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Dic2007Feliz y razonante año
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Dic
de Sixto Castro Rodríguez, OP
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No sé muy bien quién o quiénes son FACUA, pero han aprovechado el tirón del calendario de Ryanair para darse a conocer. Quizá así aumenten su número de socios. Pero, aunque no sea políticamente correcto, creo que no tienen razón ni razones de peso para denunciar el tal calendario en el que aparecen unas presuntas azafatas (y digo presuntas porque no sé si lo son) en bikini, que representan, según ellos, “imágenes estereotipadas de estas profesionales”. ¿Estereotipadas? ¿Desde cuándo andan las azafatas en bikini por el avión? La denuncia es tan ridícula que aunque no merezca comentarios sí merece ser comentada. Veamos, parece ser que las tripulantes se ofrecieron ellas mismas, en libre uso de sus derechos, de sus facultades y de su libertad para posar y recaudar fondos para una asociación benéfica. Ni siquiera lo de la solidaridad ha calmado a estas fieras de lo políticamente correcto, fíjense hasta dónde llegamos. El otro día pusieron en la Sexta un reportaje sobre la censura donde la comentarista, con una voz que daba miedo, ponía a los censores (mayormente eclesiásticos) a caer de un burro por si tapaban un seno aquí, una nalga allá, si cortaban una escena de beso o si hacían pasar a dos amantes por hermanos (cometiendo un pecado aún más nefando, pero son cosas de la censura). ¡Dios, qué malos! Y qué torpes. Pero, cuando parecía que cada quien podía filmar lo que le diese la gana, resulta que no, que la censura sigue existiendo. Pues claro que sigue existiendo. Lo que me extraña es que se censuren las mismas cosas. Yo pensé que ahora sólo se censuraban ideas. Pero no, para eso hace falta leer de vez en cuando. Y cuesta.
Hace poco salieron amas de casa en cueros. No problemo (que diría Terminator); poco después, los bomberos de no sé qué sitio enseñaban las cachas: menos problema aún, al contrario, todo el mundo encantado, glosando tal hazaña. Y ahora salen las azafatas de Ryanair y las asociaciones ponen el grito en el cielo. Pues, mientras no se demuestre coacción por parte de los responsables de la compañía, yo apoyo ese calendario, que es bien chulo. Y ¿de dónde han sacado esa estupidez de que denigra a la mujer? No lo entiendo. El calendario se dirige a un público medio, y la mayoría sabemos distinguir lo ámbitos, sabemos que las azafatas no se convierten en exhibicionistas en su rutina habitual, al igual que estos que denuncian sabían que los bomberos no iban a ir en pelotas a apagar un fuego. Por supuesto que habrá algún demente que confunda las cosas. Pero dennos un crédito a la gente "normal" (pongan todas las comillas que quieran), un margen de confianza. Si por mí fuera, es decir, si mereciese la pena, también yo saldría enseñando patilla para darles en el morro a estos tiranos que nos impelen a pensar como ellos quieren. La pena que es que aquí no hay nada que ver, como dicen los policías de las pelis americanas. Al menos a los censores de antaño se les suponía algo de ilustración, cosa de la que parecen carecer estos hodiernos, que ven demonios por todas partes. Lo siento, pero me horrorizan.
Diógenes Laercio nos cuenta que, paseando por un mercado, Sócrates exclamó: “¡Cuántas cosas que no necesito!” Hace mucho que me apropié de esa frase y, aun cuando no la diga en voz alta, la llevo siempre prendida en el ojal, como un clavel de boda. Durante estos días de puente, de relax, y por tanto de cambio de los ritmos cotidianos, he tragado algo más de publicidad de lo normal. Así que me he enterado de que hay una cantidad de cosas no sólo que no necesito, sino que no deseo y que es probable que no desease en cien vidas que viviese. Algunas de ellas vienen envueltas bajo mantos encantadores o políticamente correctísimos. Pero como tampoco soy políticamente correcto, pues más a mi favor para no desearlos. La cuestión es, probablemente, que la economía se reactive (dirá el ministro de no sé qué). Y no sé qué será eso, pero esa reactivación nos deja a la mayoría de los de a pie con los bolsillos temblando. En cualquier caso, dejando de lado esa eterna pugna entre la macroeconomía, que crece como loca, y la microeconomía, que es un desastre, lo interesante es que conviene investigar qué es aquello que, aunque no se necesite ahora mismo, puede servir en cualquier momento. Y ese es un buen regalo, un excelente regalo. Por ejemplo, un libro. No hay libro tan malo que no contenga al menos una idea aprovechable. A mí me encanta regalar libros. Sé que es una manera que compartir algo de la felicidad que a mí me provocaron, de modo que nunca es algo que no necesite (salvo los de algunos/as que no se tienen de pie, y por tanto son más bien panfletos). Como Sócrates, en esta época de circulación del don –que todas las sociedades la practican, no nos consideremos tan pecadores– trataré de regalar sólo las cosas que yo necesite.
