Jul
Fr. Dominique Renouard
0 comentariosEl capítulo general se ha despertado esta mañana con una terrible noticia. Cuando íbamos a comenzar la sesión plenaria de hoy, el Maestro de la Orden nos la comunicaba y caía como un mazazo: Fr. Dominique Renouard, vicario del Maestro, había fallecido durante la noche a causa, probablemente, de un infarto masivo. Ni siquiera había cumplido los 60, como si eso fuese motivo para no morirse, pero en fin, siempre tenemos que buscar algunas razones suficientes, por muy insuficientes que se nos antojen. Lo primero fue el desconcierto. Lo segundo, tratar de reconsiderar el momento presente: ¿qué hacer? ¿Cómo se comporta el capítulo en una situación de este cariz? El prior del convento de Santo Domingo, en el que residimos, me decía, en la comida, utilizando un símil muy apropiado, que estábamos “como en Sábado Santo”, un día que ni es el viernes de muerte ni el domingo de resurrección, un día en el que no se sabe muy bien qué hacer. Evidentemente, alguien sabio propuso la necesidad de detener la marcha del capítulo y darnos un tiempo, así como rezar un responso y el oficio de difuntos (morir con los dominicos, decían los clásicos). Y después, todo fueron conversaciones en los claustros, en grupos, sobre la figura de fr. Dominique, sobre la vida y la muerte, sobre la delgada línea que las separa, sobre la media vita, etc. etc. Sólo después de comer, quizá con los ánimos algo más serenos, volvieron a escucharse las risas en el convento (risa constante era la de fr. Dominique, a quien el primer día, aquí en Bogotá, le pregunté si seguía estudiando las olas y las corrientes marinas −era oceanógrafo del CNRS francés− y me dijo que ahora sólo estudiaba las olas de la Orden) y la vida pareció resurgir. Sin duda es necesario que el capítulo llegue a buen término. Fr.Dominique así lo hubiese querido, para eso estaba aquí. En cualquier caso se va a resentir. A veces la providencia da unos giros incomprensibles y tontos. Como Job, podemos (y casi debemos) preguntarnos, protestar y mirar al cielo. Pero al final, no nos queda sino asentir. Descanse en paz Fr. Dominique