20
Jun
2007Jun
He tenido un sueño
0 comentariosEsta noche ha pasado por mis sueños Emilio G. Estébanez, OP. Hace 5 meses exactamente que murió, parece ser, pero yo no lo sabía hasta que comenté mi sueño mientras tomábamos café. Quizá mi inconsciente lo supiese, ¿quién sabe? Yo le decía que le había llegado un correo electrónico (lo cual es cierto) y que había desistido de dárselo, porque se había muerto, pero que ya que estaba allí, quizá le gustase leerlo. Ninguna extrañeza en un sueño que presenta lo imposible. Y precisamente porque los sueños son así se consideraron durante siglos medios de conocimiento de realidades no asequibles a la conciencia inmediata. Y de hecho lo son, ¿no creen? Desde los sueños bíblicos hasta el sueño de Martin Luther King, la historia se ha construido a base de sueños. Y cada vez que sueño suelo reflexionar sobre lo soñado. De momento, nadie sabe a ciencia cierta ni qué son ni para qué sirven los sueños, pero no seré yo –con esa cierta tendencia que tienen muchos teístas a meter a Dios en todas aquellas regiones desconocidas– quien les de una dimensión revelatoria en sentido especial, porque cada vez me convenzo de que la revelación está en todo, también en los sueños, pero considerados como una realidad cotidiana, como cotidiano es el estudio o la conversación amable. Cada una de esas cosas no se agota en sí, sino que se trasciende. Platón, sin duda, sintió que la belleza no se podía agotar en sí misma, sino que tenía que remitir más allá de ella misma. Así sucede con todo lo bueno, lo bello, lo suave, lo afectuoso…, con la materia de los sueños. Esta noche –no tengo la menor duda–, Dios me habló de Emilio, ¿o fue al revés?