Oct
Subtilitas
2 comentariosLos antiguos hermeneutas hablaban de la subtilitas applicandi. No se trata de una cosa esotérica que sólo puedan hacer unos iniciados. Si bien en nuestros días la cosa se ha ampliado considerablemente, se trataba, al menos antes, de lo que tenía que hacer un predicador, a saber, aplicar la comprensión del texto que se acababa de proclamar a la situación actual de los fieles oyentes. Es, también, lo que le compete a un traductor: hacer hablar a un texto extraño en la propia lengua. No tiene sentido traducir literalmente “don’t pull my leg” por “no me tires de la pierna”, ya que lo que significa es “no me tomes el pelo”. Aquí se ve claro, ¿verdad? No me tires de la pierna… ¿Qué no te qué? El mismo proceso, creo, es el de la homilía. Y perdón por volver a dar la barrila con este tema, pero es que los fieles lo sufrimos en muchas ocasiones. Una cosa son los principios con los que entra el predicador, y otra es la situación específica con la que se encuentra. Sin duda, debe mirar al pueblo fiel, mas no es necesario que conozca con todo detalle qué piensa, por qué sufre o qué le alegra en ese momento, pues forma parte él mismo de la comunidad de predicación: aunque suene algo arcano, él mismo predica y se predica, porque es sujeto y objeto de la predicación. Con esta cosa subida de tono, sólo quiero dar a entender que el predicador es juez y parte, por eso no sale del círculo de interés de la predicación. Ahora bien, cuando se queda en el papel de juez, suele soltar unos rollos que meten miedo, precisamente por sabidos, archisabidos e imposibles de aplicar. Para eso, claro, hace falta sutileza, que no es un andar evanescente pegado a las paredes, sino la prudencia (sabiduría) suficiente para aplicar el mensaje evangélico al aquí y ahora de la vida. Los tratados teológicos tienen su sitio, en la universidad, y allí se demostrarán verdaderos o falsos, por el juicio de la prueba dialéctica o similar. Pero pasados tal cual al púlpito, curiosamente, dejan de ser verdaderos o falsos. Suelen ser un rollo, porque falta la subtilitas applicandi. Me lo voy a aplicar ahora mismo, valga la redundancia.