Ha salido glosado estos días en toda la prensa el rifirrafe entre Benedicto XVI y Chávez. Habría que saber exactamente qué dijo el Papa para poder juzgar, pero a veces los hechos hablan mejor que las palabras. Chávez se ha puesto como una hidra por las palabras del Papa, y ha levantado los fantasmas de la conquista española, que si qué malos fuimos (fueron, que yo no estaba), que si fue peor que el holocausto, que si patatín, que si patatán. Un psicoanalista vería en esta actitud un retorno de lo reprimido, que en una determinada situación sale de su inmersión y provoca un síntoma, en este casola ira. Peroyo no creo en el psicoanálisis como instrumento de explicación de culturas. Supongo que valdrá para curar individuos enfermos, pero a la hora de explicar este retorno constante a lo que aconteció hace cientos de años (o decenas) para dar cuenta de lo que hay, sospecho que siempre se quiere desviar la atención hacia otro lugar que no sea el presente. Mientras los demás miran hacia atrás (o hacia delante, pero siempre un futuro bastante lejano como para no interferir con el presente), hay muchos que entran en lo cotidiano y hozan en él para su solaz y provecho. Desconfío, de entrada, de los que nos piden no mirar hic et nunc, sino sacar las momias para venerarlas o ultrajarlas, que todo depende de quién hable.