22
Nov
2006Nov
Simplificaciones muy feas
3 comentariosHace un frío que pela en México. Y no es normal, ni siquiera en esta época del año. La televisión da imágenes de gentes que no tienen cómo guarecerse del frío. Porque nosotros, en Europa, mal que bien nos podemos defender tanto del frío como del calor. Pero en México la gente no está acostumbrada a este frío polar, de modo que aquí, a mi vera, veo a Fr. Gustavo embutido en prendas de las que nosotros usamos en España en pleno invierno, cuando más arrecia el pelete. ¿Será cosa del cambio climático, del calentamiento global? Tendría gracias que este calentamiento trajese como consecuencia el enfriamiento, pero cosas más raras se han visto. En todo caso, “calentamiento global” es un término tan genérico que vale para cualquier cosa y bajo el cual se cobijan infinidad de fenómenos distintos. Pero tenemos que simplificar, porque la vida humana tiende a esa economía conceptual, y así nos movemos habitualmente en la superficie de la realidad, jugando con conceptos que dejan escapar buena parte de la sustancia de lo que es. El pensamiento filosófico siempre nos ha advertido contra la simplificación. Se cuenta que en algunas clases de Heidegger, cuando éste explicaba alguna de sus abstrusas elaboraciones y preguntaba si se había entendido, si le respondían que sí contestaba: “Bueno, en realidad las cosas no son tan sencillas”. Y no son tan sencillas. Las grandes fórmulas simplifican la vida, la hacen agradable, quizá amable, pero, en último término falsa, lo mismo el cambio climático que la alianza de civilizaciones o la conspiración etarra-islamista. Y no quiero vivir en la falsedad, me aburre y sé que la falsedad es fea, sí muy fea (aunque esto no sea nietzscheano ni políticamente correcto). Por cierto, alguien, no recuerdo quién, me contaba la historia de un profesor que hacía exactamente lo mismo que Heidegger, sólo que en vez de preguntar en general si se había entendido, preguntaba si lo había entendido el alumno X y contestaba: “si lo ha entendido X, lo ha entendido todo el mundo”. Menos heideggeriano, pero más práctico.