No sé qué irá a pasar con el divorcio de los duques de Lugo (que a mí ni me va ni me viene, la verdad) en lo que respecta a su estatuto canónico, es decir, a si les concederán la nulidad o no, caso de que la soliciten. Voy a permitirme hacer un experimento mental y a suponer que, en efecto, la pidan. ¿Cómo se demuestra, de manera confiable, que no hubo matrimonio, en una pareja que ha vivido no sé cuánto tiempo junta, que tienen hijos y yo qué sé qué más? Los canonistas saben mejor que nadie que algunos cánones son un “coladero”: inmadurez, incapacidad para asumir las obligaciones del matrimonio, problemas psicológicos… Siempre se acude al eslabón más débil de la cadena (tal canon) para romper la cadena, pero ¿no sería más sensato cambiar el concepto de matrimonio “indisoluble”? No se trata de hacer un estudio de las condiciones sociológicas en las que antaño se prometía fidelidad usque ad mortem, ni de la metafísica que subyace a la idea de un acto constitutivo de una realidad inquebrantable e inamovible… Aunque no soy experto en estar casado, evidentemente, algo de experiencia voy teniendo en vivir, y la vida se va haciendo, no es un algo dado de una vez por todas. Supongo que el matrimonio, en su ser, va unido al tiempo y me parece más complicado, desde el punto de vista puramente teórico, decir que no existió el matrimonio, que defender que el matrimonio simplemente se acabó. ¿Qué hay de malo en declarar el fin de una cosa? ¿Qué tiene de anticristiano? Nada. Por supuesto que el amor pide eternidad, pero a veces, simplemente, se queda en el tiempo.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.