Sep
Iconomaquia
0 comentariosHace tiempo que asistimos a una iconomaquia de dimensiones espectaculares. Es como la tauromaquia, pero sin toros (al menos toros de verdad). Las luchas dialécticas ya casi prescinden del argumentario y se juegan en el terreno de las imágenes. La prensa, las redes sociales bullen con imágenes que tratan de demostrar de manera inapelable una determinada tesis (como si la imagen cerrase una discusión de una manera inapelable, inalcanzable para el concepto). Las manifestaciones, protestas, contraprotestas y demás de los últimos días prolongan su polémica en esta lucha de imágenes. “Mira esta, que (de)muestra esto; mira aquella, que (de)muestra todo lo contrario”. La cuestión es que todo esto ha acabado socavando la aparente certeza de que “una imagen vale más que mil palabras” y no digamos ya, fuera de nuestros círculos, la idea de “a imagen y semejanza”. No sé cuánto vale una imagen, porque apenas sé qué es una imagen. La cosa no es nueva y ya Platón desconfiaba de las imágenes. Tenía sus razones de peso, entre ellas que algunas imágenes no eran imágenes de nada, eran puros fantasmas. Si llega a nacer en la época del photoshop, de Internet y demás artilugios probablemente hubiese visto cómo sus pesadillas se hacían realidad. La red está poblada de imágenes que luchan por hacerse no sé si con las mentes, pero sí con las emociones de los potenciales receptores (que luego recolocan las ideas en una escala de valor). Y así se juega todo. El asunto es que yo no sé con qué quedarme, no puedo distinguir la verdad de la falsedad en esta lucha de imágenes. Platón lo tenía más claro. Yo estoy bastante despistado.