Cuando venía esta tarde hacia la facultad escuché a una madre reñir a su hija, cosa bastante normal y habitual. No sé qué habría hecho la criatura ni qué le estaría pasando por la cabeza ala madre. Loque sí me llamó la atención, en el vistazo fugaz que eché mientras pasaba al lado de la pareja, es la mirada que la madre le estaba echando a la cría, que no tendría más de unos 13 ó 14 años. Algo le dijo la madre a la chavala: “no pienso mover el coche”, creo recordar, pero el dicho no tenía la más mínima importancia. Si le hubiese dicho “voy a enlazar la luna y pescarla para ti”, la frase no hubiese tenido un significado melifluo, sino aún amenazante, porla mirada. Meha dado por pensar que, en el fondo, a todas las cosas de la vida se puede aplicar lo que algunos filósofos de la religión llaman la mirada, la actitud o cosas semejantes. Ante una mirada determinada es imposible que aparezca lo religioso, lo divino, lo humano, el bien, la belleza, lo deseable (mirada que puede estar revestida de mitras y capelos, que aquí nadie está libre de culpa, y cuanto más cerca se está del César, mayor debería ser el temor). Si los ojos son las ventanas del alma, hay que usarlos con bastante cuidado, no tanto en el asimilar, cuanto en el fuego que despiden cuando se los usa como arma. ¿No decía el evangelio aquello de que los pecados gordos salen de dentro? Así las miradas.