Ayer por la noche escuchaba un programa de radio de esos en los que la gente da su opinión sobre un tema propuesto por los presentadores. Creo que ayer tocaba la educación para la ciudadanía (EC), porque alcancé a escuchar a un chaval que estaba absolutamente en contra (me perdí su comienzo, sólo escuché parte de su soflama) y a un señor que, después, le acusaba poco menos que de cura. El chaval venía a decir que los contenidos básicos de la EC ya se daban en otras materias, como la ética o la filosofía (democracia, igualdad, derechos, etc.) y que los profesores acababan perdiéndose en cuestiones de género, afectividad, relaciones y cosas por el estilo, que son bien importantes pero, nos decía él, que, en principio, hablar del condón o de la píldora del día después parece que no tiene mucho que ver con la ciudadanía, aunque todo puede relacionarse, poniéndose a pensar un poco. El otro señor, que había tenido, según él, una educación laica, veía detrás de todo la mano de la Iglesia, que no aceptaba el laicismo y que no quería perder el monopolio del control de las conciencias. Y me puse a pensar, y por más que lo hacía, no podía siquiera imaginar que hoy la Iglesia monopolizase el control de las conciencias. Si acaso, el País, la Cope, la Ser o el Mundo, la Sexta, la Quinta… Esos sí controlan lo que se debe pensar, filtrando la información, retorciéndola, creándola, al fin y al cabo, pero ¿la Iglesia hoy? Puede ser que peque de miopía, que, dicho sea de paso, la padezco en los ojos, pero creo que en la visión que corresponde al intelecto aún no. Cuando se crean monstruos que no existen en realidad se desvía la atención de los verdaderos responsables. La historia es muy vieja, pero se deja retratar bien en la historia de la Bastilla. La Bastilla era la cárcel más temida en París en la época prerrevolucionaria. Tomarla era algo necesario. Cuando entraron los revolucionarios encontraron allí a cuatro gatos y un tambor. Pero fue la toma de la Bastilla, de enorme poder simbólico, mas, repito, habitáculo de cuatro gatos y un tambor. Acepto el valor simbólico de tirar basura contra la Iglesia, pero hombre de Dios, ¿de verdad se cree usted lo que dice? Voy a empezar a imaginar que haría yo con tanto poder manipulador y colonizador, como si fuese una vaina de esas de la película La invasión de los ultracuerpos, a ver qué sale.
Hace un ratito quería escribir el blog hodierno sobre un artículo que aparece en el NY Times, en el que Stanley Fish reflexiona sobre las relaciones entre religión y ley, que no les vendría mal leer ni a los purpurados ni a las ministras/os de nuestro gobierno. Pero pensé que sería un tanto pelma y alguno podría pensar que soy un pedante por citar ese periódico todos los días. Quién sabe, puede ser. Mas nadie me dirá, entonces, que no soy progre, porque se sabe que ese periódico es adalid de la libertad y de los progres yankis, aunque dicen los que saben que en este país hay que leer el idem. Bueno, ya que lo dicen, caeré. Y caí. Y me encuentro con nuestro amigo Olivero Toscani, con su camiseta de 60 € que reza: “Es navidad, ¿follamos?” Vamos por pasos. Me parece una idea excelente la del ayuntamiento de Milán no imponer censura sobre ese eslogan. Es tan bueno como cualquier otro y además es una espléndida economía de medios. Una frase y todo el mundo habla del ayuntamiento de Milán. Consecuencias de la camiseta:
¿Te acuerdas del Evangelio de Judas? No, ni tú ni casi nadie. Fue portada de todos los periódicos, supongo que la Nacional Geographic Society se forraría con la exclusiva, y un montón de gente se llevó las manos a la cabeza cuando se nos contaba que en ese evangelio aparecía Judas como un héroe. Las prisas, las prisas, oh cúan malas consejeras son: aparece un documento (o una piedra, un hueso o un chimpancé parlante) y hay que darle salida, contarlo bien pronto, porque si no deja de ser noticia. ¡Fíjate que si se nos adelanta otra agencia u otro grupo generador de opinión! ¿Por qué me he acordado de él yo ahora mismo? Por nada especial, sólo porque el NY Times traía un artículo al respecto. En él, el autor, un profesor de Biblia de la Universidad de Rice, nos cuenta que “el gran problema es que Nacional Geographic deseaba una exclusiva, de modo que exigió a sus expertos que firmasen una declaración de no revelación, para no discutir el texto con otros expertos antes de la publicación”. ¿Por qué? Parece ser que el problema es la traducción del término “daimon”, que tiene muchos significados (todos tenemos un daimon, y la felicidad, para Aristóteles es la eudaimonía, el tener un buen espíritu). Pero claro, parece ser que en el contexto gnóstico del evangelio el término tenía el significado de demonio, un eón maléfico (y los expertos paniaguados dieron por buena la traducción de daimon como espíritu). O sea, que según esta nueva versión, una vez que todos los expertos han tenido acceso a una versión más o menos autorizada del evangelio de Judas, éste tenía cuernos, rabo y olía a azufre del que tanto le gusta percibir a Hugo Chávez. Por eso, cuando le digan que “la ciencia demuestra que tal evangelio…”, espérese un tiempo, que la exégesis, en cuanto disciplina científica, va al pasito. Las demostraciones de golpe sólo las hacen las agencias de prensa y los políticos. Los demás, los que buscan la verdad, suelen ser más morigerados.