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Mortadelo y Filemón "for presidents"
3 comentariosEstaba escuchando a una de nuestras ministras reflexionar en torno a en qué consiste “ser calvo” (es un suponer) y cómo eso se traslada al ámbito de los derechos y las políticas públicas. Lanza la mujer preguntas retóricas para pretender que la cuestión es indecidible: ¿cuántos pelos hay que tener o dejar de tener para ser considerado calvo? ¿La calvicie puede definirse exclusivamente atendiendo a los pelos que uno deja de tener o tiene que ver con las hormonas llamadas (tradicionalmente, aclara ella) masculinas o femeninas (y así pasamos a un terreno muy teórico, que aquí cabe casi todo si jugamos bien nuestras cartas con los números)? ¿Es la calvicie algo genético? Supongo que cualquier lector avezado se dará cuenta de que esta mujer no hablaba precisamente de la calvicie, sino del problema del continuo. Ahí nos jugamos los cuartos. Que el tránsito entre la melena leonina y la calvicie más absoluta sea un continuo es algo que casi todo el mundo comprende. Hay gente más o menos calva y gente más o menos melenuda, pero eso no significa que no haya calvos y melenudos, que es lo que parece deducirse del deshonesto juego retórico de la ministra, que arranca de esa continuidad y considera que Filemón Pi, el jefe de Mortadelo, que tiene exactamente dos pelos, puede declararse melenudo si así lo desea, y sin despeinarse. En el fondo, se quiere presentar la cuestión como teóricamente indecidible (y quizá lo sea en el caso de Filemón para los intelectuales que se empeñan en sostener que un tipo que peina su único cabello con raya al medio no es calvo, pero no lo es en el caso de Mortadelo), y si así se consigue vestir de profundidad teórica la idea de que cada quien debe tomar con su razón práctica la decisión de si es calvo, melenudo o todo lo contrario, sin quedar constreñido por sus pelos. Ahora bien, la decisión se da en el tiempo, luego hay que ponerse metafísico y pensar, de nuevo, si esa decisión tiene carácter discreto (su validez se limita a instante específico, de duración variable y también decidible), o adquiere un carácter continuo progresivo (de hoy en adelante), continuo regresivo (desde hoy hasta el principio de la propia existencia, pero no mañana, porque supongo que el pasado también podrá reescribirse, ya puestos…), si tiene cualquier otra topología temporal, si hay que renovarla y cada cuánto tiempo. Hoy soy calvo. Mañana no, etc. Trabajo para muchas comisiones y conmilitones.
Buena parte de nuestro modo de entender la vida en sociedad pasa por pensar que existen calvos y melenudos, que son, precisamente, las realidades que visten y calzan y que nos permiten pensar la riqueza de lo real. A veces pienso que hay doctores sesudos preparando una gigantesca y sádica operación de ingeniería social para acabar con todo ello y vestirnos a todos de Mao (que ni es calvo ni tiene melena). Pero otras veces pienso que mucha de la gente que nos gobierna ha pasado los años de facultad en la cafetería. Si acabamos con la calvicie y la melenudez, cada quien, supuestamente, podrá autodeterminarse como quiera... si consigue librarse de las garras de todos aquellos que quieren hacerse cargo de todo lo que dice relación a la peluquería y que, por lo que se ve, hacen uso de una lógica muy rara (si cuela, cuela) y de ninguna metafísica. Solo nos falta el profesor Bacterio y ya estaremos todos.