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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

12
Dic
2012
Las aspirinas de San Agustín
3 comentarios

Acabo de leer un articulillo sobre lo buena que es la aspirina y lo importante de tomarla con una cierta regularidad. Pero como ahora no me duele especialmente ninguna cosa (si me doliese otro gallo, probablemente, cantaría), me ha llamado la atención el final del artículo, que cita a un juez de la corte suprema de los EE.UU con la siguiente frase: “There is a big difference between what we have the right to do and what is right to do” Al traducirla pierde parte de su impacto, pero viene a ser algo así como que hay una gran diferencia entre las cosas que tenemos derecho a hacer y lo que es bueno o correcto hacer. En realidad, tampoco es gran novedad, porque por el mundo clásico pululaban todo tipo de personajes que decían cosas de estas y a los que, de seguir la cosa como va, no van a conocer más que ciertos eruditos de bibliotecas ratoneriles. Quizá esté siendo exagerado, pero en lo que respecta a las humanidades estamos volviendo a una cierta época en la que sólo van a encontrar refugio en departamentos universitarios específicos, sin grandes dotaciones para investigar (porque en el fondo a eso no se le considera investigación) conventículos y sórdidos lugares semejantes, porque el “mundo real” va de otra cosa, y además de una sola.
Todo esto viene al hilo de una lectura de textos de autores clásicos que hoy se hizo en la universidad de Valladolid y en la que, entre otros, se leyó este texto de San Agustín (no de Stirner ni de Kropotkin, ni de Marx o de Proudhon siquiera), extraído de La ciudad de Dios (libro IV, capítulo 4). Es lo que tenía el santo, que andaba todo el día abstraído en cosas que no interesan a nadie… Como los de las humanidades de hoy. Ahí va el texto:

“Sin la virtud de la justicia, ¿qué son los reinos sino unos execrables latrocinios? Y éstos, ¿qué son sino unos reducidos reinos? Estos son ciertamente una junta de hombres gobernada por su príncipe, que está unida entre si con pacto de sociedad, distribuyendo el botín y las conquistas conforme a las leyes y condiciones que mutuamente establecieron. Esta sociedad, digo, cuando llega a crecer con el concurso de gentes abandonadas, de modo que tenga ya lugares, funde poblaciones fuertes, y magnificas, ocupe ciudades y sojuzgue pueblos, toma otro nombre más ilustre llamándose reino, al cual se le concede ya al descubierto, no la ambición que ha dejado, sino la libertad, sin miedo de las vigorosas leyes que se le han añadido; y por eso con mucha gracia y verdad respondió un corsario, siendo preso, a Alejandro Magno, preguntándole este rey qué le parecía cómo tenía inquieto y turbado el mar, con arrogante libertad le dijo: y ¿qué te parece a ti cómo tienes conmovido y turbado todo el mundo? Mas porque yo ejecuto mis piraterías con un pequeño bajel me llaman ladrón, y a ti, porque las haces con formidables ejércitos, te llaman rey”.

 

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6
Dic
2012
Enséñame tu casa
4 comentarios

Cuando uno visita una ciudad o un país que no conoce, los frailes jóvenes del lugar que le hospedan suelen, pronto, enseñarle la ciudad, los sitios de interés, los recursos y medios de transporte, es decir, todo aquello que puede necesitar para moverse por el sitio y disfrutarlo en sus ratos de ocio o de negocio. Los viejos del lugar (y uso esta palabra con toda la intención, porque un fraile bien querido de mi convento, que ya murió hace unos años, decía que él era viejo, no de la tercera edad o cosas así, y lo decía con tal alegría y celebración como la que espero tener yo si llego allá) suelen enseñar la casa, y por casa no me refiero tanto al edificio, que se ve enseguida, sino a ese hogar en el que habitamos: la lengua. Buena parte de los líos que tenemos montados en casi todas partes se deben a que alguien quiere desbaratarnos la casa, el lugar en el que habitamos sin darnos cuenta de tan a gusto que se está, la propia lengua. De eso se da cuenta uno cuando se pasea por otros lenguajes en los que no ha nacido. Pero ahí están los viejos del lugar, que tienen paciencia, ganas y tiempo para escuchar y enseñar su casa para que, en la medida de lo posible, sea también la de uno. (Algunos incluso enseñan latín a las jóvenes generaciones que, así, amplían su hogar con una habitación nueva). Gracias mil.

