8
Jun
2007Jun
Qué asquito
6 comentariosLa noticia de hoy es que parece que la justicia se va haciendo un poco más justa. Había unos señores “de paz” que apoyaban a los que mataban, cuando no mataban ellos mismos, que extorsionaban a los empresarios y parece ser que hasta a los curas, según anda circulando por ahí la carta de un cura navarro, al que le obligaban a convertirse en un luchador por lo que a ellos les daba la gana. Cuando uno pasa a los países que fueron del Este (el cual ha desaparecido, por lo que ya no hay Oeste) se da cuenta de lo feos que son los edificios que restan de ese pasado estalinista, que es el mismito que quieren imponer la Juana y el Otegui. Cuando la fealdad se busca por sí misma sólo significa una cosa: las personas no son importantes. Y, como suele decirse, a partir de los 40, cada uno tiene la cara que se ha labrado. Como estos cabritos (les quito años) ya no cumplen los cuarenta, mírenles a los ojos y vean qué destilan.
Está claro que el deseo de identidad (que siempre se define por oposición a otros) lleva a decenas de miles a apoyar a los que matan a otros, supongo que porque se creen distintos. Entre los que no saben hacer otra cosa que amedrentar (es decir, los inútiles, porque eso es relativamente fácil, una vez que se ha acabado con la conciencia –curioso, ese y no otro fue el designio de Hitler, liberar al pueblo de la conciencia–) y los que creen que van a sacar alguna tajada de esa forma de vida nos van a hacer la vida un poquito más dura. Y da igual que sean 10 ó 10 millones. La razón no la da la sinrazón. Ojalá me equivoque, pero me temo que pronto estos mierdas autodenominados gudaris (qué flaco favor le hacen al idioma euskera, casi todas las palabras que conocemos los que no somos hablantes de esa lengua tienen que ver con destrucción y cosas semejantes) empezarán sus “acciones de guerra”, de “socialización del sufrimiento”. ¿Qué debe hacer un cristiano ante esto? Yo lo tengo clarísimo, pero que cada quien piense cómo debe juzgar desde su contexto vital, teniendo presentes a los que sufren cotidianamente en sus carnes la zozobra y la congoja. Sin duda, la pluma es más fuerte que la espada y de tal arma debemos servirnos. Pero habrá qué usarla no sólo para quejarse y escribir elegías. Habrá que usarla en legítima defensa.