Jul
Mis pantalones queridos
1 comentarios¡Uau! Ya no está uno para estos trotes. Hoy nos han llevado a los capitulares y demás a uno de los campus de la universidad Santo Tomás, un lugar precioso y con unas instalaciones deportivas fenomenales. Huelga decir que yo no soy demasiado deportista, aunque de vez en cuando (cada cinco o seis años) me gusta echar un partidillo de cualquier cosa, retando a la parca, porque, en realidad, con este ritmo lustral, en vez de ponerme en forma me puede dar un mal. Imploremos la protección divina. Ahora bien, el hecho de que me haya animado a echar un partidillo de fútbol (y a echar casi las mollejas por la boca) era el contexto: no tanto que hubiese buenas instalaciones deportivas, que esas las hay también en Valladolid, sino que estuviese uno con los estudiantes, es decir, la juventud de la Orden. Y uno, que según le va diciendo el demonio a la oreja, va dejando de ser joven, aunque lo aparente, pues se anima a echar un partidillo y a disfrutar del juego (nada que ver con tragarse todos los partidos de fútbol por la tele. Lo siento, Eladio Chavarri, por mucho que te empeñes, no conseguirás convencerme). La otra cosa reseñable de hoy, al menos para mí, son mis pantalones. Compro poca ropa nueva, No me gusta estrenar (no es virtud de pobreza) y prefiero heredar ropa, quizá porque ya ha adquirido forma humana. Por eso aprovecho la ropa hasta que se cae a jirones. Mis vaqueros, la mayoría de ellos, están rotos, sobre todo por el trasero, ya que paso bastantes horas sentado. Así que Peña, la que nos cuida la ropa en casa, me pone culeras, rodilleras, etc. cada dos por tres (y aprovecha para llamarme de todo por ir así vestido). Pero hete aquí que hoy la gente pensaba que había comprado los pantalones de tal guisa, es decir que estaba estrenando unos pantalones que, en realidad, he heredado de mi hermano y he gastado hasta la saciedad (y lo que les queda). Sé que es la moda hacer pasar lo viejo por nuevo o avejentar lo nuevo para que parezca viejo, aun cuando todos sepan que es nuevo. Mira por donde, con mis pantalones amados he sido signo de contradicción (sin duda nada que ver con el evangelio, sólo con los usos sociales). Por cierto, esto me recuerda algo de unos odres y un vino...