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Dic2009De gracias y de poco graciosos
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Dic
No, definitivamente no me reconozco en este artículo que el relator de El País, auxiliado por el teólogo de cabecera de este periódico, ha escrito. No es cierto que en las religiones (cristianismo incluido) no nos riamos de nosotros mismos, de nuestras creencias, de nuestras coherencias, incoherencias y misterios. No lo es. No hay sitio donde se hagan más chanzas y se rían uno más con (que no de) las cosas sagradas que en un convento o en el entorno de una iglesia. Talibanes hay en todos los sitios, periódicos incluidos, con caras largas acerca de la última cosa que debe ser creída (aunque sea una chorrada de andar por casa, pero nos la dicen con cara de cosa trascendente y moviendo los brazos como si estuviesen declarando el dogma de la infalibilidad de su grupo político). Que no, que no es verdad. El artículo de El País, que trae algún chiste de temática religiosa aceptable y otros muy malos, no se ajusta a cómo se comporta la Iglesia monolítica esa que no existe y que suponen ellos que es la que hay (y siempre he insistido, desde que escribo estos blogs, de que lo mejor es crear un ente único al que atizar: es más manejable, dúctil y creíble, aunque no se corresponda con la realidad). Pero lo que me desazona de ese artículo no es que sea poco fiel a la realidad (ah, hablar de realidad en esta época de liquideces y de sublimaciones), sino que revela la idea y la imagen que quien lo publica tiene de