Jun
Yo no soy el Otro
1 comentariosEn una entrevista que le hacían el otro día en un suplemento dominical a un psicoanalista, éste hablaba de una monja de clausura que reflexionaba sobre la soledad como un medio para “encontrarse a solas con el Otro”. Y continúa el hombre: “Ella lo llamaba Dios, pero costaba poco entender ese Otro como una forma de su propio goce más ignorado por ella misma”. En realidad, cuesta bastante hacer eso, porque hay que estar versado en teoría lacaniana para escribir “el Otro” con mayúscula y entender de qué se habla. Y además, hay que ser lacaniano para sospechar que es posible reducir a Dios a este Otro. O sea, que fácil e intuitivo precisamente no es. Por otra parte, si bien es posible que, desde determinadas perspectivas que reducen lo religioso a un elemento funcional, se pueda establecer esta equivalencia, cada vez me convenzo más de que lo religioso no es reducible a otra cosa. Sí, es verdad que algunos teólogos utilizan una terminología semejante para referirse a Dios (el/lo totalmente Otro), para salvar su trascendencia, pero aún así, no creo que puedan establecerse más que analogías entre ambos “Otros” en las que, como es sabido, prima la diferencia sobre la semejanza. En fin, que aunque articulemos nuestra existencia, según los lacanianos, en función de este Otro (simbólico) es imposible rezarle a este Otro inconsciente, que no es creador, no se ha encarnado, no tiene una mirada providente y no hace promesas escatológicas. El Otro que es Dios es muy otro que el Otro.