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3
Dic
2012
Hacer lo extraño cotidiano
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Últimamente he estado algo desconectado de la realidad mediática, lo cual acaba por ser una bendición. "Noticias" casi se ha vuelto sinónimo de “malas”. Pero si hay algunas cosas que me han llamado la atención. Quizá lo más sobresaliente ha sido el unánime sentimiento de pérdida por la muerte de Miliki, cosa rara en nuestro país, donde somos muchas cosas, pero unánimes no. De hecho, esta “alma unica” desapareció por completo en esa noticia que ha recorrido el mundo, la del policía que le compra una botas al mendigo… De todo he leído, y no acabo de ver por qué es tan difícil pensar que, simplemente, de vez en cuando se dan actos de generosidad así, sin más, sin que haya detrás conspiraciones del capitalismo tardío, del eje del mal o del plato-cristianismo. Está visto que la explicación más evidente (perdón por esta palabra) no convence a todo el mundo. Lo que me ha hecho plantearme esa noticia, en todo caso, es por qué no hacemos eso con más naturalidad, por qué tiene que saltar a la palestra algo que casi sería lógico y cotidiano. Estoy convencido de que la mayoría querríamos haber hecho eso (de modo mucho más desapercibido, claro está), y no lo hacemos cuando tenemos ocasión. San Pablo no andaba desencaminado con aquello de que vemos lo bueno, lo mejor, y al final, pues ya se sabe. Hay, no obstante, intentos de hacer cotidianas cosas que, de puro sencillas, se vuelven raras. Decir una cosa buena de alguien a ese alguien (y estar dispuestos a escucharlo). Hay que preparar un escenario y hacerlo. Y algunos lo hacen. A ver si se me ocurre algo…

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11
Nov
2012
El hotel apocalíptico
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Recientemente he visto una película simpática, de esas que suelen poner mal, como flojas, blandas, fofas o falsarias, los críticos que pinchan y cortan, precisamente porque ilustra una determinada tesis de las que parten en segunda posición en la carrera de las ideas. Me parece que, en el debate de las ideas, la supuesta homogeneidad de las mismas no pasa de ser un deseo imposible de satisfacer. De entrada, en cualquier debate, hay ciertas posiciones políticas que parten con ventaja, ciertas perspectivas sobre modelos de nación (tan de moda ahora), sobre conductas morales, sobre el mundo del arte, sobre posiciones metafísicas, etc. que van por delante solo por el hecho de presentarse a concurso. Una de las dos (pongamos, por facilitar la cuestión, que solo fuesen dos) tiene que justificarse y la otra no. Se supone que esta última es un punto de partida "correcto". Es algo así como Aquiles y la tortuga, sólo que con dos Aquiles, a uno de los cuales, sólo por el hecho de empezar a correr, se le diesen 100 metros de ventaja. Alcanzarlo se vuelve imposible. El problema no es la legitimidad de todas las tesis, sino la desigualdad de partida en el debate público.

Ah, la película, ya se me olvidaba por estos meandros. Se trata de "El exótico hotel Marigold", que gira en torno a la frase que uno de los personajes repite de modo constante: algo así como que "al final todo estará bien, y si no está bien, no es el final". Ah, vaya una tesis metafísica, incomprobable, dependiente de concepciones apriorísticas de la realidad… Sí, como todas en este terreno. Ahora que están de moda los mayas y el fin del mundo (ya queda poco, parece) uno recuerda que el Apocalipsis es la “historia” no del desastre y la destrucción (aunque hayamos asociado la palabra a esa imagen), sino de lo que nos cuenta el dueño del hotel.

