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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

19
Nov
2006

El relicario

3 comentarios
Leo en un suplemento cultural acerca de las mitomanías, fetichismos y otra serie de posesiones que padecen algunos de nuestros más reputados intelectuales, como poseer la primera edición de no sé qué obra, la pipa que fumaba no sé quién o sentarse en la misma silla que cobijó las posaderas de aquel tipo de más allá. Al mismo tiempo, los medios de comunicación nos asaltan con la impactante noticia (lo que aparece en el periódico a dos columnas es noticia, hace decir Orson Welles a su ciudadano en Kane en la película homónima) de que un actor famoso se casó en Roma montando un akelarre que para sí quisieran las brujas de Zugarramurdi. Los reporteros, como fieras en celo, iban tras los despojos dejados por esas hordas de comensales, y mostraban con admiración a la cámara el tenedor que usó ésta, la silla en la que se sentó la otra, o detallaban con fruición de predicador milenarista el menú que saborearon todas esas gentes de buen o mal vivir. Y a mí qué me importa, me pregunto yo. La cuestión es que es imposible no enterarse. Si en otras épocas o en otros imperios el problema era que nadie se enteraba de nada (me viene a la mente aquel fascinante relato de Kafka sobre el imperio chino) hoy el espanto es que no sucede nada sin que nos enteremos. Casi sé los modelos de ropa interior que llevaban los contrayentes. Bueno, no, eso no, pero casi apostaría mi sueldo de un mes a que con lo que cuestan esos modelitos come una ciudad de Haití durante varios años. A lo que iba, aunque no fuera a ello (porque de lo que he dicho, como de las contradicciones en lógica, puede seguirse cualquier cosa): no me cabe duda de que toda esta gente se ríe de los bárbaros antiguos que suspiraban por ver las reliquias de aquellos santos, mártires y demás personajes de la antigüedad, y que hoy miramos casi con un no sé qué de incredulidad. En pocas generaciones se ha saltado de venerar unos huesos a venerar otros. Aquellos, por lo menos, eran promesa de algo. Estos sólo nos dicen: “eres un mindundi”. Sí señor, un cambio sustancial. Vamos por buen camino, eso sí, no sé hacia dónde.
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JMValderas
20 de noviembre de 2006 a las 12:55

Querido Sixto A mí no me importaría convertir esta sección suya en una recíproca y abierta Briefwechsel, que dirían sus amigos germanos. Sabido es que la correspondencia ha tenido un valor decisivo en historia de la ciencia. Newton, Huygens, no digamos Mersenne, los Boernoulli y una muchedumbre extensa, recurrieron a ese género que, hoy recuperado en ediciones críticas maravillosas, constituye una herramienta decisiva para el conocimiento de la gestación de principios, teorías, etcétera. De su análisis de la idolatría imperante, permítame exculpar a los bibliófilos. Se trata de un desvarío que, a la postre, eso creemos, beneficiará a la humanidad. Cuántas obras importantes han rescatado del trapero... (Eso nos redime y justifica la ocultación del gasto a la materfamilias, pensamos)

Sudabee
20 de noviembre de 2006 a las 19:03

La verdad es que tampoco entiendo este interés por estos aristócratas modernos (que más divertidos y affables eran los de siglos pasados). Menos entiendo la fascinación que despertó esta boda (muy parecida al de Caná ¿no piensas?). Pero lo que me tiene totalmente desorientada es el desinterés en el genocidio de Darfur, la guerra interminable en Iraq, la expansión sin frenos del cuarto mundo de manera global, la profundización de la pobreza y caos político de los países 'en vías de desarrollo'. Pues sí, ¿en que dirección es que caminamos y dirigidos por quienes? Puede ser que los medios nos quieran mantener atónitos, pendientes del pañuelo que usó éste y el centro de mesa que fue diseñado por aquel, pero otra cosa es que interiorizamos todo esto para entumecer el sufrimiento que causa una conciencia removida y el dolor que provoca el disparo de las neuronas. Point of pride: He hecho lo impensable y no he visto nada de esa boda.

neferet
21 de noviembre de 2006 a las 10:46

El problema es que si que pasan muchas cosas sin que nos enteremos, porque las cosas realmente importantes y sobre las que hay que posicionarse pasan de largo por los noticieros sin pena ni gloria en el mejor de los casos.
Y una prueba es el reparto del tiempo televisivo, que salvo La 2 de TVE y algún canal temático prepago,dedican horas y horas a las mismas noticias y lo peor es que no se nota.

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