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La Razón mayúsucula
0 comentariosCayó en mis manos un suplemento de esos dominicales, atrasado, por supuesto, que contenía una breve entrada sobre la incompatibilidad de rezar y razonar. A los que rezamos, o nos gustaría, o nos parece que deberíamos rezar, se nos mira no ya con condescendencia (que es relativamente habitual), sino como si fuésemos una especie de amenaza para la Razón. Si, con mayúsculas..., y dios, claro, con minúsculas. Este articulista no se había enterado de que, con su contentura de matar a Dios convirtiéndolo en dios no le quedaba lubricante intelectual para pasar de la razón a la Razón. La razón es una facultad humana. Y si queremos llamarla Logos, Nous o algo así estamos en nuestro perfecto derecho, pero nos metemos en un sendero con muchas estribaciones platónicas, gnósticas, religiosas en general (nuestra razón lo es en tanto que participa de la Razón) que imagino que no se le habían presentado a dicho articulista.
La tesis implícita del texticulo del dominical es que la “Razón” hace que todos lleguemos a una unidad de pensamiento (o algo por el estilo), que creará un mundo donde los intereses universales triunfarán y se impondrán, por su propio peso, por ser racionales. La religión y el rezo, por el contrario, son ese territorio confuso, oscuro, interesado, vanidoso (nada más y nada menos que pretender que el cosmos me escuche, dice el sagaz escribano) y -de su peso cae- divisor y violento. La cosa es que la filosofía lleva un par de milenios dando vueltas a los límites de la razón, que, por si sola, decía el Aquinate, puede mostrar que el universo tiene un origen en el tiempo y que no lo tiene. Por eso hilaron tan fino los pensadores ilustrados (de los que supongo que este hombre se llamará heredero) para pensar los límites y las capacidades de la razón, que no de la Razón, que es un monstruito (o los produce en sus sueños).
En fin, se ve que vivir a base de consignas twitter empobrece bastante la vida. Y la razón (o la Razón fuese lo que fuese ello). No nos quiten la filosofía del bachillerato, por Dios. O por la razón, si tiene más efecto.