), luego soy aquello. A modo de ver se trata de un problema profundo, que hay que meditar con mucho tino, más allá de las cuestiones constitucionales (que son fundamentales) o de derecho internacional (que también tienen su aquel).

Los filósofos estarán en desacuerdo con que las ponga en pie de igualdad. Los de primera clase del Titanic también pensaban que la cosa no iba con ellos. Pero a estos efectos lo están. Dentro de unos años, nuestros jóvenes no sabrán quién fue Aristóteles, ni qué pintó Platón (quizá si piensan que garabateó una caverna, ya no será poco), como ya les sueña a chino la mayor parte del magma nutricio de nuestra cultura, es decir, qué le pasó a Job o quién ese tipo que aparece con un dedo a punto de meterlo en el costado de un personaje que le muestra una herida desagradable. En las clases de filosofía he de hacer referencias básicas de cultura religiosa sin las cuales no se entiende (insisto, no se entiende) a, pongamos por ejemplo, Descartes (que ya no es medieval) o Nietzsche (que no es religioso). Saber quién es Abraham no es marginal para entender a Kierkegaard, no es algo que venga desde fuera. Y sin saber qué le picaba “abrahámicamente” a Kierkegaard no hay lugar no solo para Bergman, que se verá como un creador de un espectáculo para pasar la tarde (cosa a la que en buena parte se ha reducido el mundo del arte), sino tampoco para Woody Allen o Beckett, por no hablar de que las preguntas que los seres humanos nos hacemos como primeras (las preguntas serias, gordas, grandes), bueno, en fin, son cosas que no pasan de ser, citando al gran Ibáñez (el de Mortadelo y Filemón) una “pesadilla por indigestión de garbanzos”.

Pesadilla producida por indigestión de garbanzosAlgunos filósofos se regocijan cuando algunos pensadores decretan el fin de la religión y la teología como pensamiento anejo, y no leen en la línea siguiente que en el mismo saco va la filosofía. Por eso digo que en este barco vamos todos y si uno se salva o bien lo hace sacrificando parte de su esencia (si la filosofía deja de ser lo que es para convertirse en una glosa o nota a pie de página de, por ejemplo, la ciencia, o la teología se convierte, como decía aquel, definitivamente en una rama de la literatura fantástica) o bien no se ha enterado de que en realidad ya murió en la escena anterior y sigue caminando sin darse cuenta de que ya está muerto. No puede ser que una persona culta de nuestra época no sepa quién es Abraham. Crea o no crea. Salvo que se convierta en una rueda de un engranaje. Y ahí, filosofía y religión van de la mano. Y no es cosa de la parroquia...

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15
Oct
2015
El zapato del cardenal
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Hoy he asistido a una defensa de tesis doctoral. Siempre me pasa que, en estos casos, me doy cuenta de cuánto sabe el doctorando y cuánto los miembros del tribunal. En ese ambiente intelectualmente tan satisfactorio a veces me advienen ideas que aprovecho posteriormente para algún escrito. Hoy, en algún momento, me asaltó el recuerdo de una cosa que me pasó el otro día cuando, de manera inopinada, me encontré detrás de un cardenal que caminaba con un trozo de papel adhesivo pegado al zapato. Indiferente. Cuando se detuvo, me acerqué un poco por detrás y, sin que se diese cuenta, pisé el papel para que cuando levantase el pie, la cinta se desprendiese del zapato y el hombre no fuese arrastrando esa cosa indecorosa. Llámame neurótico. El cardenal nunca sabrá que le quité esa cinta y, de no haberlo contado yo, creo que nadie en el universo mundo sabría de tan grande hazaña. En medio de la tesis, cuando cada quien revelaba sus propios pensamientos y trataba de hacerlos razonables, y de alcanzar a entender la lógica del otro, pensaba yo en el zapato del cardenal, y en cómo hay cosas que, si no se revelan (¡qué profundo suena este término!) nunca se llegarán a saber. Tomás de Aquino, al hablar sobre la revelación con mayúsculas, decía aquello de que a muchas cosas sí podemos llegar por medio de la investigación, cómo no, aun cuando sea de aquella manera un tanto imperfecta, a su entender. Pero a muchas otras, simplemente no hay acceso. O nos las cuentan o no hay mucho que hacer, por mucho método que se aplique. Como que yo pisé la cinta que el cardenal llevaba pegada a su zapato.

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28
Sep
2015
Ad bonum commune? Bah
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A la luz de las cosas que pasan en España, me vino a la mente una cosa que decía el Aquinate y que, visto está, se nos ha olvidado porque vivimos en un mundo que ya no es el medieval, fuente de todos los males, las desgracias y los tópicos del mundo mundial. Con toda esta cosa de los secesionistas, me puse a ver la entrevista que un periodista de la BBC hizo al líder de la cosa. Y suponiendo que a la BBC se manda al que sabe del asunto, me dije aquello que decían los clásicos: si tuviese algún argumento mejor, o a un mejor polemista, lo usarían. Pero el litigante no tenía ninguna razón de peso y salió espectacularmente escaldado. Véase.
Entre las muchas cosas que decía este caballero, con más miedo que vergüenza, estaba aquella del dinero, algo así como que ya que damos más, debemos recibir más. Claro, esto es un contrato, que es la gran idea política de la modernidad. Y si el contrato no me conviene, lo rompo y a correr, como se ve en casi todas las instancias de la vida. Es papel. Y me venía a la mente la noción antigua, arcaica, vieja, aristotélica y tomista de “bien común”. ¿Cómo se podrá poner eso en funcionamiento si el que más da más quiere, por principio? Voy a comentarle al prior que mañana me ponga, si puede ser, un filete más que al jubilado de la casa. Qué manera frívola y ridícula de tratar el asunto, me dirá alguno. Pues claro que sí, pero no empecé yo. Vean la BBC, véanla.
 

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