Feb
De hominum natura
1 comentariosEstos días se habla mucho de un libro sobre sexo, que defiende, entre otras cosas (parece ser ,según lo que cuentan y escriben, porque no lo he leído), que somos infieles por naturaleza. Ayer escuchaba por la radio al autor y, en efecto, hay una aproximación que mezcla lo etológico y lo antropológico para concluir sus tesis, que es probable que en el libro estén más desarrolladas de lo que parecía en el diálogo y aparece en la prensa, ya que hasta donde yo sé del tema, que tampoco es demasiado, todo eso viene de lejos. Pero no es la fidelidad o infidelidad lo que me interesa (otro tema que en manos de los terapeutas dará bastante de sí, a saber, dónde están los límites, si varían o no, pero ese es otro cantar bien complicado). Lo que me llama la atención es la soltura con que se habla de naturaleza humana (otra vez). Hace pocas décadas nadie que rondase por un departamento de filosofía dudaba de que no existía una cosa tal. El ser humano tenía historia, cultura, dependía del lenguaje, de estructuras inconscientes, sociales, de fuerzas de producción o de manos invisibles, pero, al igual que el yo había desaparecido, como lágrimas en la lluvia (Blade Runner-Foucault), la naturaleza humana era como las brujas, que ya no existían porque nadie creía en ellas. Pues las brujas y los brujos copan los canales de radio y televisión y la naturaleza humana parece haber vuelto para quedarse (al menos un rato). Ahora bien, llevamos una buen número de siglos discutiendo sobre qué es o en qué consiste y en los años presentes la discusión es bien enconada. Hay, pues, que tomar con mucho cuidado todas las afirmaciones que se hacen radicadas en la “naturaleza humana”, que vaya si existe, pero no se deja someter a fórmulas algorítmicas intemporales.