Y retomo lo de antes. Los giros argumentales no tienen por qué ser siempre en pos de la desgracia. Aristotéles lo cuenta así al hablar de la tragedia, en su Poética, y eso casi se ha vuelto canónico en la tradición occidental. La lástima es que el libro donde habla de la comedia se haya perdido. Pero podemos pensar que nos hubiese dado permiso para disfrutar, considerar y valorar también los giros en pos de la felicidad y la reconciliación. Por eso no hago mucho caso de los que nos prohíben ver cosas que nos hablan del Apocalipsis (con mayúsculas).

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1
Nov
2012
Eureka
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El día de todos los santos, y el de difuntos, que van seguidos y de la mano, nos plantan de golpe todas esas preguntas escatológicas que parece que no podemos ni siquiera hacer, pues no se nos da permiso. Han caído en el terreno de esas obras que algunos libreros acaban metiendo en el nuevo saco de la "metafísica" (donde parece que cabe la reflexión sobre la causa, el tiempo, el ser, los fantasmas, el bienestar personal y el planchado de la ropa, si me apuras). Pero da igual dónde caigan, no podemos evitar hacer esas preguntas. Hasta los grandes filósofos que a lo largo de la historia han considerado que el conocimiento que se puede tener de modo certero deja fuera estas preguntas han admitido que no podemos dejar de hacerlas. Y vaya si las hacemos. Si no que se lo pregunten a Unamuno, escatológico por los cuatro costados y temeroso de esa eternidad de quietud, contemplación y aburrimiento. Algo de esto sabían Platón y Plotino, pero a ellos no les planteaba problema alguno, porque entendían el final como la consumación de una búsqueda. Cuando uno alcanza aquello por lo que ha suspirado toda su vida, ya no queda resquicio para el anhelo. El apetito se aquieta. Y así lo vivían los antiguos y medievales y es lo que cuentan Agustín y Tomás. Y así podría entenderse que cuando uno encuentra a su media naranja, la mitad de su alma, aquello que le completa, se acabó la búsqueda. Pero nosotros somos hijos de una historia del pensamiento en la que la voluntad ha tomado el mando, y una voluntad que es puro “querer querer”, a la que nada satisface nunca. Por eso nos resulta extraño que alguien enamorado diga que su búsqueda se acabó, o pensar que la bienaventuranza tenga este carácter de encuentro con lo anhelado que aquieta los apetitos. Sí, el lenguaje es raro, pero los estudiantes de filosofía, sobre todo en esa edad en la que están locamente enamorados, saben bien de lo que se habla cuando se habla de esa bienaventuranza (la de los santos y la de los que visten y calzan), ese supremo "eureka". Feliz fiesta.

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26
Oct
2012
El cuerpo
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Ayer salía de un convento, y mientras pasaba por el claustro, olía el incienso que se estaba quemando en la iglesia. Y me preguntaba qué fiesta era, qué se celebraba. Al salir vi la respuesta: un funeral. Si uno asiste a él, no piensa en ello; si lo ve de lejos, tampoco presta atención, pero si pasa al lado de los deudos, seguramente pueda dejar que el pensamiento vagabundee sobre un hecho que todavía a Machado le planteaba bastantes preguntas (no sé si sigue haciéndolo, aunque sospecho que sí). En fin, lo que me vino a la mente es el respeto que el ritual cristiano de difuntos tiene por el cuerpo que se despide. El incienso, el agua, las oraciones, todo simboliza, recuerda y realiza ese carácter sagrado del cuerpo, vivo o muerto. Y eso me hizo pensar en la falta de razón de quienes sostienen que el cristianismo niega el cuerpo, lo maltrata, lo rechaza. Habrá muchos cristianos que lo hagan, sin duda, como los hay que hacen tantas otras cosas. Pero no forma parte ni de la fe ni de la celebración de la misma esa idea un tanto gnóstica, sino justamente lo contrario. ¿Cómo iba a defender tal cosa una religión cuyo dogma central es la Encarnación? Incluso cuando no sabemos muy bien qué hacer, el ritual nos recuerda qué nos cabe esperar… también por medio del incienso.

