Parece que Marx renace de sus cenizas, porque el tiempo ha hecho buena su tesis de que, en la base de todo, están las relaciones de producción o, dicho, en breve, la cosa económica. Todos los discursos ideológicos se acaban de golpe cuando el bolsillo no da más de sí, y todo lo que este desastroso gobierno que padecemos lleva haciendo durante un buen número de años ha llegado al embudo en el que hay que decidir quién pagala fiesta. Porsupuesto, soy antipatriota por estar harto de unos políticos de sueldos astronómicos que, generalmente, no valen para nada fuera de su lugar natural, que es el del sofisma. No me importa. Si tuviésemos la mínima certeza o el más pequeño indicio de que estas medidas que han tomado van a servir para algo, la mayoría las aceptaríamos con gusto. Pero el problema es ese, lo errático de las decisiones nos lleva a pensar, por un simple proceso de inducción, que el ahorro de hoy sólo será hambre para mañana. Los funcionarios (por supuesto, previamente demonizados), los pensionistas (vaya, hombre, sólo es de momento, les dicen), todos los de a pie (subidas de impuestos inminentes, ya que han dicho que no, luego será que sí), y los proyectos al desarrollo (esos no lucen)…, a todos nos toca. Pero es que mañana hay que dar un cambio de aire a todo y 15.000 millones ahorrados duran dos días. ¿Quién pagará la fiesta después de dos días? Por supuesto, pronto habrá que poner sobre el tapete problemas que en nada afectan al bien común, sino sólo al interés ideológico de quienes pueden plantear los problemas, para acallar al que no llega a fin de mes porque le cuecen por todas las esquinas. Como verá mi lector, yo no tengo alternativas. Por eso no me meto en política activa. Sí, sí, la crisis es internacional, era imprevisible (ja, ja), nadie la podría manejar… Y la pregunta es: ¿para qué están ustedes ahí? Si nadie la podría manejar, dejemos el barco a la deriva, a ver si hay suerte, pues, estadísticamente hay menos probabilidades de chocar con el iceberg si se deja el timón solo que si se conduce directamente hacia la masa de hielo. Ya sé, ya sé, los otros no lo harán mejor. Bueno, no lo sé, realmente no lo sé (¿se han dado cuenta de lo bien que mnejan los futuribles los que mandan?). Pero la calle, probablemente, merece un cambio radical (no sólo de partido, sino de sistema global).Un artículo muy iluminador el de Antón Costas en El país de hoy.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.