22
Ago
2007Ago
El sexto va detrás del quinto
0 comentariosEl otro día, cuando volvía a Valladolid, venía conduciendo por la nacional VI, ya pasada Tordesillas y cerca de Pucela. A la altura de una conocida casa de lenocinio, cercana a la capital –y que tiene la particularidad de estar siempre llena, supongo que porque ofrecen un servicio espectacular– salió de la misma un conductor en su vehículo y erró: no puso el intermitente al incorporarse desde el carril de aceleración a la vía principal. Lo que hubiese sucedido antes entre este señor y las habitantes de la conocida casa de citas no era de mi incumbencia, pues quedaba restringido al ámbito privado. Pero el hecho de que no activase el intermitente constituía un delito de lesa majestad contra el ámbito de la circulación pública. Personalmente, me importa muy poco la moralidad personal del acto fornicatorio de este señor. Es más, tengo serias dudas de que el énfasis puesto por la moral católica en el territorio sexual tenga fundamento evangélico (en realidad, pienso que hay un universal antropológico previo, que va más allá del cristianismo). Quizá desde el punto de vista de la moral social puedan analizarse los lupanares como lugares de explotación, extorsión, etc., pero, como se verá, ese análisis deberá ir más allá de un simple intercambio de fluidos. De todos modos, lo que me preocupó en ese momento, cuando todo esto pasó por mi cabeza, era la falta de cortesía (y de educación vial) del tipo que se abalanzó a la carretera sin preocuparse por quién venía delante. Eso me preocupaba a mí, que pasaba por allí (si no hubiese pasado, me seguiría preocupando la cuestión desde el punto de vista teórico). Lo que sucedió antes es tema de discusión para tal señor, su mujer (si la tiene) y su director espiritual (si lo buscó). En fin, que el sexto mandamiento sólo es uno de diez, y no el más importante (por eso va en sexto lugar).