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18
Oct
2012
La historia de San Gregorio
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Mientras trato de resolver una cuestión que me inquieta desde hace tiempo (¿qué lleva a un chaval de 20 años a coger siempre el ascensor para bajar tres pisos?), encuentro la respuesta, aunque no en forma directa. Fr. Cándido Ániz nos ha hecho entrega hoy de una obra que le ha ocupado varios años y que anuncia como su última obra. Bueno, eso no lo sabe nadie, y quienes conozcan a Cándido me entenderán. Se trata de tres volúmenes sobre la historia del convento de San Gregorio de Valladolid, que recopilan casi todo lo que se puede encontrar sobre el convento que, en esta casa, existió antes del de San Pablo y San Gregorio. Simplemente hojeándolos se da uno cuenta de la cantidad inmensa (pero inmensa hasta límites insospechados) de cosas que los frailes hacían e hicieron, de la pujanza vital, intelectual y religiosa de esta santa casa a la que yo llegué hace ya unos cuantos años, de la cantidad de gente de primera línea que pasó por acá y de los gigantes sobre cuyos hombros los “quasi nanos” que hemos venido después hemos tratado de alzarnos. Supongo que si digo que esa obra es un trabajo de chinos se me entenderá, sobre todo por la actualidad del tema aquí en España. Y tiene tantas virtudes, a primera vista (seguro que le encontramos más una vez que la leamos con detalle) que es difícil quedarse con una. Pero lo voy a hacer: la memoria, el recuerdo de los rostros, los nombres y hasta las corporalidades. Algunos ya no están, otros hemos cambiado de pinta y estamos algo más estropeados (si nos fiamos de las fotos) y de algunos de más allá yo no tenía más que una somera noticia. Es difícil evitar un estremecimiento, siquiera leve, al recordar tanta vida y trabajo que fueron (y de algún modo lo que fue no puede no haber sido) buenos y bellos. Y eso lo ha hecho Cándido, que pasa con bastante amplitud de los 80 y baja las escaleras caminando.

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10
Oct
2012
Llegará la modesta proposición (espero que no)
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Leo en la prensa algo que ha “inquietado” a generaciones de espectadores de cine:  Jack (Leonardo DiCaprio, en Titanic) podría haberse salvado si Rose le hubiese dejado sitio en la tabla. Era un secreto a voces que hubiese cabido y hubiese podido flotar sin hundirse, y ahora unos tipos han demostrado que, en efecto, así podría haber sido. Al menos desde San Agustín (que lo dice expresamente) o si vamos más atrás, desde Aristóteles, sabemos que lo que es un defecto de representación no siempre es un defecto estético o artístico. Que uno pinte un caballo moviendo las patas de una determinada manera en una carrera puede que represente de modo incorrecto cómo el caballo articula ese movimiento, pero no es, sin más, un defecto artístico. Que se lo digan a Picasso. Los guardianes de esta ortodoxia vendrán a decirle que su cuadro de Gertrude Stein no se parece a la modelo, y Picasso seguirá respondiendo: “ya se parecerá”. Nos estamos empobreciendo. En lo económico, es más que evidente. En otras dimensiones, aunque pasa más desapercibido, también. Esto no se puede, esto no es verdad, esto no es creíble, no hay nada que hacer más allá de aquello o, en definitiva, este es el canon, la regla, el umbral que separa lo real (economía real, política real, saber real… que no sé por qué se arrogan ese calificativo deslegitimando todo lo que no sean ellos mismos) de lo irreal. Nada, que Jack no se iba a salvar, fuese como fuese la tabla (que, en este caso, es lo de menos). Y vaya si nos enseña la ficción sobre lo que no es ficción. En todo este maremagnum de medidas contingentes que los políticos hacen pasar por necesarias (y son contingentes, lo sabe cualquier estudiante de primero) me acuerdo de la receta de Jonathan Swift para acabar con la hambruna, en su "modesta proposición". Estoy a la espera de que a algún dirigente se le ocurra ponerla en práctica y eso sí me inquieta, bastante más que las dimensiones de la tabla.

