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May
2008May
Superstición y razón
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Hay un artículo en el NY Times que equipara la compra de un seguro de vuelo al sacrificio de un toro o de una cabra para conjurar al destino. La razón es un cierto temor supersticioso, que los psicólogos denominan el “lamento anticipado” y que básicamente consiste en que hacemos cosas por un “no vaya a ser que…” no lo haga y no sólo me muera, que eso no es lo malo, sino que me sienta como un estúpido, que parece ser peor. Todos hemos tenido en una ocasión un décimo de lotería en la mano (o una participación, más humilde) y hemos rechazado el ofrecimiento de cambiarlo por otro, “no vaya a ser que toque” y tengamos que berrear: “¡lo tuve en la mano!” Nuestra sociedad pasa por ser la más ilustrada de la historia, y puede ser que lo sea, pero el racional no es el comportamiento más habitual. Algunos, de hecho, tienen el raciocinio sin estrenar, porque se acogen a lo que se hace o a lo que se ha hecho. Y si es cierto que las tradiciones son indicios de seguridad, de que algo se ha mostrado exitoso en ciertos momentos, no es menos verdad que su carácter de inmutabilidad es completamente irracional. El cristianismo siempre ha sostenido que lo único inmutable es Dios, el santo. Lo demás no sólo es que sea mutable por estar sujeto al devenir, sino que la ausencia de cambio en lo mismo equivale a su defunción. Yo no suelo sacrificar cabras antes de subir al avión (alguien lo pedirá por razones culturales y veremos cómo se enfrentan a ello nuestros gestores de lo políticamente correcto), ni compro seguros de vuelo, pero seguro que, dentro de mi racionalidad (eso creo), hay infinidad de posturas irracionales. Sean bienvenidas, que no todo tiene que ser lógica en la vida.