13
Nov
2007Nov
Monarquía y Groucho
7 comentariosEn España, y casi en todo el mundo, la noticia (ya ves, qué cosas) es el exabrupto del rey, que mandó callar a Chávez. Andan todos los tertulianos exhibiendo sus saberes de diplomacia y política exterior, que si sí, que si no. En realidad, el rey no le mandó callar por lo que estuviese diciendo, sino por esa horrible manía que tiene, por lo que se ve, al igual que mucha otra gente, de no dejar hablar a quien habla y de andar por detrás mugiendo, mascullando las palabras por lo bajinis, tocándole las narices al personal, porque no hay peor que el runrún de un tipo que o habla bien de sí mismo o mal de los otros. Qué más da, una pequeña anécdota divertida, fruto de una acumulación de humores que, de haberse dado en un ámbito privado no hubiese trascendido, pero allí estaba la prensa para dar cuenta de ello. Lo que me interesa de esto es el recrudecimiento que se ha dado en el ámbito de los debates entre monárquicos y republicanos. En España llevamos escuchando esto desde que yo tengo memoria (no hace tanto), quizá hasta el hartazgo. Parece que la monarquía es un sistema obsoleto, sobre todo por su carácter hereditario y por no venir avalada por una elección popular. Bueno, puede ser o puede ser todo lo contrario. La república, por su parte, es un millón de cosas. Para los teóricos políticos es un sistema de gobierno que tiene casi todas las características que tiene el sistema político español (salvo la institución monárquica). Para otros, es un paraíso en el que vivieron hace ochenta años y no faltan los que creen que es el demonio en persona. Y todo eso puede ser verdad, pero seguramente sea sólo parte de la verdad. A mí me gustaría que se plantease el debate en términos serios y digo esto porque los experimentos, como decía el otro, con gaseosa han de hacerse. Antes de meter la nariz en cambios de sistema de gobierno, habrá que mirar si realmente el cambio va a mejorar en algo más allá de llenar lagunas sentimentales de algunos. Es una cuestión puramente pragmática respecto a la cual no hay nada escrito en roca. Claro que tengo mis inclinaciones, pero en esto soy marxista (de Groucho): estos son mis principios, pero, si no le gustan, tengo otros.