20
Dic
2007Dic
Realidad y diccionario
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Ayer tuve la ocasión de salir a cenar con buenas personas. En el menú del lugar al que acudimos había una carne con reducción de anchoas a la antigua. La reducción, que más o menos, y a fuerza de preguntar, me he enterado de lo que es, en realidad, más que gatronómico, es un procedimiento lógico-matemático que suele llevar las cosas al absurdo (la reductio ad absurdum, ¿quién no la recuerda?). Me hace gracia el lenguaje técnico-científico-sofisticado que la cocina ha adoptado de un tiempo a esta parte. Hay por ahí un gag muy simpático en el que unos señores van a un restaurante y el menú del día consta de sopa de fideos y tortilla de patatas. Pero, claro, no entienden qué es y preguntan. Resulta que la sopa es algo así como jugo de ave tintado con azafrán, acompañado de un surtido de productos semolares, y la tortilla es fruto de gallinácea batido, con pomme de terre y reducción de cebolla. Parece que algo no se convierte en disciplina seria hasta que no ha encontrado un lenguaje incomprensible, y que obliga al profano a mostrarse como tal profano, es decir, a preguntar, ya que no está iniciado en los arcanos de la tontería. Y eso es lo más lejano a la comunicación, a la información, y corre el riesgo de, a fuer de pretender ser interesante, generar ruido en vez de información. Lo dije tiempo ha y lo repetiré, que en eso no me canso de insistir. Prefiero un cocidito (con esas palabras, no una sinergia de cucurbitáceas con perlas de cerdo prudencialmente vaporizadas a la luz de fotones inexactos) a nada de lo que la nueva cocina pueda darme. Y ojo, que no me cierro en banda a esas ricas viandas postmodernas, ni mucho menos. Sólo me río de la teminología. Ayer nos dieron en un ágape fraterno de la universidad “crema de hongos”, que creo que era sopa de sobre de champiñones, pero como no la probé, no puedo juzgar (mas eso fue lo que me dijeron quienes tuvieron a bien paladearla). El puré de siempre ahora es crema, el caldo (mmmm), consomé, y la misa, eucaristía; la confesión, reconciliación y la plancha, centro de planchado. Eladio Chavarri, hombre sabio, decía el otro día que hay muchos (postmodernos y alternativos, eso lo añado yo) que creen que con cambiar el diccionario cambian la realidad. Y nada más lejos de la idem.