26
Sep
2007Sep
Iguales, y un cuerno
1 comentariosDiarios de hoy. Páginas de deportes (algunos han tenido el buen criterio de colocar esta parida en las páginas de sociedad o de borricadas, que dicen en mi pueblo). Al presidente de un club de fútbol le retienen en el aeropuerto de Nueva York porque parece ser que su apellido, cualquiera, es sospechoso. Hasta aquí, nada extraño. Nos puede pasar a cualquiera (independientemente del juicio que eso merezca, que es otro cantar). Pero le pasa a un VIP, y entonces es noticia. Y de deportes (no puedo ni imaginar cuán interesantes han de ser las páginas centrales de los periódicos deportivos, que seguro que no tienen nada que envidiar a la prensa rosa). Y tal VIP, o su mujer, que las versiones varían según qué periódico se lea, llamó al ministro del interior español, amigo suyo. Ya quisiera yo poder hacer eso, en el caso de que me pasase. Pero no confundiría los cargos y las amistades, me imagino. Seguramente llamaría a mi provincial, que no creo que pudiese hacer mucho más que darme ánimos y aconsejarme buenas lecturas para el tiempo que pasase allí retenido. Y se supone que vivimos en una sociedad en la que todos somos iguales ante el ejecutivo. Es mentira. Es lo que los economistas y politólogos, si no me equivoco, llaman el “efecto Mateo”: al que tiene se le dará, y al que no… Me da que la máxima evangélica tiene una interpretación que no es estrictamente ésta, pero bueno. Seguro que, si a mí me retuviesen varias horas, al final alguien de la embajada intervendría a ver qué pasa. Pero es que ése es el procedimiento habitual. Dentro de poco me toca aterrizar por los EE.UU. Dado que mi apellido es Castro, a lo mejor me confunden con un pariente de Fidel (aunque yo no suela llevar chándal). ¿Me atenderá el ministro si le llamo, o tengo que tener muchos activos financieros?