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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

22
Ene
2009

Música paulina

2 comentarios

Ayer –¡qué magnífica suerte!–, en San Pablo de Valladolid nos cantaron “The Sixteen”, y digo “nos”, porque no éramos muchos y podíamos sentir que estaban cantando para cada uno de nosotros. Casi cualquier cosa bisbaliana o semejante, sin duda, congrega a infinita gente más que éstos números uno (y no es una hipérbole) de la interpretación de la polifonía renacentista. ¡Qué maravilla! ¡Qué deleite! ¡Qué belleza! Cuando Iberia (España y Portugal) era la primera potencia musical del mundo mundial, el latín lengua franca y los textos cantados, cotidianos para cualquiera... Ya, ya, la cristiandad, poco correcto desde el mundo de vista político. Pero en el fondo, quizá un sueño de comunidad global (¿no salen de ahí, mal que les pese a muchos, todas las alianzas, comunidades fraternas y cosas por el estilo, que pretenden buscar lo que nos une por encima de las diferencias?) Claro que suena raro, porque quien usa ese término, lo usa como arma arrojadiza contra los integristas o contra los también integristas de signo contrario. Mas lo que quería decir, tras este prenotando, es que Kant tenía razón (no sé si en todo, ojo) al decir que lo bello (lo que juzgamos bello) nos parece que debería placerles a todos. No se puede imponer, pero nos da la impresión de que quien renuncia a ello pierde algo fundamental, renuncia, en palabras de Stendhal, a esa “promesa de felicidad” que es la belleza. Escuchar la polifonía de Dias Melgás y de Gutiérrez de Padilla no puede cambiarse por nada. Luego hablamos, si quieres, pero primero, escucha: pulchra enim dicuntur quae visa placent, Aquinate dixit. No dejes que te lo cuenten, dicen los publicitarios. Lo mismo se aplica a lo estético

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Anónimo
23 de enero de 2009 a las 12:41

¡Cómo me hubiera gustado escuchar esa música maravillosa! ¡Y pensar que sobre esa hora estaba charlando agradablemente junto a San pablo con alguien “hospedado en prácticas” en la Sabia Casa de los de la O.P.! ¿Será que las vibraciones excelsas de esa música, aunque no a mis oídos, llegaban más dentro y me llevaban (como las yeguas a Parménides de Elea) hasta allí? Es posible, pues ¿las circunstancias? me permitieron recorrer ese camino.
¡Qué razón tenéis santo Tomás y tú al afirmar que lo estético debe experimentarse (¿cómo sería, si no, “aisthetikón”?) para comprender lo que es hermoso! Tenemos que “permitirnos” que esa belleza sea captada por nuestros “ojos” (¡del alma!). Lo malo es si ocurre, como es frecuente en nuestra cultura, que sólo hay percepción física de una pseudobelleza impuesta y que, como tal, sólo puede llegar a “la superficie” de nuestros sentidos; el alma, entonces, se queda “sin alimento” y languidecemos como personas… No es extraño que Kant y cuantos estamos experimentando lo bello queramos que los demás (sí, nuestra comunidad humana) sienta lo mismo. ¿No volvió el prisionero de la caverna de Platón a comunicar la Verdad a los de dentro? El “intuir” la Verdad (y una de las formas es que el alma experimente la Belleza gracias a los sentidos) lleva inherente el deseo de comunicarla a nuestros semejantes. ¿Qué pensábamos que es la “globalización”? Otra cosa es que lo malinterpreten (con las consecuencias nefastas) los que no permiten que el Bello Mensaje

entos susurrante
23 de enero de 2009 a las 13:09

Esta es una ADDENDA al mensaje que aparece “signado” como “Anónimo” (lo cual, por cierto, veo que ocurre a veces debido posiblemente a un “azar cibernético”). Indico esto porque voy a añadir las pocas palabras que faltan para que el texto escrito quede completo (al menos tal como yo pretendía) y para que se tenga claro a qué comentario hay que “pegarlas” (pues pueden aparecer más –la hermosa reflexión de Sixto bien lo justificaría). Tras: “los que no permiten que el Bello Mensaje”, debe leerse “les llegue a su verdadero destino”.
¡Menos mal que hay un límite para la extensión de los comentarios! Si no, la falta de mesura podría llevarnos a algunos a invadir en exceso “los espacios”, y esos “excesos” seguro que no son de los buenos, como correspondería a las acciones virtuosas.

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