15
Sep
2007Sep
Contra los nuevos cátaros
4 comentariosMiguel Ángel del Río, OP, al que no se le escapa una, me ha mandado el enlace a un periódico digital que nunca había leído y al que me he acercado con caución. Si quieren léanlo, pero yo les advierto de que tiene menos ideas que el bicho al que hace referencia su título. En él, un señor con poca idea de todo, pone a caer de un burro a Fr. Timothy Radcliffe, anterior maestro general de la OP, sobre todo por dos cosas: por plantearse hablar del celibato en la Iglesia y por defender a los homosexuales. Y detrás, va toda la OP por haberle elegido, que vamos, en sus términos, al suicidio. Y como Timothy es una excelente persona, un fraile de los que ya no quedan, un hermano, y lo que es tan o más importante, un amigo, voy a repetir las palabras de Fr. Fernando Vela, OP, cuando alguien empieza a hablar por boca de ganso y descuida el argumento: “¡Alto ahí!” Por partes y sin extenderme. Como decía un teórico del XVIII a propósito de cuestiones estéticas: “parece mentira que en tanta ignorancia quepa tanta presunción”. Una cosa es el celibato y otra la castidad. Y habrá que plantearlos por separado, ¿no cree, eminencia? Segundo. Los homosexuales son personas, vamos creo yo, y tendrán algo que decir, como los heterosexuales, los asexuales y los postsexuales (que calificar a las personas por su sexo, o su tendencia sexual, lo haga quien lo hiciere, tiene el mismo sentido que calificarlos por su color de panza o por el tamaño de su dedo meñique). Tercero. La OP nunca ha sido, como tal, defensora de la ortodoxia. Vamos, nuestro lema reza “Veritas”, no “Ortodoxia”. Y si usted busca en nuestra historia, verá que ha habido ortodoxos, heterodoxos, heterodoxos condenados por la Iglesia, que, años después los ha rehabilitado y les ha dado el capelo cardenalicio (Congar, por ejemplo, lo cual, si usted lo mira con un poquito de frialdad, tiene bemoles). Santo Tomás, ese al que no lee nadie, fue condenado en 1277 por hereje. Así que no nos atribuyan méritos (o deméritos) que no nos corresponden. Y, quizá, que dije que no quería extenderme, eso de andar con maricones, putas, mujeres, borrachos y demás de esos que usted desprecia, ¿no era la acusación que le lanzaron a ese a quien supuestamente usted reza y de quien se nos narra su aventura en los evangelios? Lea “El gran inquisidor”, si sabe leer, claro. Oraciones.