19
May
2007May
El primer amor
2 comentariosSi uno se pone a rastrear la cantidad de gentes que han pasado por la Orden dominicana a lo largo de los tiempos, se queda patitieso. Tiempo atrás me sorprendió leer en la biografía que de Wittgenstein escribió Monk (quizá la obra de referencia al respecto), que Wittgenstein había querido ingresar como hermano en el convento dominico de Cambridge. De hecho, uno de sus grandes amigos fue un fraile de este convento, que fue quien ofició sus honras fúnebres. Leía yo otras cosas propias de mis tareas docentes e investigadoras (sea eso lo que sea) y me encontré con un personaje de los más, cómo diría, conspicuos, del pasado siglo, Pierre Klossowski: ensayista, artista, filósofo (aunque este término no le gustaba demasiado), que también fue dominico. Asimismo, parece ser que la pasión de juventud de Lyotard fue la de ser dominico, pero el voto de castidad le pesaba demasiado (no sé qué será demasiado, pero pesar pesa, no nos pongamos tan neumáticos que olvidemos lo somático…). Esos son los que me han aparecido estos días, pero estoy seguro de que entre mis lectores hay muchos que lo son, lo han sido o quisieron serlo, circunstancias que, en cierto modo, son modos de un mismo atributo, por usar la terminología de Spinoza, o sea, que, aunque uno luego haga cosas un tanto raras (Klossowski) el primer amor (o el segundo), no cabe duda, se manifiesta por ahí de alguna forma. Y eso me alegra, no sé por qué.