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7
Oct
2012
Panteísmo
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Quizá para conmemorar el día del Rosario (que también recuerda una batalla), el País trae un artículo de opinión sobre el panteísmo, que es otro elemento que siempre se olvida en el debate entre teísmo y naturalismo (hay un montón más, pero es más fácil enfrentar a dos sabiendo que, en realidad, para muchos ni siquiera dos hay). No sé si está muy bien descrito el panteísmo spinoziano en el artículo (bueno, en realidad no lo está.). En todo caso, aparece, de nuevo, la cuestión del mal como pregunta: Dios tendrá que explicarnos. Como si eso sirviese de algo, como si la respuesta atenuase algo el dolor y el sufrimiento… La respuesta es x. Está bien. Qué obsesión por la teoría. Explíqueme, déme razón. Sé que me repito, pero en el libro de Job la pregunta viene al principio y la “respuesta” no toma forma formularia. En el evangelio no hay respuestas teóricas: ¿acaso eran más pecadores aquellos sobre los que cayó la torre? No, el sol sale sobre justos e injustos y la brisa sobre buenos y no tan buenos. Y hay un misterio, sí. Es curioso que, a pesar de que algunos hayan defendido que la debilidad del pensamiento teológico radica precisamente en que lo explica todo, en que no hay nada, ningún "estado de cosas" que pueda ofrecerse contra sus tesis, la existencia del mal parece que le confiere de nuevo una cierta licencia epistémica. Y sobre todo, le supone una urgencia práctica. Por cierto, a este respecto, ya van varios programas de "misioneros por el mundo" (creo que es en 13 TV) en los que veo cómo se aplica aquella frase de Ana Karenina, en la que Tolstoi nos decía que todas las familias felices son iguales, mientras que las infelices lo son cada una a su modo. Por lo que veo (y conozco), todos los misioneros son iguales: felices y samaritanos.

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29
Sep
2012
Iconomaquia
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Hace tiempo que asistimos a una iconomaquia de dimensiones espectaculares. Es como la tauromaquia, pero sin toros (al menos toros de verdad). Las luchas dialécticas ya casi prescinden del argumentario y se juegan en el terreno de las imágenes. La prensa, las redes sociales bullen con imágenes que tratan de demostrar de manera inapelable una determinada tesis (como si la imagen cerrase una discusión de una manera inapelable, inalcanzable para el concepto). Las manifestaciones, protestas, contraprotestas y demás de los últimos días prolongan su polémica en esta lucha de imágenes. “Mira esta, que (de)muestra esto; mira aquella, que (de)muestra todo lo contrario”. La cuestión es que todo esto ha acabado socavando la aparente certeza de que “una imagen vale más que mil palabras” y no digamos ya, fuera de nuestros círculos, la idea de “a imagen y semejanza”. No sé cuánto vale una imagen, porque apenas sé qué es una imagen. La cosa no es nueva y ya Platón desconfiaba de las imágenes. Tenía sus razones de peso, entre ellas que algunas imágenes no eran imágenes de nada, eran puros fantasmas. Si llega a nacer en la época del photoshop, de Internet y demás artilugios probablemente hubiese visto cómo sus pesadillas se hacían realidad. La red está poblada de imágenes que luchan por hacerse no sé si con las mentes, pero sí con las emociones de los potenciales receptores (que luego recolocan las ideas en una escala de valor). Y así se juega todo. El asunto es que yo no sé con qué quedarme, no puedo distinguir la verdad de la falsedad en esta lucha de imágenes. Platón lo tenía más claro. Yo estoy bastante despistado.

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