May
Escéptico, pero no tanto
4 comentariosHace un rato escuchaba en la radio hablar a un “escéptico” (que no sé por qué ahora llaman así a los que dicen que sólo creen en lo que puedan ver o pueda ser demostrado por métodos científicos, puesto que un escéptico verdadero ni de eso se fía, seguramente con más razón que el “escéptico” de hoy), de modo muy interesante, sobre el proyecto SETI, la vida extraterrestre y esas cosas. Y lo hacía bien, la verdad, pero me empezó a sonar rara la cosa cuando alguien le dijo que él había escrito “la ausencia de evidencia (a favor de algo) no equivale a la evidencia en contra de ese algo” y ni siquiera se molestó en decir que eso lo sabían ya los griegos, como si fuese un descubrimiento suyo. Pero en fin, lo aplicaba a la vida en otros planetas, y dígalo Agamenón o su porquero, bien dicho está. Y no la hemos encontrado, pero no podemos concluir que no exista, llevamos poco tiempo, el universo es inmenso, la velocidad de la luz... y demás argumentos racionales. Pero hete aquí que un contertulio le dijo que eso se podía aplicar a Dios, y aquí el hombre se descolocó: lo que hasta ahora le había servido, ya no le valía. El discurso equiparó rápidamente el pensar sobre Dios con hombrecillo verdes de orejas picudas… Me quedé pasmado. Fácilmente hubiese resuelto la cuestión diciendo que Dios no es objeto de búsqueda científica y aquí paz y después gloria, pero ante la pregunta tiró todo el armero filosófico por la ventana. Lo que vale para otros ámbitos de pesquisa filosófica (hablo de filosofía, no del método científico) de repente dejaba de valer. Y eso no deja de resultar extraño, incluso para el que sabe que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob tampoco se dejaría atrapar por un silogismo. Esto de cambiar de caballo en medio de la carrera siempre me ha resultado sorprendente.