Ene
Lo que escribí me parece paja
2 comentariosAyer aparecía la noticia de que se había muerto Ian Barbour, uno de los personajes que más han hecho por reconciliar algo que no tendría por qué ser reconciliado si no fuese porque en algún momento empezó una discusión, una de esas que se parecen a las que se dan en las familias por un quítame allá esas pajas… Y pasan años, nadie se acuerda exactamente de qué fue lo que la lo originó o, si se acuerda, seguramente se da cuenta de que el asunto ha perdido la fuerza inflamatoria que tuvo en su origen, pero, claro, quién se apea del burro a estas alturas. En fin, me refiero a las diputas entre ciencia y religión. Barbour, que sabía bien de qué hablaba en cada uno de los dos campos, recibió el premio Templeton hace unos años. Cuando recogió su galardón, dijo (según se nos cuenta en el obituario que publica la prensa): “si tomamos la Biblia seriamente, pero no literalmente…” Los filósofos contemporáneos llevan mucho tiempo discutiendo algo que también discutieron los clásicos, los medievales, los modernos…, es decir, la cuestión de qué es exactamente el sentido literal. Y no es siempre tan fácil de resolver, porque buena parte de lo que decimos no se puede señalar con el dedo, y aunque se pudiese, a lo mejor eso no sería el sentido literal. Pero, bueno, eso nos aparta del asunto. Lo que me llamó la atención de esta frase es que Barbour recoge algo que, por ejemplo, tanto San Agustín como Tomás de Aquino tenían muy claro. Ambos leen la Escritura con una enorme libertad alegórica, tanta que a veces cuesta reconocer el “sentido literal”. En un libro de Paul Murray que pronto aparecerá en San Esteban, en el que estudia las oraciones compuestas por Santo Tomás, sus comentarios bíblicos y demás cosas que no parecen encajar en la imagen escolástica, seria y analítica del Aquinate (¿se han fijado en la musicalidad del Adoro te devote o del Sacris solemniis?) se nos cuenta que, cuando Tomás tuvo su célebre visión, aquella que le llevó a dejar de escribir, dijo, como es sabido, que todo lo que había escrito le parecía paja. Precisamente, según se nos dice en este libro, “paja” era el término utilizado en el medievo para designar el sentido literal. En cuanto dejamos un poco la “littera” (será para que respire el espíritu) el ánimo se ensancha, se vuelve magnánimo, y no nos pegamos por las tildes.