25
Dic
2007Dic
Feliz navidad con Bailey y Berger
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Por supuesto que sí. Ayer, día de nochebuena (en realidad ya el día de navidad) me puse a ver, como cada año por estas fechas, ¡Qué bello es vivir! No suelo dar muchos consejos, pero este es uno de los que me veo obligado a dar. Si no la han visto, véanla. En ella se resume perfectamente el mensaje cristiano de salvación: tu vida influye mucho en otras vidas, no sabes cuánto y no sabes hasta qué punto. Cuanto más se ve, más se aprende de esta fantástica película, cuyo estreno, según dicen, no fue precisamente un éxito, ya que la gente la consideraba demasiado desasosegante para las fechas navideñas. Quizá por eso en las Navidades de nuestros días estrenan películas de Santa Claus, que ni es santa ni santo ni nada, o de temáticas familiares empalagosas. No hay nada de empalagoso en ¡Qué bello es vivir!, nada en absoluto, ni siquiera el hermosísimo final, que surge graciosamente de esos primeros planos del rostro desencajado de George Bailey, cuando se da cuenta de que no es, de que no existe, de que lo que más quiere en el mundo no le reconoce, de que el mundo es completamente indiferente a su presencia ausente.
Además de ver la película, leía una obra de Peter Berger, “Risa redentora”. Nada mejor para celebrar la navidad que leer sobre la risa, signo de salvación. Cuando Fray Angélico pinta el paraíso, los salvados aparecen bailando y riendo. Los cristianos de cara de palo (salvo cuando tengan un motivo serio para llevar esa cara, que a veces también los hay) me hacen albergar sospechas de poco creyentes en su redención. En cualquier caso, y a lo que iba, cuando Berger habla de la confianza básica que la madre genera en el niño, a través de su voz cálida, del contacto de su piel y del calor que le proporciona (y que es fundamental para todo lo que verdaderamente importa en la vida adulta, como la risa o la fe, que están bastante relacionadas), de la calma que le trasmite cuando llora, cuanto tiene miedo, dice lo siguiente: “La madre desempeña lo que podríamos describir como un papel sacerdotal. Sus palabras de consuelo reiteran la promesa divina de redención: al final, todo se arreglará”. Esto sí que es mensaje navideño, y no el de los politicastros. Feliz navidad.