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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

25
Ene
2013

Zumos presocráticos

4 comentarios

El otro día, al tratar un tema que, colateralmente, tocaba algunos aspectos religiosos, una de mis alumnas definió el cristianismo como ?y no es literal? una religión en la que cuanto más sufrimiento haya mejor, o algo por el estilo. Otra calificaba de morbosas esas prácticas de religiosidad popular de besar, tocar o venerar imágenes de yacentes o Cristos sufrientes. Ciertamente, el tema daba de sí, y de haber seguido el debate más allá de lo que posibilita la estructura de una clase aún estaríamos hablando sobre un enorme montón de cosas que ayudan a comprender y situar todo este tipo de cosas. En todo caso, lo que me llamó la atención es esa concepción de lo cristiano como una búsqueda del sufrimiento por el sufrimiento que, sin duda, divulgan algunos cristianos, pero sospecho que difícilmente se puede considerar parte del núcleo duro, por así decir, de lo cristiano. Que el sufrimiento (en alguna de sus múltiples formas) es inevitable parece claro. Que dentro de una forma de vida, un cuerpo de creencias, un conjunto de prácticas y unas actitudes vitales se le otorgue un sentido no significa ni que se lo alabe, ni que se lo busque ni que se lo desee, ni siquiera que se le pueda encontrar una utilidad inmediata, como la que tiene un interruptor que produce un efecto automático. Que se lo integre dentro de una imagen del mundo global, como Job o el mismo Jesús, no significa que sea amado ni buscado. Sí, esto requeriría días para exprimirse las meninges, pero a veces nos domina el pensamiento en 140 caracteres que, si bien, es a lo que pueden reducirse muchos de los dicta de los presocráticos, para que tuviesen fuerza, efecto y sentido, tuvo que existir un Platón, un Aristóteles, un Heidegger… que los exprimieron. Pero sospecho que hoy no tenemos tiempo para hacer zumos… (Y esa es otra de las razones por las que insisto en que no se tome demasiado en serio lo que aquí escribo).

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matices
26 de enero de 2013 a las 14:06

El cristianismo oriental, su teología espiritual,pone el acento en la theoesis, en la divinización del ser humano. Pasa por la cruz gloriosa.Nada de iluminismos a la carta. Es en el catolicismo latino y el protestantismo donde se pone el acento en el sufrimiento.

En este tiempo líquido, de pensamiento licuado se corre el peligro de quedarse atrapado por el signo, y no ir más allá, a su significado. Es el resultado de confundir la encarnación con devociones sensibles. Quizá el diálogo con los hermanos ortodoxos pase por dejarnos empapar por la Luz de los iconos. Saludos.

JM Valderas
26 de enero de 2013 a las 16:55

Sixto caro, lo llaman evolución convergente. Hace decenios, como quien dice ages, escribía en la tesina de licenciatura (sobre Pitágoras) que volver a los presocráticos parecía un esfuerzo vano porque era exprimir un limón veinte veces apretado. Nuestra vida no da más que para un tuit, cierto, y, además, sin la profundidad de Wittgenstein, qué digo de Wittgenstein, ni de las greguerías de Ramón de la Serna. Articular, sistematizar, razonar nos parecen hoy tareas hercúleas. Pongamos por caso las existencia de Dios. ¿Cuántos no dan ya por apotegma que es imposible demostrarla por la razón?

Nos hemos protestantizado
27 de enero de 2013 a las 17:40

Mientras Lutero estaba lleno de miedo por si salvaría o no (no sea que otro rayo cayera cerca de él; vaya conversión más triste), cosa que Calvino resolvió con lo grande que fuera tu cuenta bancaria, en Roma teníamos al mismo tiempo la alegría católica de S. Felipe Neri o de S. José de Calasanz. Pero claro, hemos querido ser protestantes, y así andamos.

entós susurrante
31 de enero de 2013 a las 14:39

Desde luego es una ventaja que tus textos no estén limitados por un número de caracteres demasiado estricto, por lo que a lo mejor sí podemos tomar en serio lo que en ellos dices. En este caso, mira si no es importante volver a llamar la atención sobre lo que ocurre cuando aceptamos ideas simplificadas y superficiales, sin interés en profundizar en “el todo” del que aquello no es más que una parte (fácilmente malinterpretada)... Pues ocurre que no podemos caer más que en una caricatura, pero lo peor de todo es que creeremos que esa es “la verdad” sobre aquello, e inevitablemente esta creencia condicionará nuestra vida. Este análisis, por supuesto, sabemos que está en el fundamento del pensamiento filosófico, tenido en cuenta desde los albores del “amor a la sabiduría”. Por eso la mención que haces de esta etapa arcaica de nuestra filosofía occidental (a propósito del tipo de textos que de los llamados presocráticos nos han llegado) es también interesante de recordar. La forma en que se expresaron por escrito los filósofos griegos arcaicos seguía modelos literarios anteriores, como es lógico. Ya nos suponemos que ellos hablarían y mantendrían conversaciones muy interesantes “en prosa” , sobre todo en esos momentos tan apetecibles para los griegos que era la sobremesa de la cena (el symposium) en que compartían el mejor vino en un ambiente propicio para el intercambio de ideas. Lo que ocurre en el período siguiente, en época clásica, con Platón, Aristóteles, etc. es que ya escriben con “soltura” en prosa, después de que algún pionero en el siglo VI decidiera “soltarse” de las “cadenas” métricas para expresar su pensamiento filosófico. Esto ya es un hecho común en el s. V, por eso estos grandes filósofos del s. IV pueden proceder con facilidad a reproducir con palabra escrita, los diálogos, discusiones y reflexiones imprescindibles para la profundización en el verdadero conocimiento, y que sin duda los presocráticos también tuvieron y mantuvieron con otras personas a lo largo de su vida.
Por eso, efectivamente, los textos que nos han llegado de estos pensadores antiguos, muchos de ellos con forma de “sentencia”, son portadores de profundos diálogos en potencia que hay que saber “poner en acto” o, como tú dices, “exprimir”. Así lo han hecho los grandes filósofos a lo largo de la Historia y debemos seguir haciéndolo, como JM Valderas quien, según dice, exprimió por vigésima primera vez el limón de Pitágoras, aunque pareciera un esfuerzo vano…¡Pero qué zumo tan actual y fresco le saldría! Sobre todo porque una tesina siempre ocupa más de 140 caracteres.

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